La “complacencia” paraguaya en favor de los intereses del Brasil

En 40 años de vida relacionada al sector energético y 35 de ellos como empleado de la Itaipú Binacional (1979 a 1988 y de 1993 a 2019) he visto de todo. En el aspecto técnico me complace sobremanera haber participado del montaje de las primeras máquinas de Itaipú, la primera línea de corriente continua del continente, la primera estación conversora de 12.600 MW, las primeras líneas aisladas con un gas, el SF6, y otras. Nuestro retorno de un curso de electricidad superior, realizado mediante el logro de una beca por concurso de la binacional hacia el Brasil, durante dos años y medio, nos permitió ver lo último en la tecnología de entonces. Mi escuela eléctrica, la de Furnas, estaba fuertemente influenciada por la Universidad de Itajubá, una de las más respetadas de Latinoamérica.

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Rodaban los 80’s cuando comenzaron los primeros giros: el mecánico o industrial, luego el giro eléctrico o comercial. Las primeras facturaciones de Itaipú se iniciaron en 1984. Pero, durante mi curso de electricidad de usinas y especialización en protección eléctrica aprendí otras cuestiones socio-económicas y geopolíticas. Ellas se evidenciarían durante mi pasaje en Itaipú, como funcionario del cuadro propio, y en la vida política del Paraguay, especialmente luego de la caída de la dictadura de Stroessner, en 1989.

He confirmado mediante uno de los métodos de la investigación, la observación participante, la astucia y sagacidad de las relaciones internacionales brasileñas, liderada por Itamaraty. Y aquí no hablamos de cuestiones limítrofes, comercio de frontera, nuestra remembranzas de la Guerra del 70 y otras cuestiones bilaterales, sino específicamente nuestro negocio energético.

En este mega negocio, que hace honor a los megavatios producidos, hemos sufrido una de las más grandes injusticias económicas de la tierra, probablemente solo comparado a la expoliación del petróleo, oro, diamantes y otras riquezas de los países africanos.

Pero hubo autores intelectuales y materiales locales de esta claudicación energética, que continúan gozando de gran poder político y económico. Estos autores y actores utilizaron un método antiguo pero infalible de dominación: la COMPLACENCIA INTERESADA. Existen varios tipos de complacencias, marcadas por una secuencia cronológica.

La complacencia histórica

Se inicia con la aceptación de los nuevos límites del Paraguay luego de la muerte del Mariscal López y la finalización de la Guerra de 1870. Con el país invadido, la capital sitiada y gobernada por cinco largos años por los brasileños, se firma el Tratado Loizaga-Cotegipe, en 1872. Un tratado leonino y perverso que pondría en peligrosa discusión la propiedad de los Saltos del Guairá o de las Sete Quedas. Entre todas las complacencias, ésta es la más sangrienta, perversa y lapidaria, pero tiene un perdón histórico porque el Paraguay estaba diezmado, y en el grueso de la población solo quedaban mujeres, niños y ancianos.

Transcurrieron más de 90 años hasta que se apaciguaron los ánimos mediante la firma del Acta Final de Foz de Iguazú, en 1966, donde el ministro de Relaciones Exteriores del Paraguay, Dr. Raúl Sapena Pastor, y el ministro de relaciones exteriores de los Estados Unidos del Brasil, embajador Juracy Magalhaes, estamparon sus firmas en representación de ambos gobiernos. Eran presidentes del Brasil y el Paraguay los generales Humberto Castelo Branco y Alfredo Stroessner, respectivamente. En ella Brasil reconocía el condominio de las aguas y del potencial hidro-energético de dichos saltos, hasta la desembocadura del río Yguazú, 270 Km aguas abajo. La división de las aguas y su producto energético, la electricidad, sería compartido en partes iguales.

La complacencia diplomática

Con la diplomacia pendular de Stroessner, pretendiendo quedar bien con el Brasil y la Argentina, se inicia la otra gran complacencia: la diplomática. Un país que se manejaba como una gran familia, liderada por el “padre de la patria”, debía encontrar solución a dos grandes problemas, su aislamiento geográfico y político. La guerra fría estaba en su apogeo y las dictaduras de derecha de América estaban apoyadas por el gran hermano del norte, los EE.UU.

La complacencia diplomática afectaba en gran manera a nuestros intereses en Itaipú por la falta de profesionalismo, capacidad y ética de la cancillería paraguaya. Además, Stroessner quería congraciarse con el Brasil y seguir gobernando en forma absolutista, usando los nuevos recursos de la binacional. La “orden superior” se presentaba con ropas económicas, financieras, geopolíticas y morales. El hecho que Stroessner murió tranquilo en una mansión en Brasilia lo dice todo.

Esta complacencia desembocaría en la firma del Tratado de Itaipú en 1973 por los cancilleres, y presidentes de ambos países, y la ratificación de los congresos domesticados por los gobiernos militares en ambas naciones: Garrastazu Medici en Brasil y Alfredo Stroessner, en Paraguay.

La complacencia de las altas partes

La hegemonía de Stroessner en el Paraguay se basaba en la nefasta trilogía: Partido Colorado, Fuerzas Armadas y administración pública. Una clientela que debía ser satisfecha con prebendas, cargos políticos, administrativos y contratos con el Estado. Con las circunstancias de la construcción de la represa y el gran negocio energético nace una élite económica conocida como los “barones de Itaipú”. Los contratos civiles, algunos electromecánicos y de infraestructura serían administrados por los ingenieros civiles y electricistas que fundaron grandes empresas, vigentes hasta hoy. Los “barones” crearían las riquezas mediante los contratos y su mecenas sería el dictador y su familia. Esta cofradía se prolongaría en el tiempo con sus herederos administrativos, los consejeros y directores, formando una “nomenklatura” servil al Brasil. Esta complacencia incluía la diplomática conformada por los cancilleres, primeros consejeros y directores de la Itaipú.

