Versos de guerra

La presencia del guaraní en el español paraguayo no es adicional, no es la mera suma de un aporte en letras cursivas al texto basal de la lengua: este español recibe su vitalidad, su sonido, su tono, su ritmo, su tiempo, sus mecanismos de generación de efectos de sentido, su temperamento, en suma, de la vibrante tensión interna entre sus dos voces, de la rica dialéctica viviente entre el guaraní y el castellano. Hoy nos acercamos a un hombre de otros días que ya imprimió escritos en español y en guaraní, al fundador del famoso periódico satírico que fortaleció a tantos con la liberación y el tónico de la risa en medio de aquellos tiempos llenos de olor a muerte

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A mi parecer –parecer formado sin intención por los placeres aventureros de la curiosidad, la observación y la interacción, y no por un estudio disciplinado– la presencia del guaraní en el español paraguayo no es de tipo adicional; es decir, no es mera suma de un aporte en letras cursivas al texto basal de la lengua, sino que el español paraguayo recibe su vitalidad, su sonido, su tono, su ritmo, su tiempo, sus mecanismos de generación de efectos de sentido, su temperamento, en fin, no de esta «otra» voz (pongo «otra» entre comillas porque yo diría que es estructural y no ajena, pero aun así pongo «otra» porque, sobre todo cuando el castellano tiene predominio léxico en el habla de una persona, no necesariamente lo parece) sino de la vibrante tensión interna entre sus dos grandes voces (que no son las mismas voces por separado y fuera de este español de Paraguay), de la rica dialéctica viviente entre el guaraní y el castellano.

Así, por ejemplo, dado que el castellano es una lengua flexiva, mientras que el guaraní es una lengua polisintética o aglutinante; y dado que la flexión, debido a que permite ajustar los términos a su función exacta en su contexto, es precisa, mientras que la aglutinación, inversamente, es amplia, este español paraguayo (aunque dispone de la capacidad de ser preciso) debe a sus cualidades ambiguas la inclinación a privilegiar en el habla cotidiana una expresividad basada en las sugerencias.

La suma de palabras a la idea central, sin las especificaciones que la flexión permite, brinda en riqueza de capacidad connotativa tanto como resta en exactitud. De ahí que (como creo que entenderá cualquier persona que haya vivido suficiente tiempo en este país) el peculiar humor paraguayo, por poner un caso, juegue con el límite de lo verosímil permeando las paredes que preservan lo aceptado habitualmente como real de la contaminación con lo rechazado habitualmente como absurdo, y así, con las ambivalentes posibilidades que, en el panorama de la realidad, abre cómicamente el recurso de la exageración, desafíe el sentido común para causar risa.

Creo también que la lengua poética paraguaya de hoy, o una parte importante (importante, pero no necesariamente en términos cuantitativos) de esta, lleva en sí, en su movimiento intrínseco, a modo de principio dinámico, corriente vital o torrente sanguíneo, esa tensión de que hablaba. Lo señala, de otra forma, el escritor Damián Cabrera hablando, en una comunicación académica, de la transverbalidad en la producción literaria reciente, la que se desarrolla desde finales del siglo XX y comienzos del Tercer Milenio en Argentina, Brasil y Paraguay:

«[Jorge Canese es] uno de los primeros casos de literatura urbana en la que la interferencia, primero entre castellano y guaraní, y luego con el portugués, es trabajada como materia: escritores contemporáneos, entre los que cabe destacar a Douglas Diegues y Cristino Bogado, reconocen en ambos [el paraguayo Jorge Canese y el brasileño Wilson Bueno] piezas fundantes para articular una lengua literaria artificial, el portunhol selvagem, que, a la manera de Bueno en Mar paraguayo, opera en la encrucijada de las lenguas, en escenas transterritoriales...»

Y, no obstante lo anterior, si hoy, domingo 11 de octubre, «Día del Poeta Paraguayo», eligiéramos un poema y este fuera guno de los cantos míticos guaraníes (aunque, me imagino, se nos podría objetar esa elección por ser poemas anteriores a la existencia deParaguay –de Paraguay entendido como esa nación-estado que los discursos tradicionales, en su momento histórico de vigencia, llamaron en todo el mundo «la Patria»–), tal vez algunas voces –tal vez la de Roa Bastos– lo aprobarían:

«…estos cantos no tienen parangón en toda la literatura paraguaya escrita en castellano hasta el presente. Orgullosa de una tradición cultural en la que continúan actuando o predominando los vestigios de la dominación y la dependencia o, en todo caso, los signos de una hibridación que no ha alcanzado todavía a plasmar su propio sistema y pertinencia, los textos de esta literatura mestiza escrita en castellano, segregada de sus fuentes originarias, se apagan, carecen de consistencia y de verdad poética ante los destellos sombríos de los cantos indígenas tocados por el sentimiento cosmogónico de su fin último en el corazón de sus culturas heridas de muerte»

(Augusto Roa Bastos: Culturas Condenadas. Asunción, Servilibro, 2011).

