Una poética del devenir

A propósito de la exposición artística Y rembe’y. Los labios del agua, realizada como parte de las actividades por el cuadragésimo aniversario del Centro Cultural de España Juan de Salazar.

/pf/resources/images/abc-placeholder.png?d=2074

Cargando...

Y rembe’y. Los labios del agua, muestra curada por Adriana Almada, recoge las principales líneas de trabajo desarrolladas por el Centro Cultural de España Juan de Salazar a lo largo de cuatro décadas: cuestiones sociales, políticas, de género, diversidad cultural, derechos humanos, nuevas subjetividades, etc., que, en definitiva, reflejan el tiempo en que vivimos.

A través de obras significativas de artistas paraguayos y extranjeros y del estudiado enlace entre expresiones recientes, piezas históricas y obras del acervo del centro cultural, esta exhibición (actualmente en las salas Goya) permite al espectador articular memorias frente al arte contemporáneo, heterogéneo en soportes, propuestas visuales y conceptuales, y en torno a temas existenciales, simbólicos y sociales. A través de su historia, el Centro Juan de Salazar ha constituido un espacio abierto a proyectos renovadores y experimentales, así como de reivindicación de los derechos humanos.

Señala Adriana Almada en su presentación que «la exposición no tiene carácter documental ni apela al discurso de archivo, sino que trabaja la memoria como proceso abierto al futuro. De ahí la imagen del río que fluye, en cambio permanente, entre “los labios del agua”». En guaraní, «rembe» significa «orilla» y también «labio»; la expresión «y rembe’y», orilla del río, literalmente traducida al español resulta «los labios del agua». Analógicamente, «el río sería una buena figura para abordar un proceso compartido: un caudal de agua que arrastra materiales y va dejando considerables sedimentaciones», dice la curadora. «La analogía como procedimiento de unificación y de ordenación aparece en el arte, en el mito y en la poesía continuamente. Su presencia delata siempre una fuerza mística en acción, la necesidad de reunir lo disperso», escribe Juan-Eduardo Cirlot en su Diccionario de símbolos (Barcelona, Siruela, 2006, p. 45); parafraseándolo, la muestra es, por analogía, un río que vive su propio orden, en el que la multiplicidad está comprendida en la unidad. Así, imaginamos para este relato cuatro grandes campos temáticos que, a nuestro parecer, conectaron las obras de la muestra: 1) el agua y el transcurso del tiempo, 2) memoria: acervo y referencias, 3) el cuerpo y las marcas sociales y 4) las señales de la historia.

EL AGUA Y EL TRANSCURSO DEL TIEMPO

En este campo se abordaría el agua como el flujo incesante del mundo. «Las aguas son la fuente de todas las potencialidades de la existencia; el origen y el final de todas las cosas del universo; lo indiferenciado; lo no manifiesto; la forma primera de la materia, “el líquido de la verificación entera” (Platón)», en palabras de Jean Campbell Cooper (Diccionario de símbolos, Barcelona, Gustavo Gili, 2000, p. 11). Aquí se encontraría la escultura en acrílico de Mónica González, que formalmente remite al viento y al agua, dos elementos diáfanos en pugna que se interpenetran y cuyas fronteras se diluyen. En El barco de las lluvias, de Flores Balbuena (Ogwa), delicado dibujo a bolígrafo sobre papel realizado por este artista ishir para ilustrar los informes que hacía a Ticio Escobar y que luego aparecerían en el conocido libro La maldición de Nemur, el agua, en forma de lluvia, representaría el poder inseminador de los dioses del cielo y la fertilidad. La pintura de Lucio Aquino, fragmento de historias resguardadas, nos recuerda que las aguas inquietas representan las vicisitudes, la ilusión y la vanidad de la vida. Robando las palabras de Santiago García Navarro sobre la línea lingüístico-conceptual de León Ferrari, podríamos decir que en la obra de Sebastián Boesmi I am water la palabra escrita en neón se interroga «acerca de las relaciones entre visualidad y escritura, virtualidad y materialización» («Ferrari poético-político, 1954-2006»; en: revista Arte al Día, N°116, octubre-noviembre, 2006, p. 26). Queremos cerrar este apartado con el peculiar conjunto formado por tallas jesuíticas y franciscanas del siglo XVIII, piezas populares contemporáneas de cerámica creadas por Ediltrudis Noguera y Julia Isídrez y un stop motion realizado por el artista ruso Juli Susin, autor también de un vídeo que alude al tiempo y su devenir, a partir del trabajo de la última. Este heterogéneo conjunto dialoga sobre un fondo histórico-cultural, así como sobre las tensiones del encuentro con el Otro.

