Un siglo con Orson Welles

La noche del miércoles brindamos en un bar por su cumpleaños, y, con otros admiradores de su genio, conversamos por internet en una tertulia sin fronteras celebrando la noche de su primer siglo: intelectuales paraguayos y de otras partes del orbe, cineastas y escritores, desde Asunción y otros puntos del planeta, nos regalan hoy sus palabras acerca del formidable Orson Welles (Kenosha, Wisconsin, 6 de mayo de 1915 - Hollywood, California, 10 de octubre de 1985). «Orson era un hombre del Renacimiento», dijo el gran escritor cubano Guillermo Cabrera Infante. Eso da una idea de su desmesura.

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ROGER SANTIVÁÑEZ: «Rosebud es el símbolo de lo que perdemos»

Sin duda, el Ciudadano. La vi en Lima, en el cineclub Don Bosco, en 1977. Me impresionó mucho. Claro que había leído bastante –antes– sobre el filme.

Lo que más me impresionó fue la escena final. Cuando me di cuenta de que todo el problema del personaje era su infancia; es decir, la pérdida de aquel mundo al que es imposible regresar, y que en la escena estaba graficado en el trineo Rosebud.

Rosebud es el símbolo de lo que perdemos.

Roger Santiváñez. Poeta peruano nacido en Piura en 1956 y radicado en Estados Unidos. Doctor en Literatura Latinoamericana por la Temple University de Filadelfia. Ha publicado Antes de la muerte (Cuadernos del Hipocampo, 1979), Homenaje para iniciados (Lima, Reyes en el Caos, 1984), Symbol (Princeton, Asalto al Cielo, 1991), Eucaristía (Buenos Aires, Tse-Tse, 2004) y Virtú (Lima, Hipocampo, 2013), entre otros libros. Quiso escribir en la lengua que se habla por las calles después de la medianoche. Eran los ochenta. Dijo años más tarde que esa pretensión y esa edad no habrán de volver nunca. Por eso sigue escribiendo en páginas solitarias.

RAY ARMELE: «El Proceso: delirante»

Orson Welles no es mi actor favorito –lo prefiero como director– y, sin embargo, quizás rescataría la escena de Ciudadano Kane en la que llega al diario y anuncia que va a casarse, y alguna de Touch of Evil, porque revelan una intención que trasciende la escena misma; hay ideas que muestran lo que son sus personajes. Como director, me gusta El proceso, con Anthony Perkins. Delirante. Esa película siempre me gustó, y la primera vez que la vi fue en el cine club de la Manzana, en VHS. Ahora la tengo en DVD. La vi por primera vez con Félix Álvarez Sáenz, un gran sembrador. Muchos somos de su semillero.

Ray Armele. Guionista y cineasta paraguayo especializado en Dirección y Producción de Cine y TV, ha realizado cortometrajes y largometrajes y dirigido programas de televisión, colaborado con diarios y revistas como comentarista de cine y teatro y organizado durante varios años, con el historiador y novelista español Félix Álvarez Sáenz, los ciclos de cine-debate nocturno de la Manzana de la Rivera. Es docente en cátedras vinculadas con el medio audiovisual en diversas instituciones. Como escritor, ha publicado La lista de Hermes (2003) y Cuentos del mediodía (2006), entre otros libros. Le gustan los escenarios y la cámara que acorralan a Joseph K. y nunca olvida laberintos tan reales como esos.

CARLOS ELBO MORALES: «El Ciudadano Kane: es ver al verdadero Hearst como nadie lo vio»

El Ciudadano Kane, definitivamente. Es como ver al verdadero William Randolph Hearst como nadie lo vio. Que Welles entendía bastante bien el arte de comunicar, eso ya lo había demostrado en la dramatización radial de la Guerra de los Mundos. Y que tenía visión, se nota aquí.

Carlos Elbo Morales. Escritor y periodista paraguayo nacido en Buenos Aires en 1977. Ha publicado sobre todo narrativa breve de ficción en revistas, como el semanario cultural El Yakaré (del 2002 al 2006), y en antologías de cuento, como Anales urbanos (Asunción, Arandurá, 2007). Gran interlocutor y mejor cómplice, piadoso en la furia e implacable en la risa, aunque se lo conoce sobre todo como periodista, esperamos sus libros de ficción frotándonos las manos.

HUGO GIMÉNEZ: «F for fake: la película que solo puede hacer uno que ya está de vuelta de todo»

No sé si Orson Welles está entre mis favoritos, pero sí está entre los imprescindibles. Me gusta el cine o el cineasta que reflexiona sobre su propio oficio; entonces, no es difícil elegir una de entre tantas grandes obras de Welles.

