Un misterio sin misterio

Rubén Sapena Brugada (1940), primer embajador de Paraguay en la España de la transición democrática, nos reveló una faceta suya desconocida hace unos años: la de narrador. Y del mundo sociopolítico paraguayo. Con ¿Éramos tan felices…? (2009) ponía encima de la mesa el debate acerca de la aceptación de la felicidad en el régimen de Stroessner, y en ella se unía el exiliado con sus compatriotas al retornar después de su caída. Su segunda novela fue La princesa triste del Mercado Cuatro (2010), era una novela del progreso social por medio del sexo. Con mayor o menor acierto, Rubén Sapena es un contador de historias nato, con una escritura muy correcta y con un conocimiento de los entresijos de la novela cuya pretensión es la pura narratividad.

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En 2012 edita La difunta Aparecida. En el fondo, continúa su estilo y su afán por convertir en crónica la ficción. En esta novela, una bellísima y famosa modelo brasileña, Aparecida, conocida como Cida Maravilha, aparece muerta a causa de dos impactos de bala en una playa de Río de Janeiro poco frecuentada. El acusado del crimen es su actual marido, el cónsul general paraguayo, lo que provoca un incidente entre los dos gobiernos que está a punto de estropear varios proyectos de colaboración mutua. Para resolver el caso, el canciller paraguayo envía a un asesor jurídico, Julio Balbuena. El canciller desea un esclarecimiento rápido, pero la situación se complica. Al final, hay un culpable, pero Balbuena no está convencido de que lo sea. Es obvio que el argumento continúa, pero preferimos no desvelarlo al lector.

El estilo dinámico, los caracteres de los personajes, el profundo sentido del humor, la crítica política, la descripción de unos diplomáticos corruptos, los entresijos del mundillo de la represión exterior, se descubren a partir de la construcción de las vidas de estos personajes. El ascenso de Cida, y la actitud avara de su madre Filomena, el progreso del cónsul, o los ambientes sórdidos de Río, contrastan con la actitud ética de Balbuena, quien gracias a una antigua novia, Heloisa, logra conocer a fondo el pasado y la telaraña de las relaciones humanas.

No es una novela detectivesca, aunque es obvio que utilice sus procedimientos. Sapena sabe conjugar el delirio de progreso de un desheredado, de infancia difícil, hasta convertirse en cónsul. Parte de su afiliación al coloradismo y por medio de ella progresará. Mientras, Balbuena cayó en desgracia y no pasó de jurista a pesar de su brillantez. Seres opuestos, como otros personajes, que dibujan un problema personal a punto de convertirse en asunto de ruptura entre estados. La novela es la sátira de un medio diplomático no siempre diáfano, partiendo de la premisa de su conocimiento por el autor.

Quizás la novela carezca de profundidad en el tratamiento de las situaciones y se centre demasiado en los diálogos y en las peripecias. Pero no es obstáculo para subrayar que cumple con brillantez su objetivo: enseñar deleitando. Porque cuenta –y muy bien– una historia donde se mezclan los amores, los afanes de progreso social a costa de todo, los menesteres diplomáticos, los matrimonios de conveniencia, los avatares políticos, la urgencia de respuesta de los medios de comunicación, el crimen y la situación social. Por esta conjunción de motivos, La difunta Aparecida será una novela que gustará a cualquier lector.

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