Un libro para leer y releer

Ana María Rivarola Matto ha escrito un libro llamado Memorias, recetas y un gran amor. El volumen lleva el sello de Criterio Ediciones. Estamos ante la historia de una mujer que como Scarlet O'Hara, la heroína de la película Lo que el viento se llevó, amó profundamente su tierra, lejana ella, allá en Uruku'y.

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Vivió su niñez (la mejor de todas, le parece a uno, a medida que avanza en la jugosa lectura del libro), a plenitud. Aprendió, bajo el liderazgo de su madre, a amar los nobles productos de la siembra y de la cosecha. Aquellos productos de la tierra bajo su pluma adquieren un fulgor simbólico y traen a la memoria una época de bonanzas y de esplendor.

Teniendo Ana María unos padres muy apegados a la lectura, y a la recitación de las poesías de los poetas más conocidos, le tomó el gusto a los libros y a la redacción de poemas. Son la evocación de muchas noches poéticas, bajo el cielo estrellado, una parte intensa, elevada, del libro.

Por el hilo de una vida llena de aventuras y travesías, la autora nos va contando con un lenguaje que revela -claramente- su perfil de escritora, las tradiciones y costumbres de un Paraguay de antes, pero un Paraguay campesino. Así nos venimos a enterar, por medio de sus relatos, cómo echaban a andar prósperamente las huertas, cómo (también) crecía el número de huevos en el gallinero, y cuántos de ellos venían a parar en la surtida mesa familiar.

Ana María Rivarola Matto recibió una educación valiosa (estudió en los mejores colegios de Asunción y de Buenos Aires) que le permitió observar la vida con el conocimiento propio de las personas cultas, bien formadas.

Pudo, mediante sus lecturas de las obras de poetas, observar -también- la existencia, el entorno, con cierto embeleso poético. A muchas circunstancias hay que sumar que Dios la dotó de un gran espíritu y de una enorme fuerza de voluntad para ir superando los reveses que le ocurrieron. Ciertamente, a la autora de Memorias, recetas y un gran amor, le pasó la estrechez económica cuando tuvo que ir a Buenos Aires, soltera y embarazada. En una época en que se consideraba un deshonor para la familia tener un hijo sin estar casada, ella optó por no casarse con el padre de su hija y enfrentar la vida, y los apremios y lo que hubiera que enfrentar, sola. Y le fue mal, y le fue bien. Conoció momentos duros y supo de días felices. En todo tiempo se apoyó en su fe cristiana. A lo largo de la lectura de la obra, se nota esa evidencia mística que era como un fuego en su espíritu, una llama prendida a la esperanza.

Se casó una vez, pero de mentira, en Mauricio José Troche, pues el Juez de Paz no quiso cambiar el nombre de María Ana Mato por el verdadero, y ella, sabiendo que en esas circunstancias, el matrimonio no tenía valor, estampó lo mismo, y muy campantemente, su firma. Después de un tiempo contrajo nupcias con Juan Carlos (hijo de J.B. Naviliat y de Juanita Fontana, que descendía de una familia campesina de italianos del norte) y, esta vez, de veras.

Y ahora debo contar que conoció en una estancia, siendo ama de llaves, a quien fuera realmente el gran amor de su vida: el poeta Óscar Ferreiro. Esta mujer de espíritu libre y de ideas independientes protagonizó un romance pleno de fuego y de pasión con el poeta pilarense. Por entonces estaba aguardando la llegada de su segunda hija y Ferreiro le decía que querría a la niña como si fuera suya. Nos cuenta, nos habla de su amor por Óscar, con una vehemencia a prueba de fuego. El poeta la amaba con la misma entrega. Por circunstancias familiares sobrevino la separación.

Revelando un espíritu romántico, ella escribe poesías a Óscar Ferreiro, que el lector podrá apreciar en el libro. Cuando llega a los 73 años, retoma su amor con el poeta. Él la visita en Caacupé. Y ella, demostrando que las cosas del amor hay decirlas, ventilarlas, pues son las mejores cosas que a los seres humanos les pasa, cuenta todo sobre el fuego, sobre aquella vorágine que a ambos sacudía y devoraba. Este es un libro que se lee con fruición, con gusto.

ÓSCAR, 50 AÑOS DESPUÉS

Óscar Ferreiro y yo habíamos vuelto a encontrarnos casualmente varias veces. Esos encuentros eran fiestas para ambos, aunque durasen lo que un saludo en la calle, y siempre, invariablemente, él me pedía reanudar nuestras relaciones. Acallando mis sentimientos, yo rechazaba sus propuestas de una manera tajante. Nunca quise perjudicar su matrimonio con la hermana del gran amigo de mi hermano mayor.

Cuando murió mi hermano Kiko, Óscar ya estaba viudo y vino a darme los pésames con un frasco de perfume muy fino en las manos. También entonces yo me opuse a sus requiebros y a sus pedidos, pero tuve que apelar a toda la fuerza de mi voluntad porque mi alma clamaba por él. Pasaron los años y el 7 de abril del 2002 apareció Óscar nuevamente en mi vida.

Entonces sí, sin mediar palabras, nos comimos a besos. -No quiero morirme sin tenerte de nuevo en mis brazos- me dijo él. Y para mí fue como si hubiera caído un fósforo en el seco pastizal. Eso fue fuego sobre fuego. Desde entonces y hasta su partida, hemos vivido un amor tumultuoso, apresurado, como si quisiéramos cobrarnos todo el tiempo que habíamos pasado separados. Fiebre, fuego, amor, pasión y locura, todo se juntó en un amasijo sin par. A mis 73 años he tenido la dicha de tenerlo postrado ante mí con su cara en mi regazo susurrándome locas palabras de amor.

Por eso, por más destrozado que esté mi corazón con su muerte, repito las palabras de Amado Nervo: "Vida, nada me debes. Vida, estamos en paz".

BREVE RESEÑA BIOGRÁFICA DE ANA MARÍA RIVAROLA MATTO

Nació en Asunción el 17 de noviembre de 1928 y pasó gran parte de su infancia entre la casa de sus padres en la capital y el establecimiento que tenían en el norte del país, en Rosario. Hermana de dos grandes escritores paraguayos, José María y Juan Bautista Rivarola Matto, ella misma, como una gran lectora, ha comenzado a dejar testimonio de su cultura, y este es su segundo libro. Ha publicado Tetaguá rembi'u - Relatos y recetas, y ahora presenta estas memorias sazonadas con la sabiduría que dan los años y la buena costumbre de observar a otros seres humanos con interés y solidaridad.
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