MEMORIA: ACERVO Y REFERENCIAS ARTÍSTICAS

Este campo estaría dedicado a la memoria representativa, que, según explica el Diccionario de Filosofía (México, Atlante, 1941) de Ferrater Mora, para Bergson «es el ser esencial del hombre en cuanto entidad espiritual», «el ser que tiene memoria, que conserva su pasado y lo actualiza en todo lo presente, que tiene, por consiguiente, historia y tradición». Y rembe’y dedica un apartado a una selección de las obras del acervo del Centro Cultural Juan de Salazar, en su mayoría provenientes de la colección donada por Josefina Plá. Nos parece muy importante este hecho, ya que representaría no solo el reconocimiento de expresiones artísticas pasadas que marcaron cierta apertura en el escenario del arte paraguayo a mediados del siglo pasado y en décadas posteriores, sino el revivir afectivo que lleva en su seno parte de ese interesante pasado. Entre estas piezas se encuentran las de Julián de la Herrería, Wolf Bandurek, Leonardo Torfs, Andrés Guevara, Lili del Mónico, Olga Blinder, Carlos Colombino, Edith Jiménez, José Laterza Parodi, Laura Márquez, Joao Rossi, Livio Abramo, Joel Filártiga, Francisco Torné Gavaldá y Miguela Vera. En este apartado también podrían incluirse algunas piezas referenciales presentes en la muestra, como los grabados del admirable pintor y grabador español Francisco de Goya. Asimismo, una obra de Carlo Spatuzza (ganadora de un premio organizado por el Salazar) y una pintura de gran formato de Félix Toranzos, realizada sobre la tela y el bastidor que fueran parte del cielo raso de la antigua casa demolida para construir el auditorio del Centro Juan de Salazar. En esta línea de interés por el patrimonio cultural puede encuadrarse la secuencia fotográfica documental de Fernando Allen: tomas del sitio de Jasuka Venda, propiedad de los pai tavytera en Amambay, durante los trabajos de campo realizados por el arqueólogo español José Antonio Lasheras, director del Museo de Altamira, en el marco de un programa de cooperación con el Centro Juan de Salazar. El resultado de estas investigaciones sobre arte rupestre confirma la presencia humana en la zona hace más de cinco mil años.

EL CUERPO Y LAS MARCAS SOCIALES

Monogamia, de Claudia Casarino, es una especulación sobre las relaciones y complicidades que forjan la diferencia, en una secuencia de autorretratos y retratos masculinos enmascarados. Sara Leoz trabaja la problemática de género desde la intimidad de su historia personal, mientras Alfredo Quiroz reflexiona sobre el hedonismo masculino, la heteronormatividad y las relaciones de poder. En pequeñas frazadas que metafóricamente dan abrigo al cuerpo enfermo, Feliciano Centurión bordó frases poéticas que apuntan a la sanación y el sosiego. Marcelo Medina y Luvier Casali exponen secuencias ficcionales. El primero, desde la pintura, ensaya una especie de novela gráfica, y el segundo, desde el grabado, explora la narración mitológica. Poco exhibidas hasta ahora, las dos piezas en vídeo de Ricardo Migliorisi (La maldición de lo idéntico y El canto de las sirenas) expresan una refinada sensibilidad poética. Igualmente singular es la obra de Jenaro Pindú, que conjuga pintura y dibujo en la expresión de dos ojos desorbitados. Otra de las piezas relevantes de la exposición es un álbum fotográfico inédito del investigador jesuita Bartomeu Melià. Las imágenes, tomadas por el sacerdote en Mato Grosso, Brasil, a su llegada por primera vez a la aldea de los enawene nawe, con los que convivió entre 1977 y 1980, exhiben con naturalidad los cuerpos en estado de bienestar y armonía con el medio ambiente. También las imágenes de Guido Boggiani, presentadas en slide show, dan cuenta de culturas originarias donde el cuerpo se expresaba con libertad. La muerte de Goethe, de Osvaldo Salerno, expone la confrontación cultural: una típica casa de muñecas de origen menonita-paraguayo, traspasada en su totalidad por una flecha aché de la que surge una luz que encandila. Vemos así la casa como cuerpo social, velada en parte por un manto. La obra de Alejandra Mastro, de una serie fotográfica tomada en el Neuropsiquiátrico de Ciudad de Guatemala, resulta una exploración estética sobre la soledad y el desvarío. Y sobre un fondo oscuro, luces tímidas aparecen en las fotografías de Laura Mandelik, de su sosegada y cuidada serie Casas eléctricas. La «columna» de Bettina Brizuela, encontrada en la vía pública y trasladada a la sala de exposición, adquiere estatuto de obra mediante el gesto artístico de extraer la pieza de su ambiente original y sobreactuar algunas de sus características. Se trata de un equipamiento urbano en desuso y abandonado, al que los habitantes asignaron nuevas funciones, entre ellas la de asiento en horas de espera. Y si consideramos la superficie pictórica o de impresión como cuerpo dispuesto a recibir marcas y señales, pensamos en las obras de Jorge Ocampos y Lucy Yegros, donde la textura evidencia un devenir.

