América Latina en Davos

Hace diez años, asumimos con entusiasmo la que sería “La Década Latinoamericana”, pensando que seríamos capaces de aprovechar los vastos recursos naturales y el dinámico potencial humano para atender los rezagos en materia de desarrollo y cerrar diversas brechas, particularmente en la agenda económica y social. Si bien es necesario reconocer la heterogeneidad y el desempeño económico diferenciado de cada nación, y a pesar de los avances importantes logrados en diferentes áreas, el balance al final de la década estuvo lejos de alcanzar las expectativas.

Marisol Argueta de Barillas
Marisol Argueta de BarillasArchivo, ABC Color

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Varios países en América Latina están experimentando protestas provocadas por el malestar de la sociedad ante una serie de necesidades y aspiraciones insatisfechas, además que denotan la pérdida de confianza en la clase gobernante y en las instituciones. Ahora la ciudadanía es más impaciente y más exigente, y a través de las redes sociales cuenta con la conectividad que facilita exponencialmente a la sociedad civil movilizarse y poder reclamar colectivamente. Estas manifestaciones son en gran medida contra la desigualdad, el alto costo de vida, la corrupción y la inseguridad, condiciones que además han forzado a muchos a emigrar en búsqueda de oportunidades fuera de sus países de origen.

Con una perspectiva de crecimiento económico regional insuficiente, estancamiento en la productividad y desafíos fiscales, a pesar de la resiliencia demostrada en el pasado, la región requiere tomar medidas audaces para responder a una amenaza de recesión global y fortalecer las bases para un crecimiento sostenido a largo plazo. Pero el reto no es solo aumentar el crecimiento, sino que debe procurarse un crecimiento con mayor inclusión, equidad y sostenibilidad, que no represente solo una cifra macroeconómica, sino que pueda reflejarse en el bienestar de las personas y facultar una mayor movilidad social. En el frente político, la polarización ideológica, la corrupción, las políticas gubernamentales y los servicios públicos ineficientes han debilitado aún más la confianza de la sociedad en las instituciones, lo que podría llevar a una peligrosa erosión de la democracia y del Estado de Derecho; mientras que las diferencias ideológicas y la fragmentación regional hacen que la búsqueda de respuestas regionales también sea más compleja.

El cambio climático y las amenazas ambientales han surgido también como un riesgo que conlleva graves consecuencias para el desarrollo; lamentablemente, este es un riesgo que aún no es suficientemente advertido en Latinoamérica.

Los procesos de reformas que apuntan a modernizar el Estado y la economía son necesarios, pero resultan insuficientes. Las iniciativas que buscan una mayor estabilidad económica e impulsar el entorno empresarial, facilitando así las inversiones y el crecimiento económico son un paso muy importante, sin embargo, ante el contexto de volatilidad que predomina en la región y a la luz del descontento social existente, de los desafíos en materia de gobernabilidad y de los problemas ambientales, se requiere definir un nuevo enfoque económico y social centrado en el ser humano, como una prioridad absoluta.

Muchos de los retos latinoamericanos se ven reflejados también en otras geografías y cobran una preocupación a escala global. La Reunión Anual del Foro Económico Mundial, que marca su 50º aniversario, ha convocado en Davos a los principales líderes mundiales de todos los sectores de la sociedad para colaborar en estos asuntos apremiantes y ejercer su liderazgo para catalizar el cambio en seis áreas esenciales: economía, industria, sociedad, medioambiente, geopolítica y tecnología.

Parte importante del enfoque de la reunión se centrará en retomar el concepto del “Capitalismo de las partes interesadas” (Stakeholders Capitalism) planteado en 1971 por el Profesor Klaus Schwab, fundador y presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial, que propone un modelo en el que más allá de los intereses puramente financieros y la maximización de las ganancias, las empresas deberían adquirir responsabilidades para con sus partes interesadas, buscando también beneficios sociales y medioambientales. Ahora son más los ejecutivos e inversionistas que comprenden que su éxito a largo plazo depende también del éxito de sus empleados, de sus proveedores, de sus clientes y de la comunidad en general. Muchos más deben sumarse a este compromiso.

Como complemento, se presentará el “Manifiesto de Davos 2020” basado en su versión original de 1973, documento pionero que propone que las empresas deben servir a la sociedad y no solo a sus accionistas o propietarios. Este manifiesto ha sido actualizado para responder a los desafíos actuales y entre otros aspectos concretos, promueve la responsabilidad fiscal de las empresas, tolerancia cero a la corrupción, responsabilidad social y medioambiental, y respeto a los derechos humanos. Además, se promoverá la medición de impacto ecológico, social y de gobernanza, y se activarán 160 iniciativas que contribuirán a una necesaria transformación sistémica al nivel global, promoviendo también la implementación del Acuerdo de París sobre Cambio Climático y la aceleración en el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. Entre estas iniciativas se destacan la siembra de un billón de árboles (One Trillion Trees) y la capacitación de mil millones de personas en la próxima década para prepararse en las actividades laborales que demanda la Cuarta Revolución Industrial.

Ocho gobiernos latinoamericanos estarán presentes en Davos: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, México y Panamá, al igual que importantes Organismos Regionales, empresarios, académicos, influyentes líderes de medios de comunicación, jóvenes y miembros de la sociedad civil de casi todos los países de la región.

Nos encontramos en un momento decisivo para dar forma al futuro de América Latina y esta reunión, al igual que la edición latinoamericana del Foro Económico Mundial, que celebraremos en abril, ofrecerán una oportunidad para fortalecer la colaboración público-privada y explorar cómo podemos aprovechar mejor las tecnologías emergentes de la Cuarta Revolución Industrial, así como definir nuevos modelos de crecimiento que pueden sentar las bases para desarrollar sociedades más equitativas y sostenibles, responsabilizarnos ante los desafíos medioambientales y lograr mayor certidumbre para el largo plazo, procurando que esta nueva década sea verdaderamente próspera para nuestra región.

(*) Directora para América Latina del Foro Económico Mundial.

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