Tristán Roca y el consenso popular lopista

El escritor y periodista Tristán Roca Suárez (Santa Cruz, Bolivia, 1826 - San Fernando, Paraguay, 1868), fundador y director del primer periódico cruceño, La Estrella del Oriente, fue diputado y prefecto de su ciudad natal hasta que, exiliado por motivos políticos, llegó a Paraguay –donde dirigió El Centinela– hace ciento cincuenta años, en medio de la Guerra de la Triple Alianza, para cumplir un interesante y decisivo papel en la historia de nuestro país, en el que murió fusilado.

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Hace ciento cincuenta años, en un momento clave de la Guerra de la Triple Alianza, llegó a Asunción, a mediados de 1866, el doctor Tristán Roca, político e intelectual boliviano. Tras la victoria de Curupayty en septiembre, las acciones bélicas estaban en una fase de letargo, con el prestigio de Mitre deshecho y agudos conflictos entre los líderes militares aliados, incluso entre Caxias y el comandante de la armada brasileña, Tamandaré. Entre tanto, López necesitaba encontrar un modo de conseguir que sus soldados siguieran desafiando su casi inevitable destino. Roca, que tenía experiencia de periodista en su Santa Cruz natal, publicó en El Semanario, el periódico oficial paraguayo, una elogiosa crónica del triunfo en Curupayty que le valió el acercamiento al presidente, con quien empezó a discutir sobre estrategias políticas.

El Mariscal era consciente de que estaba ante una nueva etapa en la guerra. Había pasado la euforia de la oligarquía comercial, que se había ilusionado en la fase ofensiva en Corrientes, Mato Grosso y Uruguayana y ya era parte de un plan definitivamente abandonado. Por otra parte, si bien se habían detenido las acciones bélicas de la Alianza, también los intentos de mediación, de Chile y luego de Estados Unidos, para poner fin a la guerra habían quedado por el camino. Urgía un nuevo plan. Y allí entró la figura clave del doctor Tristán Roca, que, con su experiencia como prefecto y líder de la Sociedad Progresista de Bolivia, pasó a integrar el selecto grupo de asesores políticos de López junto con el canciller José Berges, Natalicio Talavera, Aveiro, director del archivo nacional, el inglés Thompson y los generales Barrios y Díaz.

Tanto en Asunción como en Areguá y hasta en el cuartel general de López en Paso Pucú, Roca mantuvo una intensa actividad que le permitió conocer profundamente el pensamiento de los principales actores políticos del país. Supo de los anhelos de la burguesía asuncena de comerciar los principales productos del país –yerba mate, algodón, madera, ganado– en los mercados internacionales, y de su desacuerdo con la continuación a cualquier precio de esta guerra totalmente opuesta a sus intereses, y conoció las primeras disputas por el poder.

Pero, sobre todo, como Talavera y Berges, entendió que se debía lograr el consenso entre las clases populares, los soldados del frente de batalla, las mujeres del campo que seguían produciendo alimentos, los trabajadores del ferrocarril, los de la fundición, los marineros, los artesanos que seguían fabricando desde ropas hasta ácidos de apepú para los telégrafos. Comprendió que había que apelar a esa población, ajena a posibles negocios en el mercado internacional, sin ningún interés en trabajar en los yerbales ni en las estancias particulares y que luchaba por conservar su porción de tierra en la que seguir cultivando, sus animales domésticos y su producción alimentaria familiar, sin otras pretensiones monetarias. Por esa peculiaridad de Paraguay peleaban. Esa era la gente a la que debía llegar el nuevo mensaje.

La inesperada muerte del general Díaz apresuró la necesidad de llevar información a las trincheras. Entre abril y julio de 1867, en plena guerra, surgieron cuatro periódicos: El Semanario, El Centinela, El Cabichuí y El Cacique Lambaré. Por primera vez circulaban en Paraguay periódicos ilustrados y periódicos en guaraní. Roca era formalmente el director-responsable de El Centinela, que apareció el 25 de abril de 1867, definido como «serio-jocoso» y dirigido ya a ese nuevo público de trinchera para buscar la cohesión de las clases subalternas de Paraguay.

Cada uno de los cuatro periódicos tenía sus propios objetivos. El Semanario, vocero del Gobierno, dedicado a noticias y novedades formales, apuntaba a la élite de Asunción. El Centinela, con sus grabados y análisis, también se dirigía a ese público, pero la inclusión de páginas en guaraní denotaba ya la intención de llegar a otro sector. El Cabichuí, totalmente satírico y con innovadores grabados anónimos de artistas del frente de batalla, apuntó a lo más profundo del combatiente y su familia. Finalmente, El Cacique Lambaré, totalmente en guaraní, completó la estrategia comunicativa de ese particular Estado Mayor de López, con Tristán como principal asesor.

Ese grupo trazó una estrategia para comunicarse con los sectores populares realmente nueva y definió perfectamente el objetivo de llegar con un nuevo mensaje a nuevos sectores y no ya solo a los lectores de Asunción. El análisis de la necesidad de fortalecer el consenso popular en torno al presidente, de lo imperioso de buscar el apoyo popular a los posibles grandes sacrificios que se avecinaban, supuso una tarea fenomenal en la que posiblemente el doctor Roca tuvo un papel destacado.

De ninguna manera cabe deducir, de la adopción de esta nueva estrategia política, que López repentinamente se interesara por estos sectores en un acceso de sensibilidad social; sí manifiesta una consciencia de las contradicciones existentes desde hacía más de veinticinco años entre las aspiraciones populares y las de la élite comercial y ganadera que poco a poco se iba convirtiendo en propietaria de grandes extensiones de tierra. Contradicciones que el doctor Roca, con su experiencia en Bolivia, y también en Brasil, donde había vivido exiliado, supo reconocer. Roca también sabía que en Argentina, desde la dictadura del general Rosas, se planteaba la necesidad de despojar de sus tierras a los indígenas para lograr un aumento doble, de propiedad y de mano de obra, dos elementos indispensables para una economía en expansión. De modo similar, contratar trabajadores siempre había sido difícil en Paraguay por la preferencia general de trabajar en la tierra propia, en la propiedad familiar.

Con la muerte del general Díaz, y la de Natalicio Talavera, afectado por la epidemia de cólera en el frente, la capacidad de análisis del grupo asesor se vio muy disminuida. Y, al ser descubierta la conspiración contra López, Berges, el general Barrios y el doctor Roca fueron detenidos y fusilados.

Al caer presos los principales miembros de la oligarquía asuncena, los sectores populares no reaccionaron ni los defendieron, sino que apoyaron al Mariscal. Por una curiosa ironía del destino, esa fue la mejor prueba de su excelente trabajo de comunicación, que había logrado formar un consenso popular lopista en contra de la élite comercial.

* Investigador - Filosofía UNA

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