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Varios países en América Latina están experimentando protestas provocadas por el malestar de la sociedad ante una serie de necesidades y aspiraciones insatisfechas, además que denotan la pérdida de confianza en la clase gobernante y en las instituciones. Ahora la ciudadanía es más impaciente y más exigente, y a través de las redes sociales cuenta con la conectividad que facilita exponencialmente a la sociedad civil movilizarse y poder reclamar colectivamente. Estas manifestaciones son en gran medida contra la desigualdad, el alto costo de vida, la corrupción y la inseguridad, condiciones que además han forzado a muchos a emigrar en búsqueda de oportunidades fuera de sus países de origen.
Con una perspectiva de crecimiento económico regional insuficiente, estancamiento en la productividad y desafíos fiscales, a pesar de la resiliencia demostrada en el pasado, la región requiere tomar medidas audaces para responder a una amenaza de recesión global y fortalecer las bases para un crecimiento sostenido a largo plazo. Pero el reto no es solo aumentar el crecimiento, sino que debe procurarse un crecimiento con mayor inclusión, equidad y sostenibilidad, que no represente solo una cifra macroeconómica, sino que pueda reflejarse en el bienestar de las personas y facultar una mayor movilidad social. En el frente político, la polarización ideológica, la corrupción, las políticas gubernamentales y los servicios públicos ineficientes han debilitado aún más la confianza de la sociedad en las instituciones, lo que podría llevar a una peligrosa erosión de la democracia y del Estado de Derecho; mientras que las diferencias ideológicas y la fragmentación regional hacen que la búsqueda de respuestas regionales también sea más compleja.
El cambio climático y las amenazas ambientales han surgido también como un riesgo que conlleva graves consecuencias para el desarrollo; lamentablemente, este es un riesgo que aún no es suficientemente advertido en Latinoamérica.
Los procesos de reformas que apuntan a modernizar el Estado y la economía son necesarios, pero resultan insuficientes. Las iniciativas que buscan una mayor estabilidad económica e impulsar el entorno empresarial, facilitando así las inversiones y el crecimiento económico son un paso muy importante, sin embargo, ante el contexto de volatilidad que predomina en la región y a la luz del descontento social existente, de los desafíos en materia de gobernabilidad y de los problemas ambientales, se requiere definir un nuevo enfoque económico y social centrado en el ser humano, como una prioridad absoluta.
Muchos de los retos latinoamericanos se ven reflejados también en otras geografías y cobran una preocupación a escala global. La Reunión Anual del Foro Económico Mundial, que marca su 50º aniversario, ha convocado en Davos a los principales líderes mundiales de todos los sectores de la sociedad para colaborar en estos asuntos apremiantes y ejercer su liderazgo para catalizar el cambio en seis áreas esenciales: economía, industria, sociedad, medioambiente, geopolítica y tecnología.
Parte importante del enfoque de la reunión se centrará en retomar el concepto del “Capitalismo de las partes interesadas” (Stakeholders Capitalism) planteado en 1971 por el Profesor Klaus Schwab, fundador y presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial, que propone un modelo en el que más allá de los intereses puramente financieros y la maximización de las ganancias, las empresas deberían adquirir responsabilidades para con sus partes interesadas, buscando también beneficios sociales y medioambientales. Ahora son más los ejecutivos e inversionistas que comprenden que su éxito a largo plazo depende también del éxito de sus empleados, de sus proveedores, de sus clientes y de la comunidad en general. Muchos más deben sumarse a este compromiso.
Como complemento, se presentará el “Manifiesto de Davos 2020” basado en su versión original de 1973, documento pionero que propone que las empresas deben servir a la sociedad y no solo a sus accionistas o propietarios. Este manifiesto ha sido actualizado para responder a los desafíos actuales y entre otros aspectos concretos, promueve la responsabilidad fiscal de las empresas, tolerancia cero a la corrupción, responsabilidad social y medioambiental, y respeto a los derechos humanos. Además, se promoverá la medición de impacto ecológico, social y de gobernanza, y se activarán 160 iniciativas que contribuirán a una necesaria transformación sistémica al nivel global, promoviendo también la implementación del Acuerdo de París sobre Cambio Climático y la aceleración en el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. Entre estas iniciativas se destacan la siembra de un billón de árboles (One Trillion Trees) y la capacitación de mil millones de personas en la próxima década para prepararse en las actividades laborales que demanda la Cuarta Revolución Industrial.
Ocho gobiernos latinoamericanos estarán presentes en Davos: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, México y Panamá, al igual que importantes Organismos Regionales, empresarios, académicos, influyentes líderes de medios de comunicación, jóvenes y miembros de la sociedad civil de casi todos los países de la región.
Nos encontramos en un momento decisivo para dar forma al futuro de América Latina y esta reunión, al igual que la edición latinoamericana del Foro Económico Mundial, que celebraremos en abril, ofrecerán una oportunidad para fortalecer la colaboración público-privada y explorar cómo podemos aprovechar mejor las tecnologías emergentes de la Cuarta Revolución Industrial, así como definir nuevos modelos de crecimiento que pueden sentar las bases para desarrollar sociedades más equitativas y sostenibles, responsabilizarnos ante los desafíos medioambientales y lograr mayor certidumbre para el largo plazo, procurando que esta nueva década sea verdaderamente próspera para nuestra región.
(*) Directora para América Latina del Foro Económico Mundial.