Ni económica ni estratégicamente le conviene a Paraguay romper con Taiwán

Este año ha estado fuertemente instalado en el país el debate de las relaciones de Paraguay con la República de China (Taiwán) y la República Popular China, con la cual existen lazos comerciales, pero no vínculos formales, debido a que, para ello, Beijing exige previa ruptura con la que considera una provincia rebelde. ¿Le conviene a Paraguay esa ruptura, política y económicamente? A simple vista podría parecer que sí. Una mirada más cuidadosa da fuertes razones a favor de lo opuesto.

Ni económica ni estratégicamente
Ni económica ni estratégicamenteCaló, ABC Color

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Casi cualquier país que se compare con China Continental en términos cuantitativos queda muy en desventaja prácticamente en todos los órdenes, y Taiwán, un pequeño archipiélago de 36.000 kilómetros cuadrados, no es la excepción.

Sin embargo, esa obvia asimetría no debe hacer caer en el error de creer que Taiwán es un país insignificante, nada más alejado de la realidad.

Es uno de los cinco Tigres de Asia, una nación desarrollada de 24 millones de habitantes, con una moneda fuerte y estable, respaldada por 450.000 millones de dólares de reservas, instituciones sólidas y democráticas (ver apartado “Democracia consolidada”), una población socialmente equilibrada, número 21 en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU, altamente educada, con uno de los porcentajes más elevados de doctorados en el planeta; es uno de los países más seguros del mundo por sus bajísimos índices de robos y crímenes violentos, con un ingreso per cápita de 50.000 dólares medido por paridad de poder adquisitivo, igual al de Alemania, cinco veces mayor que el de China Popular.

Pese al reducido tamaño del país, su economía está entre las veinticinco más poderosas del mundo, con un producto interno bruto nominal de 586.000 millones de dólares, más que la mayoría de los países europeos, un tercio del de todo Brasil, que tiene diez veces más población y 236 veces más territorio.

Es una verdadera potencia comercial. Dependiendo del año, se ubica entre el decimoquinto y el decimoséptimo puesto entre los países que más exportan en el mundo. Ocupa el decimosegundo lugar en el ranking de competitividad del World Economic Forum.

Taiwán es una pieza clave a nivel planetario en la cadena de suministros de alta tecnología. Solo por mencionar un ejemplo, es el mayor productor mundial de chips y circuitos integrados, con una participación del 68 por ciento en el mercado global.

Diplomacia “real”

Por presión de China, que ocupa un asiento con poder de veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, solo quince países reconocen formalmente a Taiwán como Estado, pero prácticamente todos mantienen relaciones “reales” con ella, aceptan su pasaporte, sus visas, y decenas de ellos tienen oficinas que actúan como embajadas sin el nombre de tales.

Son sumamente cercanos sus vínculos con Estados Unidos, Canadá, Japón, la India, el sudeste asiático, Australia, la Unión Europea.

Taiwán mantiene intensos intercambios de negocios, culturales, turísticos, deportivos y de todo tipo con gran parte del mundo, incluida la propia China Popular.

Asimismo, grandes compañías internacionales tienen presencia activa y fuertes intereses en la isla. Por ejemplo, el segundo data center más grande del mundo de Google está en Taiwán.

¿Verdad o cuentos chinos?

A través de sus agentes, China Popular trata de tentar al Paraguay para que reconozca a Beijing, pero a costa de cortar sus estrechísimas relaciones de 62 años con uno de los Tigres de Asia. ¿Le conviene al país? ¿Son realistas las promesas que nos hacen?

Si es por el comercio, no existe ninguna restricción formal para comerciar directamente con China y, de hecho, debido al alto déficit comercial (Paraguay importa US$ 3.500 millones anuales de productos chinos), nuestro país está facultado a exigirle acceso a su mercado sin ningún condicionamiento político de acuerdo con las reglas de la Organización Mundial del Comercio. Las mismas reglas que la República Popular se comprometió a respetar cuando fue admitida como miembro en 2001 con el voto, entre otros, de Paraguay.