LAS SEÑALES DE LA HISTORIA

De Joaquín Sánchez, que hace tiempo trabaja el tema de la Guerra del Chaco, se exhibe una conocida obra realizada a partir de una fotografía que testimonia simbólicamente el fin de la guerra. De Carlos Colombino la curaduría incluyó (además de la pieza del acervo) su emblemática obra General a cuerda, que alude a la dictadura y su sometimiento a Washington en la década de 1960. Fredi Casco también explora esa época con una obra reciente que toma fragmentos del libro de Graham Greene Viajes con mi tía y los acompaña con imágenes de eventos oficiales del estronismo. La muestra incluye una fotografía de Javier Medina Verdolini, parte de su serie Fachadas, dedicada a las ruinas de la era estronista (un avión de Líneas Aéreas Paraguayas en estado de abandono, metáfora del país que quiere despegar y no puede a causa del deterioro causado por la corrupción). El cortometraje de Paz Encina Viento Sur evoca el exilio forzado durante la dictadura de Stroessner, en una reflexión sobre el desarraigo, la traición y el destino. Incluimos también en este grupo el filme del realizador francés Dominique Dubosc Memoria desmemoriada, que consigna el trayecto de un hombre que viaja al encuentro de sí mismo a través de escenas y personajes situados en el Paraguay de fines de los sesenta, redescubiertos tras cuarenta años, «a contracorriente del tiempo y sus efectos». Otras situaciones conflictivas en el campo político-social son abordadas por Ángel Yegros con una escultura hecha de metales retorcidos y restos de armamento y la inscripción «Kuruguaty», que alude a la masacre de campesinos ocurrida en el 2011, mientras las obras de Juan Carlos Meza y Jorge Sáenz muestran una situación traumática de desplazamiento territorial: en el primer caso, la ocupación de la plaza Uruguaya por una comunidad indígena; en el segundo, la escena de un desalojo violento que, por su encuadre, semeja una pintura neoclásica de motivos de guerra. Daniel Mallorquín muestra dibujos realizados en hoja de test de Frostig sobre las cuales transfiere imágenes de un periódico local. Los sugestivos títulos («el asombro, el desahogo, el descuido, la ira, la angustia, la amenaza») constituyen de por sí un cuadro psicológico de nuestra realidad contemporánea. Muy cerca de esta obra se expone el vídeo Presos, de Juan Carlos Maneglia, ganador del primer concurso de videoarte organizado por el Centro Juan de Salazar en 1987; realizada con medios analógicos, esta pieza exhibe gran intensidad poética y lograda resolución estética. Finalmente, dos obras potentes aluden a una línea importante de trabajo del centro cultural: la presencia de artistas españoles. La curaduría seleccionó obras de Jaime Pitarch y Núria Güell, dos relevantes artistas contemporáneos. Del primero, se expone un vídeo que aborda con fina ironía la problemática de la guerra y sus secuelas. De la segunda, una videoinstalación muy reciente, que pone en escena el derecho del individuo a la autodeterminación, el estatuto del apátrida y los obstáculos legales para renunciar a la propia nacionalidad.

Con esta importante (por su sentido, cantidad y calidad de obras y esmero en la puesta y montaje) muestra artística se activa un intercambio de lenguajes y medios en el que los planteamientos formales dialogan con otros que incluyen un fuerte componente político-conceptual. Además de las obras, queremos destacar la perspicaz apertura del planteamiento curatorial y el título sumamente evocador (pensado a partir del concepto de fluir) al habilitar ricas analogías como las asociaciones que se desprenden del simbolismo del agua y el tiempo, así como del complejo proceso de la memoria.

* Arquitecto y crítico de arte

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...