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Al leer sus poesías, el lector interpretará su forma estoica de ser, de existir, de combatir un sistema dictatorial que le dolía hondamente y contra el cual se rebeló con toda la fuerza de su indignación.
Hay tantas historias de vidas que fueron escritas ya sea en forma anónima como pública durante la dura época de la represión en el Paraguay.
La actitud de Miguel Ángel Caballero Figún fue la del combate. Conoció la prisión. Fue jefe de Redacción del emblemático semanario El pueblo y director del semanario La República, de contenido esencialmente político y cultural. Creó la Editorial La República, donde publicaba obras literarias de autores nacionales. Dispuesto a dar fe de su profunda convicción de que la cultura es un elemento avivador de las voluntades, creó el Premio Literario Anual La República.
Su obra poética era musical y de definida calidad porque tenía conocimiento no solamente de la métrica, que estaba presente en casi toda su obra, sino de esa argamasa, de ese lado de luz y de sombra de que está compuesta la palabra.
Sus versos de entonación amorosa eran a veces un canto triste, nostálgico.
Es que no podía ser de otra manera, pues su humanidad estaba traspasaba por un romanticismo que casi tocaba lo religioso.
Ese decir suyo, ese lirismo que le brotaba con tanta naturalidad, venían acompañados de un acabado conocimiento académico que daba doble valor a su obra.
Pero si bebía en las aguas de lo lírico, aquello que guardaba relación con el semejante, con la situación opresiva vivida por la patria donde la libertad de expresión no tenía cabida, le importaba y también le producía desgarradora indignación. Es que él estaba hecho de una naturaleza distinta. Eligió, tal parece, acompañar a los oprimidos porque asumió un compromiso social con la suerte del ser humano.
El entorno en que vivió formó parte, una primera piel quizás, de su producción poética manejada con rigor y alto sentido crítico.
Era bohemio.
Su poesía sigue alumbrando todavía. Sobre todo aquella donde dice que le duele su país y esa otra dedicada a la memoria de Soledad Barret, nieta del ilustre Rafael Barret.
En el libro hay hermosas fotografías que evocan las etapas de su vida familiar así como otras donde se lo observa junto a nuestro también recordado poeta
José-Luis Appleyard.
En el texto se leen recordaciones muy valiosas en torno a su persona, su militancia política y su impenitente condición de poeta.
Merecido homenaje se rinde con la publicación de Antología Poética a un hombre de humanidad inquebrantable, un poeta de ley.
Y estás otra vez
Y estás otra vez
Junto a mis instantes de selva rendida,
Junto a las imágenes
De tejas muriendo
Sobre un callejón.
Eres como el aire
Que respiro en tragos ávidos de luna,
Eres una estrella, agua de mis ríos,
Ola de mi mar.
Tierra ensangrentada con olor a pampa,
Momento sin tiempo,
Nieve desprendida
De copos de luz.
Te quiero,
Princesa,
Mi cruz de soldado
Cae ante tus ojos,
Mi espada de sombras
Dobla sus aceros
Al beber tu llama.
Un día cercano
Quizás beba un vino de niebla y relámpagos...
Buscaré tu mano
Que tal vez se aleje
Diciéndome adiós.
Miguel Ángel Caballero Figún