Pero claro, la República Popular China y el régimen que la gobierna no se caracterizan por cumplir sus promesas. A República Dominicana, también para que rompiera con Taiwán, le prometieron construirle una red ferroviaria nacional y enviarle 2 millones de turistas al año. Obtenido el propósito, los dominicanos siguen esperando. Con Paraguay probablemente ocurrirá lo mismo, por la sencilla razón de que somos demasiado pequeños como para importarles verdaderamente.

¿Pies de barro?

Por tanto, Paraguay no debería dejarse llevar por supuestos beneficios coyunturales o por intereses inmediatos de un sector en particular, sino pensar más estratégicamente en el mediano y el largo plazos. Y, en tal sentido, cabe preguntarse: ¿es China lo que parece ser o es un gigante con pies de barro?

Desde lejos da la impresión de que el ascenso de China es imparable y que casi que no nos queda alternativa más que unirnos a la gran corriente como último furgoncito de cola. Desde cerca, las cosas se presentan muy diferentes.

En realidad, la que está en problemas no es Taiwán, sino China, o más precisamente, el régimen chino, cuyo enorme desafío en el tiempo es mantener el control sobre 1.400 millones de habitantes y convencerlos –u obligarlos– de manera permanente de que deben dejarse gobernar por una élite que se autoasigna el monopolio del poder por un supuesto mandato histórico, como lo fue el mandato divino en la época de las monarquías absolutas.

Se acabó la bonanza

Para conseguir ese objetivo, en los últimos cuarenta años el Partido Comunista Chino (PCC) tuvo un aliado inestimable: el alto crecimiento económico, obtenido en gran medida gracias a su acercamiento a Estados Unidos desde los años setenta.

Su economía creció durante décadas a una tasa media acumulativa de casi 10 por ciento anual, lo que le permitió poner en práctica una política de pleno empleo y sacar de la pobreza a entre 400 y 600 millones de personas, dependiendo de la definición que se utilice.

Ambos componentes, el apoyo de Estados Unidos y el alto crecimiento, están claramente llegando a su fin.

Este año, el crecimiento oficialmente admitido es del 6 por ciento, cifra probablemente sobreestimada, cuando el propio PCC sostenía que se necesitaba un crecimiento del 8 por ciento anual para mantener la estabilidad.

El Dr. Richard N. Cooper, académico del Fairbank Center for Chinese Studies y profesor de Economía Internacional de la Universidad de Harvard, estima que la economía china no crecerá más de 5 por ciento anual como tope durante la siguiente década, y eso en el mejor de los casos (“Can China High Growth Continue?”, en The China questions, Harvard University Press, 2018).

Se calcula que cada decimal porcentual que pierde China en crecimiento implica hasta un millón de empleos, debido a lo cual la mencionada política de plena ocupación se está volviendo rápidamente insostenible. Solo en el sector industrial se perdieron 5 millones de puestos de trabajo debido a la guerra comercial con Estados Unidos, y eso antes de las nuevas medidas arancelarias puestas en vigor en mayo.

Guerra más que comercial

En parte esta desaceleración es natural, producto de la maduración de la economía china, pero en gran parte se debe a que ha perdido el favor de Estados Unidos.

China todavía no está condiciones de sostener los niveles de innovación a gran escala que necesita para reimpulsar el crecimiento de su enorme economía –menos aún en un ambiente de poca libertad, lo que inhibe el desarrollo de sus talentos– y Estados Unidos ya no está dispuesto a proporcionárselo.

Allí radica el verdadero trasfondo de la llamada “guerra comercial”, que dista mucho de ser coyuntural y pasajera y va mucho más allá de Donald Trump y de lo comercial propiamente dicho (ver apartado “EE.UU. y el TAIPEI Act”).

Puestos a elegir, los inversores extranjeros y las multinacionales eligen Estados Unidos. Muchísimos están cerrando sus operaciones o reduciéndolas al mínimo, incluyendo unos 23.000 millones de dólares de capital taiwanés que se estima salieron de China y, o bien regresaron a Taiwán, o bien se mudaron al sudeste asiático (Vietnam, Indonesia, Malasia, Tailandia, Singapur) y a la India.