Y esa es F for Fake, una película que solo puede hacer uno que ya está de vuelta de todo, que a su vez habla mucho de lo que hacemos: «fabricar mentiras». Welles como personaje y artesano que fabrica-monta un gran acto de magia. Me quedo con una frase de esa obra, y es una frase relacionada con la invasión alienígena re-creada por él: «Debería haber ido preso por eso, pero fui a Hollywood». Qué más se puede decir…

Hugo Giménez. Cineasta y documentalista nacido en Asunción en 1976. Anteayer, viernes, Fuera de Campo, documental que ha dirigido, ganador de la convocatoria paraguaya de la cuarta edición del Programa DocTv Latinoamérica, se exhibió en la Galería de arte-Cine La Sala, de Zaragoza, España. Tiene en preparación el largometraje Matar a un Muerto. En medio de cierto caos debido a cambios en los planes de proyección de Fuera de Campo en la Cinemateca Uruguaya, dentro de la Muestra de Cine Latinoamericano, pero sin merma del buen humor, conversamos entre Asunción y Montevideo. El cine es para él pasión, vicio y profesión, en ese orden.

CRISTINO BOGADO: «Citizen Kane: el amor por el claroscuro y la profundidad de campo en la que todo pasa»

Me quedo con Citizen Kane, con su amor por el claroscuro –sombras espectrales que son la definición de cine de Derrida– y con esa profundidad de campo en la que todo pasa (un buen novelista puede aprender mucho de esto). La mirada bizca, el apagar la toma y prender la profundidad de campo se superan con, digámoslo así, una mirada cíclope.

Pero también con el Don Quijote inconcluso (1969), o, como dice Giorgio Agamben, «los seis minutos más bellos de la historia del cine». Podemos aventurar que las imágenes que rasga el Quijote (en este filme inconcluso pero montado por Jesús Franco en 1992) de Wells son las de una película de Hollywood. Salidas del horno de esa fábrica de mentira (y austeridad) que lo estigmatizó como derrochador desalmado de la plata calvinista de los hijos sudorosos de América. Que querían recuperar sus inversiones –el mundo real– con su cine square –el mundo de los caballeros– a costa de un loco del séptimo arte.

Cristino Bogado. Escritor y editor nacido en Asunción en 1967. Ha publicado La copa de Satana (Ediciones de la Ura, 2002), Dandy ante el vértigo (Jakembó, 2004), Amor Karaíva (Buenos Aires, Milena Caserola, 2010), Contra el fútbol y otros nihilpoemas (Okara Japu, 2013) y Puente Ka’í (Zaragoza, Niña Bonita, 2015), entre otros libros. En el manual «Bogado para principiantes», se declara en contra de tres enemigos: el Estado, el capitalismo y la civilización.

WILSON VILLALBA: «Kane es todos, o, mejor, no es nadie»

Elijo Ciudadano Kane por la extraña sorpresa del guion, que no es sorpresa ante la resolución del ingenuo misterio, sino la sorpresa que resulta de la consideración de aquello que no se ha resuelto: Kane es todos nosotros, o, mejor, no es absolutamente nadie.

Wilson Villalba. Narrador nacido en Concepción en 1972, ha publicado algunos relatos en antologías y en libros colectivos como Prostibularias (Asunción, Servilibro, 2003), recibido algún premio de cuento, como el del diario Última Hora y Fundación En Alianza, y ha preferido hasta ahora ser glosador y consejero de otros. Siempre discretamente al fondo, pues, no se puede predecir cuándo sorprenderá con una obra suya en primer plano, pero entre tanto suele rastrear lo que Kafka y otros omitieron decir mientras recorre y observa todo en travesías nocturnas.

DOUGLAS DIEGUES: «Está el gordo Orson Welles también entre mis favoritos por sus frases geniales de filósofo de pubs»

Welles me parece genial justamente porque siempre trataba de negar el estereotipo, la etiqueta, la condición de genio. Y me parece genial también porque, y esto en el ámbito cinematográfico de su época, no tenía miedo de meter la mano en la bosta para rescatar de allí alguna joya, por así decirlo. Es uno de mis favoritos por Citizen Kane, película que hizo con recursos precarios, y en la que actuó, redactó, dirigió, se lo bancó todo, contra la corriente de la mediocridad limitada y limitante, sin apoyo. La película recibió elogios hasta de Jorge Luis Borges, que la tenía en cuenta entre sus favoritas.

Está el gordo Orson Welles entre mis favoritos también por sus frases geniales de filósofo de pubs o de reservados; frases como: «Es necesario tener dudas. Solo los estúpidos tienen confianza absoluta en sí mismos».

