«Yo soy el enemigo al que mataste»: un epitafio para Wilfred Owen

Este mes se conmemora el centenario de los últimos días del poeta inglés Wilfred Owen, muerto en la Primera Guerra Mundial y autor de algunos de los mejores poemas escritos en esos años.

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«I am the enemy you killed, my friend…» Wilfred Owen, Strange Meeting (1918).

Poeta bélico

Wilfred Owen nació en Oswestry el 18 de marzo de 1893, fue el primogénito de tres hermanos y murió en combate el 4 de noviembre de 1918 mientras intentaba llevar a sus hombres a través del canal de Sambre. Faltaban seis días para que se firmara el armisticio que puso fin a la Primera Guerra Mundial.

Había cursado estudios en el Birkenhead Institute y en la Technical School de Shrewsbury y, luego de trabajar dando clases de inglés en Burdeos, un año en la Bertlitz School y otro como profesor particular, había vuelto a Inglaterra para alistarse en 1915.

Se incorporó al Artists’ Rifles, pasó después al Regimiento de Manchester y desde fines de 1916 sirvió en Francia con el Segundo Batallón hasta que, en julio de 1917, le diagnosticaron neurosis de guerra y fue internado en el Hospital Craiglockhart de Edimburgo. Allí conoció al poeta Siegfred Sassoon y encontró su voz y su estilo.

Owen rechazó los ofrecimientos de sus amigos de hacer arreglos para que se quedara en casa el resto de la guerra. En agosto de 1918, regresó al frente a ayudar a los hombres que había dejado en las trincheras de Francia.

La experiencia de Owen como soldado de infantería fue fundamental en su destino y en su estilo. La guerra detonó el colapso nervioso debido al cual conoció en el hospital a Sassoon, que dio nueva dirección a su escritura, la guerra terminó con su vida a los veinticinco años de edad, la guerra cambió su visión del mundo, la guerra le trastornó el alma, la guerra le inspiró sus páginas mayores, aquellas escritas entre el verano de 1917 y el otoño de 1918. Recibió la Cruz Militar al Valor por sus acciones del primero de octubre de 1918, y meses antes, en marzo, creó sus mejores poemas en una habitación alquilada en Borrage Lane. En buena cuenta, la guerra le dio la poesía, y se la arrebató.

Música y poesía: Owen y Britten y el post-punk

La poesía de Wilfred Owen tiene al parecer la feliz cualidad de inspirar a los músicos. Entre los textos litúrgicos que componen su War Requiem Opus 60, esa poderosa Misa de Difuntos que en 1962 resonó en la derruida catedral de Coventry, Benjamin Britten insertó varios poemas de guerra de Owen.

Entre las bandas indie que, personalmente, me gusta seguir y escuchar, está The Twilight Sad, que surgió a fines del 2003 en la ciudad de Kilsyth, entre las colinas del norte de Escocia y el río Kelvin. Su sonido enigmático traduce silencios internos en canciones; sus historias hablan de misterios y parricidios, de niños enmascarados y padres siniestros.

"Lo que nadie sabe es que el nombre de la banda escocesa The Twilght Sad alude a un verso del poeta Wilfred Owen" (Julián Sorel)
"Lo que nadie sabe es que el nombre de la banda escocesa The Twilght Sad alude a un verso del poeta Wilfred Owen" (Julián Sorel)

Pero lo que nadie sabe es que hay un ángel con máscara de gas al cual el nombre de este grupo de post-punk / indie rock elogiado por Robert Smith invoca para que ampare sus tortuosas fantasías: es el poeta Wilfred Owen, que, recordemos, escribe en But I was looking at the permanent stars:

«Bugles sang, saddening the evening air, and bugles answered, sorrowful to hear.

Voices of boys were by the river-side.

Sleep mothered them; and left the twilight sad…»

«Yo soy el que mataste, amigo mío»

El 4 de noviembre de 1918, el batallón de Owen era parte de la vanguardia que rompería la línea defensiva alemana. Hay pocos detalles de su última jornada. Fue visto a las 5:45 guiando y alentando a sus hombres para cruzar el canal de Sambre. Probablemente cayó entre las 6 y las 8 de la mañana. Su familia recibió el telegrama que notificaba su muerte entre el ruido de las celebraciones del mediodía del 11 de noviembre: se acababa de firmar el armisticio.

Mucho se habla de los juegos de Owen con la asonancia y la disonancia; para Sassoon, «Extraño encuentro» es el mejor ejemplo. En ese poema, Owen imagina que se ha «alejado del combate / por hondo túnel, hace mucho excavado / por mano de titanes»...

«It seemed that out of battle I escaped

Down some profound dull tunnel, long since scooped

Through granites which titanic wars had groined».

Y que se encuentra con una triste sombra; su sonrisa, una «mueca de muerte», le revela que aquel «hosco lugar» es el Infierno.

«Amigo –dije– aquí no hay nada que llorar».

«Nada –respondió él– salvo el tiempo abolido…»

No porque la guerra haya marcado la vida y la obra de Owen ha de creerse que la exalta con discursos patrióticos ni nada parecido; su tema poético es «la pena de la guerra» –«the pity of war, the pity war distilled»–; en ella, dice, está la poesía. El mundo malgastado, el tiempo abolido, la pena de la guerra, se los revela la sombra:

«I am the enemy you killed, my friend».

Ese verso podría ser su epitafio. Y el de millones.

juliansorel20@gmail.com

Wilfred Owen
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