Un papa entre budistas y musulmanes

En este 2017 que hoy termina, la visita del papa Francisco a Birmania, un país budista, y Bangladés, un país musulmán, da inicio a una nueva etapa de diálogo interreligioso, resalta el autor del presente artículo.

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Se quitó los viejos zapatos de cuero y los dejó fuera para entrar, con respeto y humildad, a reunirse con líderes de diversas religiones. Fue la primera vez que un Papa entró a un templo budista, y sucedió a fines de noviembre de este año en Birmania, donde los seguidores del sabio Sidhharta Gautama –más conocido como Buda (del sánscrito buddha, «el que ha despertado»)– son el noventa por ciento de la población. Sidhharta Gautama nació en las estribaciones de la cadena del Himalaya unos quinientos años antes de Cristo en una noble familia donde disfrutaba de una vida placentera. A los veintinueve años, al salir de su palacio, descubrió la existencia de la vejez, la enfermedad y la muerte. Conmocionado, renunció a su mundo principesco, se convirtió en asceta y practicó la meditación yoga bajo la tutela de varios maestros, buscando el sentido de la vida pero sin obtener respuestas satisfactorias hasta que, a los treinta y cinco años, su mente y su corazón se iluminaron: descubrió la esencia de la existencia humana y el camino a la armonía y la paz interior. Hasta su muerte, a los ochenta años, enseñó a sus discípulos cómo alcanzar la iluminación. Hoy, con más de cuatrocientos millones seguidores, el budismo, después del cristianismo, el islamismo y el hinduismo, es la cuarta religión más practicada del mundo. Aunque el budismo originario no opina sobre la existencia de un ser superior y creador, otros grupos que comprende el budismo son teístas y panteístas.

¿Por qué el papa Francisco entró en un templo budista? ¿Qué consecuencias tuvo ese encuentro interreligioso? Creo que con esta visita el Papa quiso valorar las otras religiones en general y el budismo en particular. En su mensaje dijo, entre otras cosas: «Buda y san Francisco de Asís son nuestros guías». Esta frase, pronunciada por un papa, es inusual y, en cierto sentido, revolucionaria. Sin embargo, señaló el papa Francisco, las enseñanzas de Buda, en varios aspectos (como el precepto de «combatir el odio con el amor, la mentira con la verdad, la avaricia con la generosidad, el mal con la bondad»), coinciden con los mensajes evangélicos.

Después de la visita a Birmania, el Papa viajó a Bangladés, donde viven ciento cincuenta millones de seguidores del profeta Mahoma (570-632 d. C.). Monoteístas, como los judíos y los cristianos, y con el Corán como libro sagrado, los musulmanes o islámicos son mil doscientos millones, y la suya es la segunda religión más practicada del mundo. La palabra Islam viene del verbo árabe «aslama», que significa: aceptar, someterse. El nombre Alá (Dios) deriva de la raíz semítica «El», al igual que los términos que designan a Dios en la Biblia. Es una religión abrahámica que acepta algunos libros de la Biblia, como la Torá, los Libros de Salomón y los Evangelios, y que admite como profetas a Adán, Noé, Abraham, Moisés y Jesús de Nazaret, entre otros. La sharia es la fuente doctrinal, espiritual y moral y la ley sagrada del Islam. En el Corán se repite frecuentemente la expresión «En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso». Las prácticas fundamentales del islamismo son solo cinco pero están muy arraigadas en la vida de los fieles: reconocer a Alá como único Dios, orar cinco veces al día, dar limosna a los pobres, ayunar en el mes de Ramadán y peregrinar a la Meca por lo menos una vez en la vida.

¿Qué hizo el papa en este país musulmán? También aquí demostró aprecio por la segunda religión más practicada del mundo, y, entre otras actividades, se reunió con refugiados de la etnia rohinyá, miembros de una minoría musulmana en Birmania, donde vivían hasta que, en agosto de este año, salvajemente perseguidos por el ejército, se vieron obligados a huir al vecino Bangladés mientras sus viviendas eran destruidas y quemadas. Hay más de seiscientos mil rohinyá refugiados en Bangladés. El papa Francisco abogó por ellos ante los organismos internacionales, tratándose de la peor crisis humanitaria de los últimos tiempos, y pronunció una frase, «La presencia de Dios hoy también se llama rohinyá», que le valió tanto aplausos como críticas. Es una afirmación simple, pero con implicancias importantes: en primer lugar, afirma que Dios está presente en el prójimo que sufre; en segundo lugar, que hay diversas religiones y culturas que comparten el mismo Dios misericordioso y fiel; y, por último, que la dignidad del ser humano está por encima de las diferencias de lengua, religión, cultura o estado socioeconómico.

La visita del papa Francisco a un país budista y a un país musulmán da inicio a una etapa histórica de amplios horizontes, en la cual comienza a volverse manifiesto que toda religión posee valores espirituales y que todas deben apuntar a los mismos objetivos, que son la paz, el bienestar y la justicia para todos los pueblos, y la conservación de nuestro planeta.

josezanardini@hotmail.com

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