Douglas Diegues. Escritor, editor y estudioso de las poéticas de los pueblos nativos de Brasil nacido en Río de Janeiro en 1965. Ha publicado Dá gusto andar desnudo por estas selvas (Curitiba, Travessa dos Editores, 2003), Uma Flor (Buenos Aires, Eloísa Cartonera, 2005), Rocío (Asunción, Jakembó Editores, 2007) y El Astronauta Paraguayo (Yiyi Jambo, 2007), entre otros libros. Habitante desde su infancia de regiones limítrofes entre naciones, idiomas y culturas, escribe y piensa en su propia lengua, el portunhol selvagem, que no tiene fronteras.

ELKIN RESTREPO: «Un romántico, en el fondo»

Querida Montse, de Wells no tengo mucho que decirte porque, aunque estoy de acuerdo con todos aquellos que lo consideran el gran monstruo del cine y he visto muchas de sus películas, no es un director sobre el cual vuelva una y otra vez; prefiero otros. Sin embargo, su lucha permanente por lograr financiar sus películas, el desastre al que siempre se tuvo que enfrentar cuando las productoras se las arrebataban para editarlas ellas, qué drama para un artista. Su hedonismo, su matrimonio rápidamente fracasado con la divina Rita Hayworth, todo esto hizo de su vida también una leyenda. Una gran figura y el arquetipo de un artista que conoció a la vez la gloria y la derrota en medida extrema. Un romántico, en el fondo. Sed de mal, Los magníficos Ambersons y la última, póstuma, Falsificación, son mis preferidas.

Elkin Restrepo. Poeta, narrador, dibujante y grabador colombiano nacido en Medellín en 1942. En 1968 ganó el Premio Vanguardia de Poesía del diario El Siglo con el poemario Bla, bla, bla. Ha publicado Retrato de artistas (Universidad de Antioquia, 1983), Absorto escuchando el cercano canto de sirenas (Autores Antioqueños, 1985), La bondad de las almas muertas (Bogotá, Panamericana, 2009) y Como en tierra salvaje, un vaso griego (Sevilla, Sibilina, 2012), entre otros libros. Bailamos en Caracas durante toda una noche de ron y claroscuro cinematográfico casi todo el soundtrack de las ilusiones y fantasías del siglo XX, el de la época dorada de Hollywood, y supe que el cine de su barrio, el Manrique, se había convertido en el mundo paralelo de su adolescencia y su juventud porque pensaba que el cine era mejor que la vida.

MARTÍN CRESPO: «El plano secuencia inicial de Touch of Evil»

–Si tuvieras que elegir una escena...

Martín Crespo: Son tantas las que me gustan de Orson; sería injusto.

–¿Y qué tal como actor?

M. C.: Como actor, lo que más me llamó la atención fue su versión de Falstaff. Y, por cierto, Orson tenía una notable capacidad de verse viejo y repugnante teniendo por ahí apenas veinticinco años. Su presencia en el corto La Ricotta, de Pasolini es abrumadora. Lo mismo que El Ciudadano, cuando envejece. Lo mismo que el Juez de El Proceso, muy parecido al tipo de Touch of Evil. Tiene Orson siempre un aura medio burlona, su mirada. ¿Has visto F de Fraude? Es un documental; entonces, habla a la cámara directamente. Pero por momentos no sabes si es un documental, una ficción o una farsa. Por supuesto, trata de un falsificador real, un falsificador grosso, de los clásicos. Y ahí desmonta el circo de los galeristas.

F de fraude, un documental que no lo parece: el título me guiña el ojo. Pero aún no has elegido una escena…

M. C.: Si tuviera que elegir una sola escena rápidamente, elegiría el plano secuencia inicial de Touch of Evil.

–Perdón por lo elemental de la pregunta: es que yo aún no he visto Touch of Evil. ¿Por qué elegirías esa escena?

M. C.: Porque es una genialidad que muestra cómo en un solo plano secuencia puede hacerse una soberbia coreografía de cámara y muchos actores con una sincronización perfecta.

–Estoy viendo esos primeros minutos ahora en YouTube. Una confabulación de volúmenes, ritmo y tiempo..

M. C.: Además, Charlton Heston hace de latino.

–¿Charlton Heston de latino? No puede ser....

M. C.: Por ahí Orson lo hizo a propósito, para hacerlo sufrir.

–¿Sería capaz Orson Welles de una maldad semejante?