En fin, el tema inspirado por esta fecha, el «Día del Poeta Paraguayo», está bastante lejos, como pueden ver los lectores por estos esbozos de algunos de los aspectos que involucra, de quedar cerrado aquí. Pero no era mi intención cerrarlo.

Mi intención es otra. Quede lo aquí escrito para tener presente la complejidad del terreno mientras nos acercamos con cautela y respeto a un hombre de otros días pero que ya imprimió escritos en español y en guaraní, al fundador del famoso periódico satírico que hizo a tantos soldados olvidar por un momento las angustias y penurias de las batallas y que fortaleció a tantos espíritus con la liberación y el tónico de la risa en esos tiempos llenos de olor a muerte, al fundador –con el coronel Centurión– del Cabichuí: el poeta guerrero, Natalicio Talavera, muerto en campaña a los veintiocho años durante la Guerra Grande el 11 de octubre de 1867, a las tres de la tarde o, como se dice en Paraguay, en horas de la siesta, y sepultado en Paso Pucú bajo la misma tierra que defendió como un valiente, según es fama. Nos ha dejado, entre otras cosas, la alegría de los versos elegidos, finalmente, para hoy, octosílabos tan bailables, si me permiten la expresión, tan modernos y tan rockeros que están pidiendo guitarras:

LA BOTELLA Y LA MUJER

Disputaban por saber

un pastor y un lechuguino

cuál es el tesoro más fino:

¿la botella o la mujer?

Aquél dijo: a mi entender,

es más sabrosa y más bella

la botella.

***

Cuando exhausto de fatiga

bajo un ombú me reclino

de Baco el licor divino

todas mis ansias mitiga:

allí es mi mejor amiga,

mi sol, mi luna, mi estrella,

la botella.

***

El que empieza a envejecer

se refocila, imagino

más en dos cuartas de vino

que en seis cuartas de mujer,

porque siempre está en su ser

sin melindres de doncella

la botella.

***

Calla –dijo el lechuguino–,

solo un hombre sin templanza

puede poner en balanza

a las mujeres y al vino;

¿quién suaviza el cruel destino?

¿quién da el supremo placer?

la mujer.

***

No hay contento comparado

con los goces del amor,

ni otra delicia mayor,

que el amar y ser amado;

es el don más delicado

que Dios quiso al mundo hacer,

la mujer.

***

Sin ellas todo sería

caos de inmensa tristeza

porque son de la natura

la más perfecta armonía,

es del hombre la alegría,

consuelo en su padecer,

la mujer.

***

No siempre, dijo el pastor,

porque salen, camarada,

a estocada por cornada

el fastidio y el amor;

mas mi prenda es superior,

no es falaz como aquella,

la botella.

***

Cuantos más besos le doy,

más me inflama y me enardece

y cuando aquel desfallece,

yo más animado estoy:

Papa, Rey, Príncipe soy

sin que me cauce querella,

la botella.

***

Dama que no pide y da,

grata aún después de gozada,

cuando la ven más preñada

tanto más virgen está;

sin mujer muy bien me va

porque me suple por ella,

la botella.

***

Silenciosa y no profana

un tapón tiene su boca;

aunque a celos la provoca

tal vez cierta Dama-Juana,

espera su turno ufana

y su rival no atropella,

la botella.

***

Mujer –dijo el lechuguino–

bocado de Reyes es,

pues dice el hombre al revés

de los reyes en latín,

mas no conoce un mal sin

de cuanto puede valer,

la mujer.

***

A nuestros hijos, que humanos

dan sus cuidados prolijos:

a ver si a ti te dan hijos

botellas de damajuanas;

en sus angustias tiranas

sabe al hombre sostener

la mujer.

***

Tiene el hombre una aflicción,

gime solo... y de repente

va a su amada, y luego siente

tas, tas, tas el corazón;

porque innata afección

le dice que es su placer

la mujer.

***

En esto se dejan ver

Baco y Cupido abrazados

y dicen: «Callad cuitados

que no nos sabéis entender;

todo puede complacer

tomando en medida bella;

la mujer y la botella

la botella y la mujer».

montserrat.alvarez@abc.com.py

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