Escuchar esto es comprender varias cosas. Que hasta lo más triste que pueda uno vivir será cantado delicadamente. Que en la vida vivida con delicadeza se esfuman los límites entre la alegría y la tristeza. Que el swing es la danza de la vida.
Miseria, violencia, drogas… «La verdad de todo está en los discos», pudo quizás haberse dicho interiormente Billie, cuando escuchó por primera vez, en un tocadiscos, a Armstrong y Smith.
Con el sigilo y la gracia de un ave nocturna, la voz canta en medio de una ecología de sonidos.
Destaco, al mismo tiempo, el orgullo: un orgullo negro y femenino de jugar al todo o nada.
«El swing ha sido el motor de su vida». Pero la impronta particular de su interpretación es el swing rallentado hasta alcanzar el ritmo calmo del pesar.
Escucho entre lo que parece decirnos tácitamente el clima musical: el amor es un evento que no siempre acontece, siempre pendiente.
Se puede, no obstante, persistir.
Fumando y bebiendo, nunca pensando…
Al fondo del fondo están el sufrimiento y el deseo, identificados y redimidos.
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