M. C.: Por supuesto.

Martín Crespo. Fotógrafo y cineasta argentino nacido en Buenos Aires en 1967. Su primer largometraje, La Enamorada, inspirado en textos del escritor anarquista español Rafael Barrett, se estrenó en Asunción en el 2012, y su último trabajo audiovisual, el cortometraje Trivial, fue liberado en internet el año pasado. En el 2014 también ganó, con Mondo Eusebio, el concurso Fotolibro de Autor organizado por El Ojo Salvaje. Descubrió la fotografía hace más de veinte años, con su primera cámara, una Pentax K-1000, y al probar, utilizando fotografías, el video experimental, incursionó en el audiovisual, y ese fue un camino sin retorno. Documenta los asaltos de esos otros universos que asoman cuando la realidad se descuida, y que cambian y distorsionan radicalmente su rostro, o lo revelan.

Los seis minutos más bellos de la historia del cine

«Sancho Panza entra en un cine de una ciudad de provincia. Viene buscando a Don Quijote y lo encuentra: está sentado aparte y mira fijamente la pantalla. La sala está casi llena, la galería –que es una especie de gallinero– está completamente ocupada por niños ruidosos. Después de algunos intentos inútiles de alcanzar a Don Quijote, Sancho se sienta de mala gana en la platea, junto a una niña (¿Dulcinea?) que le ofrece un chupetín. La proyección está empezada, es una película de época, sobre la pantalla corren caballeros armados, de pronto aparece una mujer en peligro. Inmediatamente Don Quijote se pone de pie, desenvaina su espada, se precipita contra la pantalla y sus sablazos empiezan a lacerar la tela. Sobe la pantalla todavía aparecen la mujer y los caballeros, pero el rasgón negro abierto por la espada de Don Quijote se extiende cada vez más, devora implacablemente las imágenes. Al final, de la pantalla ya no queda casi nada, se ve sólo la estructura de madera que la sostenía. El público indignado abandona la sala, pero en el gallinero los niños no paran de animar fanáticamente a Don Quijote. Sólo la niña en la platea lo mira con desaprobación.

»¿Qué debemos hacer con nuestras imaginaciones? Amarlas, creerlas a tal punto de tener que destruir, falsificar (este es, quizás el sentido del cine de Orson Welles). Pero cuando, al final, ellas se revelan vacías, incumplidas, cuando muestran la nada de la que están hechas, solamente entonces, pagar el precio de su verdad, entender que Dulcinea –a quien hemos salvado– no puede amarnos.»

(Giorgio Agamben: Profanaciones. Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2005)

Guillermo Cabrera Infante sobre Orson

AUTOR: «Desde el Renacimiento no había un artista como Orson Welles de quien se pudiera decir con justicia que era precisamente un hombre del Renacimiento. Welles era, actor de teatro, director de escena, mago de salón, escritor, adaptador, productor, director de cine, actor de cine y una personalidad única de quien hay que decir que te echaremos de menos hasta el día en que nos reunamos de nuevo en un cielo de celuloide. De otros artistas similares siempre podemos decir: “Pero queda su obra”. Esto no es cierto en el caso de Orson. (Esa es otra característica wellesiana: siempre, a pesar de su rareza, lo trataremos familiarmente. John Ford o Ford, Howard Hawks, Hitchcock, pero por siempre Orson.) No es cierto que Orson Welles haya dejado una filmografía completa detrás. Con excepción de El ciudadano Kane, siempre tuvimos de él no la obra entera, sino fragmentos, pedazos de películas, retazos, y en el caso de The magnificent Ambersons, hasta un final que nunca filmó. Con todo, como muchas veces con Orson, los fragmentos componen una obra maestra...»

ACTOR: «Dicen los que lo vieron que también fue un extraordinario actor teatral. Pero en el cine está la evidencia, y todos podemos comprobarla. Del joven Charley hasta el sexagenario Charles Foster Kane hay una extensa gama de actuación, tan notable como la visión del paso del tiempo en la cara del actor. De aquí arrancan todos los grandes momentos histriónicos que nos ha regalado Orson. Algunos ingratos (críticos tanto como público) han rechazado estas piezas de bravura como el peor histrionismo. Nadie les prohíbe que detesten su delicioso Falstaff, que es un monumento a la gula y a la cobardía, pero también a la lealtad. En Touch of Evil, Orson logró en Hank Quinlan su mejor actuación, a pesar del sebo y la sevicia. Pero, por mi parte, prefiero para siempre su Harry Lime, el más atractivo de todos los villanos de esa década de malvados minuciosos que son los años cuarenta. Usando un sombrero y un abrigo negro y la oscuridad rota por un spot, Orson no tuvo más que dirigir su mirada de soslayo, de abajo arriba, como el malhechor que surge de las alcantarillas para casi conquistar de nuevo el amor de un Joseph Cotten tan gris como la ciudad en la niebla. La apoteosis del melodrama es ese hombre lívido vestido de negro: bolsa negra, negro él mismo, cinema noir

(De: Guillermo Cabrera Infante: «Un genio nada frecuente», 1986)

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