Control, represión, nacionalismo

En una democracia, el descontento se traduce en un cambio de gobierno. Una autocracia no admite esa posibilidad. El Partido Comunista Chino pretende gobernar eternamente, pero le será cada vez más difícil reafirmar su legitimidad a medida que la insatisfacción se extienda entre las masas.

Ante esta perspectiva, el Gobierno chino, por un lado, ha estado llevando al extremo sus medidas de control, desarrollando un sofisticado sistema de vigilancia digital sobre la población, a la par de recurrir a la más terrible represión, con miles de presos políticos, quizás centenas de miles en campos de concentración (como los “centros de educación ideológica y entrenamiento profesional” que acaban de ser expuestos por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, en un trabajo conjunto con diarios tales como The New York Times, El País y Le Monde), e incontables razias y ejecuciones de disidentes dentro del propio PCC y del Ejército Popular de Liberación.

Por el otro, el régimen ha estado promoviendo abiertamente el ultranacionalismo, con la evidente intención de echar mano al viejo método de crear enemigos externos para mantener la cohesión interna.

Xi Jinping permanentemente habla del “sueño chino”, aludiendo a la recuperación del esplendor y la supremacía de la gran y superior civilización china –por supuesto bajo la guía perpetua del todopoderoso PCC–, con el fin de justificar la agresión a los disidentes y a las minorías, preparar el camino para posibles actitudes expansionistas e insuflar en la población delirios de grandeza nacional y resentimiento hacia Occidente y hacia algunos países de la región, en especial Japón. En este contexto se enmarcan las cada vez más agresivas amenazas a Taiwán.

¿De qué lado queremos estar?

¿Le será suficiente? Está por verse. El PCC quiere llegar a 2049, centenario de la revolución, como poder indiscutido al frente de una China encumbrada como primera potencia mundial. Pocos lo creen evitable, pero también eran pocos los que creían que la Unión Soviética se vendría abajo como un castillo de naipes.

Por lo pronto, la situación en Hong Kong no solamente está mostrando que no le será tan fácil, además de confirmar que el modelo “Un país, dos sistemas”, el mismo que le proponen a Taiwán, es inviable. En definitiva, está mostrando al mundo entero que los “dos sistemas” son incompatibles y, tarde o temprano, habrá que tomar partido por uno de ellos.

¿De qué lado de la historia queremos estar, del lado de Estados Unidos y del Occidente democrático, con todos sus defectos, o del lado del totalitarismo liderado mundialmente por el secretario general y el buró político del Partido Comunista Chino?

Nunca a costa de Taiwán

Eso desde un punto de vista estratégico. Desde un punto de vista práctico, por ahora el Paraguay no está obligado a hacer esa elección. Insistimos en que no tenemos por qué cerrarnos a China. Lo que decimos es que nunca a costa de Taiwán.

Consideramos que sería muy indigno y malagradecido de nuestra parte dar la espalda a un viejo amigo, que comparte nuestros mismos valores, que nos ha ayudado muchísimo y del que todavía tenemos mucho que aprender y cooperar en beneficio mutuo, y abandonar a su suerte a una nación injustamente marginada y amenazada por otra más poderosa, una situación que Paraguay ha sufrido en carne propia en numerosos pasajes de su propia historia.

Pero si esto no fuera de por sí suficiente, dado que la dignidad para algunos no es importante, también creemos que sería un pésimo negocio echar por la borda todo lo construido durante décadas con la rica y democrática Taiwán a cambio de espejitos de colores o de unos dólares más por tonelada de algún producto específico. El PCC nos va a usar y luego descartar. Taiwán, en cambio, ya ha dado con creces muestras de que está dispuesta a ayudarnos en nuestro desarrollo, y perfectamente puede convertirse en una gran plataforma para acceder a todo el mercado asiático e internacional, no solo al de China.

arivarola@abc.com.py

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