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El material literario recoge poemas que se proyectan hacia el infinito, hacia la esperanza y hacia la luz suprema.
En los versos está presente en forma casi constante la naturaleza.
El autor propone que el sentimiento humano, tan castigado desde siempre por la indiferencia y por la propia codicia del hombre, encuentre un momento siquiera de reposo, de paz y de regocijo interior en Prontuario de infinito.
Cierto es que la poesía de Pérez Alencart no es fluida ni sencilla. Hay que leerla pues detenida y minuciosamente para entrar en la comprensión acabada de cuanto nos va diciendo línea tras línea.
En su hermoso poema “Te estremeces por el lobo y el cordero” nos presenta al hombre como considera que es. Y el hombre, desde su humana óptica, clama desde hace largo tiempo por su orfandad, se revela contra los látigos opresivos y mantiene el don de ser el antes y el después.
Mucho de cuanto nos va diciendo el autor en la obra está encerrado dentro de metáforas o imágenes que restan —ciertamente— claridad o transparencia a su mensaje.
Pero lo que dice está expresado con tanta vivencia extática, con tanta pasión, con tanto convencimiento como conocimiento, que sus palabras van dejando huellas motivadoras en el ánimo del lector.
En “Orbita del hombre” reconoce plenamente el paso fugaz del ser humano sobre la Tierra: “Yo soy pormenor apenas, fugacidad,/ voz trémula o salmo de advenimiento,/ o huésped celebrante cuyo destino/ enseña dos moradas y dos destinos”. Del mismo modo, Pérez Alencart también se reconoce a sí mismo como mortal materia que ha de depositarse en la ladera encendida o en la oscura caverna.
Este reconocimiento, este saber entender las cuestiones relacionadas con la naturaleza humana y el aporte de su experiencia personal para que el entendimiento sea más convincente son una prueba fehaciente de su compromiso asumido con la causa del hombre.
Indudablemente, la firmeza y la coherencia marcan la personalidad del autor del poemario.
No entra en divagues, ni en vanidades.
Compagina inteligentemente la experiencia del amor con el raciocinio.
ARMONÍA INTERIOR
Una armonía interior alumbra su obra. Así escribe: ¡Oh Dios, qué desnudo afán el de este Amor/ avanzando eterno, dándose así, tan pródigo!
En “Bandera blanca”, muestra a la paz, tan necesaria, por cierto, en estos caóticos tiempos que nos tocan afrontar, como si fuera un salmo infinito.
Comprendiendo a cabalidad que los hombres se rebelan hastiados ya de vivir en condiciones penosas, sale al paso de tanta rebelión escribiendo las siguientes líneas: “Te atacan y no respondes: solo enseñas tu/ bandera blanca,/ hablándoles con ternura y con justeza,/ aunque estés encaramado a montañas de ceniza.
Lo místico, lo esperanzador, la fe puesta en el Altísimo por encima de las circunstancias adversas que tantas veces aparecen en el camino del viajero, la luz que emerge aun desde los más profundos abismos marcan en forma constante su profunda y bella poesía.
A pesar de lo hostil que se presenta el mundo y de la dolorosa historia de la humanidad, Alfredo invita al lector a conocer la experiencia del amor de Dios que redime, que hace más ligeros los pesares y que es un bálsamo para el alma. En otras palabras, se hace eco del equilibrio y de la plenitud que pueden ser hallados en el Creador.
Lirismo vivo, ardiente, vivificador y pleno de armonía es el suyo. Se lee en el libro: Avecilla de la conmiseración en Divina entrega, eres./ Avecilla que se puede tocar sin morir eres./ Aquí estás para Darte, cual certera presa Sagrada.
Como alegre saludo a un nuevo amanecer, como promesa de que los males de hoy serán borrados mañana, sus versos han sido escritos.
Una voz poética singular y digna de respeto es la suya, desde luego.
Es una voz que clama, que advierte, que susurra, que golpea puertas, que se estremece, que se levanta a sí misma y que busca —también— levantar a aquellos seres humanos que se encuentran abatidos y desamparados.
No se detiene su palabra ante las adversidades propias de los tiempos que nos atosigan.
Antes bien, animada y confiada, avanza contra el desánimo para proyectar ilusiones en dirección al infinito.
“Prontuario de infinito remite a la concepción de la música como atributo de la armonía cósmica y divina”, señala Bernadette Hidalgo Bachs.
POESÍA PARAGUAYA
QUÉ DECIR DE TUS OJOS
Qué decir de tus ojos
ebrios de risa
y de aquel deseo
guardado entre dudas.
Qué decir de tus manos,
frías, leves como el llanto de un niño,
de las caricias errantes, perdidas.
De las quedas vibraciones
de tu voz en mi piel.
Qué decir, muñeca encantada,
de la noche en la que quisimos
(y casi logramos)
ganar la guerra a los relojes
y borrar todo mundo
que no fuese nuestro.
De tantas confesiones
y ninguna promesa.
¿Qué decir, en fin,
de tus ojos?
José Carlos Martínez Almada
DONDE VUELA UN CORAZÓN
Este es el oscuro cielo por donde vuela un corazón
o un pie descalzo que a veces se desorienta
por anónimas comarcas.
este es el canto que traspasa silencios y lejanías.
Este es el pastor de humilde frente
que pertinaz escruta
a sus ovejas...
Conoces el desierto no como simple destino.
Atisbas florales primaveras del espíritu.
Hallas el resplandor que te proyecta aquella algarabía
y ahora delimitas lo que roza tu boca
o triplica tu esparcimiento, tu signo interior.
Ciervo libre, tus Dedos relampaguean.
Príncipe modesto, la evidencia de tu poder convulsiona
lo lánguido, generándole anhelos.
“Vengan —dices— , y dejen fuera las angustias,
los dividendos, las usuras; dejen fuera toda entrega
que no abra vuestro Centro; dejen fuera
cualquier doliente desmesura”.
“¡Es la hora del encuentro, de abandonar la quietud!”, dices.
Un bello suceso sorprende al alba,
anuncia, ronda las estaciones, las tremendas soledades.
No dejas que te vean porque Tú existes
para ser sentido o Entrañado, para ser bálsamo
terrenal en largos trayectos.
Tú eres quien no inventa sus potencias.
Lo tuyo es el ejemplo Entero que el mundo necesita
para que no se emponzoñen los congéneres.
Vuela un corazón por la pura identidad profunda,
vuela entre el desconsuelo de la muchedumbre.
Oh deslizante Plenitud que inflamas y apresas.
Tú estás cuando los vellos se erizan
y las entrañas se desatan.
Detrás de los dramas se convulsiona el alma.
Detrás del torvo paisaje circulan ángeles y demonios.
Detrás del semblante de martirio queda la gratitud.
Detrás el cauce, el deslumbramiento.
Ascendiste tu humanidad
después del Grito, después del Eco.
¿Cómo renacer sin glaciares en la Sangre?
Alfredo Pérez Alencart
delfina@abc.com.py