La complacencia socio-cultural

Es la más sutil de todas. Se inicia con las escuelas energéticas del cual provienen muchas especificaciones técnicas y entre ellas la más resaltante, las frecuencias, medidas en Hertz. En Sudamérica tenemos dos: la europea y la americana. De la primera se apropiaron Paraguay y Argentina, mientras que de la segunda, el Brasil. Es por ello que jocosamente los “barones de Itaipú” y sus herederos y los técnicos brasileristas reciben el mote de ingenieros de 60 Hertz, frecuencia del sistema brasileño.

Pero esto también tiene una raíz cultural, el origen de las universidades donde se formaron nuestros primeros técnicos: el Brasil o la Argentina. Los jóvenes que tuvieron la suerte de estudiar por convenio en alguna universidad brasileña, y al mismo tiempo formar una familia en dicho país, probablemente sus hijos tendrán el idioma y cultura predominante materna; es decir, hablarán en portugués, estudiarán en Foz de Iguazú. En la cátedra de historia, el Vizconde de Mauá, el Duque de Caxías y Gastón de Orleans, Conde de Eu, serán sus héroes, mientras que sus villanos serán Rodríguez de Francia y los López.

En lo institucional, probablemente sus padres tendrán una alta condescendencia hacia el Brasil, con su correspondencia por parte del mismo. Esto a su vez se reflejará en su nominación para los mas altos cargos gerenciales y sus correspondientes emolumentos y prerrogativas.

La complacencia gerencial

La complacencia gerencial se basó, por muchas décadas en dos mecanismos: la toma de la dirección técnica por ingenieros egresados en el Brasil; y la segunda, el alto salario pagado a los técnicos y gerentes con el concepto de la “isonomía salarial”, es decir: salarios iguales a trabajos iguales, sin importar la nacionalidad.

A partir de la caída de la dictadura en 1989, emergieron los movimientos sindicales en las binacionales y en todo el Estado paraguayo. Los beneficios obtenidos por los sindicatos mediante dicha isonomía fueron siderales y creo otra élite socioeconómica, la de los empleados del cuadro propio.

Los altos salarios de los gerentes, los viáticos ganados debido a la doble sede empresarial, una en Asunción, otra en la usina hidroeléctrica, sumados a los beneficios sociales de primer mundo, hacen que los jefes se aferren al cargo a costa de abandonar inclusive principios y valores personales, además de otros corporativos, incluidos en el Código de Ética. Aunque la Itaipú tenga este elemento disciplinador, este jamás funcionó a favor de la transparencia y de la defensa de los intereses nacionales.

Un ejemplo que podemos usar en esta última década es la del Ing. José Sánchez Tillería, quien permaneció más de doce años en el cargo de Director Técnico, durante cuatro presidencias de la República diferentes. O este personaje era un súper dotado, incomparable, con altas credenciales técnicas y patrióticas, o era totalmente funcional a los intereses brasileños, quienes lo protegían y propiciaban su continuidad. Su declaración en la Comisión Bicameral de Investigación del acta de 24 de mayo de 2019 desnudan a cuerpo entero su entreguismo y claudicación. Se jubiló en Itaipú con el salario más alto y llevó más del millón de dólares como una especie de gratificación por “término de funciones”.

En contrapartida, existen otros ejemplos admirables que trascienden lo gerencial y se eleva al más alto nivel administrativo, el Consejo de Administración. En este caso se involucra al ex Consejero Dr. Julio César Frutos. En su primera reunión como consejero expresó: “Hemos venido a Itaipú a ejercer nuestro mandato administrativo y no comer bocaditos y tomar Champagne cada dos meses”. Palabras más, palabras menos, fueron las últimas como consejero. En la siguiente reunión del Consejo de Administración, al entrar el Dr. Frutos en el recinto todos los consejeros brasileños se retiran. Al final, el presidente de entonces, Luis Angel González Macchi, lo envía como embajador en España. Moraleja: si defiendes los intereses del Paraguay serás excluido del colegiado binacional. El Brasil no permitiría, a partir de ahí, ningún patriota.

Por otra parte, el mercado energético del Brasil, conformado por las poderosas Petrobras, Eletrobras y sus concesionarias, además de la Nuclebras y las empresas privadas y mixtas siempre han pagado muy bien a sus técnicos. Un buen técnico, un gerente de mando medio recibía fácilmente entre 10 mil a 15 mil dólares americanos mensuales, además del mejor seguro médico, probablemente de América Latina. Un Director y un Consejero ganaban más de 20 mil dólares mensuales. El Presidente de la República, aún hoy, no llega a ganar más de US$ 5.000 mensuales. (https://www.ultimahora.com/26-altos-directivos-binacionales-ganan-mas-que-el-titular-del-ejecutivo-n2833031.html). Esto se transmitió al Paraguay a partir de 1989 y, a partir de ahí, ya nadie fue capaz de poner en riesgo su trabajo o cargo, con tan alta remuneración y opíparos beneficios.

* Exfuncionario de Itaipú

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