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Mariano Melgarejo Valencia, presidente de Bolivia, veía en Tristán Roca Suárez un peligro potencial porque tenía el don de la palabra, que lo hacía capaz de movilizar a sus coetáneos cruceños contra el golpe de Estado que derrocó del poder a José María Achá, y el entonces alcalde de Santa Cruz de la Sierra fue detenido, esposado y enviado junto con su familia a la ciudad brasileña de Corumbá, al sur de la provincia de Mato Grosso, ocupada entonces por el ejército paraguayo. Roca llegó a través de un camino abierto durante la guerra para promover la interacción entre los bolivianos del este y los paraguayos, pero su estadía en Corumbá fue corta: entabló rápidamente buenas relaciones con los oficiales paraguayos y los convenció de que podía brindar relevantes servicios a su país en Asunción. De este modo, continuó el viaje, ahora a través del río Paraguay.
Apenas desembarcado en el puerto de la «Madre de Ciudades», sin perder tiempo demostró su habilidad de periodista. Con su experiencia en el área –después de todo, fue el fundador del primer periódico de Santa Cruz de la Sierra, La Estrella del Oriente, que comenzó a circular por las calles cruceñas en los albores de 1864–, fue a la imprenta oficial de la República de Paraguay a ofrecer sus servicios. No tuvo dificultades para ser admitido y empezó a colaborar en El Semanario, periódico publicado por la imprenta oficial del país con la misión de informar al público de los acontecimientos políticos y sociales. La guerra, naturalmente, ocupaba un lugar destacado en la agenda de la publicación.
Después de la victoria de las tropas paraguayas en Curupayty a mediados de 1866, las calles asuncenas bullían de emoción; había confianza en una victoria sobre la Triple Alianza. Imbuido de este espíritu, Tristán Roca escribió un artículo sobre la batalla, con el que se ganó la simpatía de los que dirigentes, y en especial la de Francisco Solano López.
En 1867, el intelectual cruceño aceptó la responsabilidad de dar forma y contenido a una nueva publicación que debía conmover el corazón de los paraguayos, especialmente los miembros de los sectores populares y los soldados, alimentando la llama de la resistencia contra los invasores aliados. Así, en abril de 1867, aparecieron en las calles de Asunción los ejemplares de la primera edición de El Centinela. El nuevo periódico, en su editorial, que era una dedicatoria al presidente de Paraguay, se dirigía a este definiéndose como «uno de esos soldados jóvenes que vos habéis hecho célebres en los campos de batalla».
Forjado a semejanza de La Estrella del Oriente en su diagramación, El Centinela innovaba a medida que articulaba textos de diversos tipos con una rica producción de imágenes basada en xilograbados.
En el caso de las imágenes de carácter más académico y con influencia europea de El Centinela, editado en Asunción por la imprenta oficial, el trabajo de los grabadores Manuel L. Colunga y Juan José Benítez era seguido de cerca por el reconocido arquitecto italiano Alejandro Ravizza. En el caso de la estética, más popular, de las imágenes de El Cabichuí, estas eran producidas en el campo de batalla por soldados que dominaban el arte de la talla en madera. La historiadora Josefina Plá subraya el carácter original de estas caricaturas, sin precedentes en América del Sur, fruto del ingenio y de la situación bélica en la que fueron hechas.
Como director y editor en jefe de El Centinela, Tristán Roca tenía la misión de lograr que la parte gráfica del periódico fuera la más adecuada para que los receptores comprendieran los mensajes difundidos. No es posible disociar texto de imagen al estudiar esas publicaciones de guerra, ya que el trabajo de equipo muestra un alto grado de cohesión. En El Centinela, las caricaturas estaban integradas en el contenido textual, pues así el «arquitecto» del diario, Tristán Roca, podía alcanzar diferentes estratos de la sociedad paraguaya. Con este fin, se esforzaba en adecuar el lenguaje y definir estrategias para lograr una comunicación más eficiente con el público en general, lectores y no lectores. Su producción periodística, por lo tanto, incorporó el espíritu «serio-jocoso» con la fuerza necesaria para tocar el alma de los que estaban librando la guerra y veían día a día agotarse totalmente sus recursos. Sabía con quién dialogaba. Hablaba con los soldados de las trincheras, aunque también para los miembros de la alta sociedad, ansiosos y preocupados por el curso de la guerra.
Mentor intelectual de lo que resultó ser una brillante estrategia de comunicación, Tristán Roca Suárez perdió la vida el 22 de agosto de 1868 en San Fernando, convertido en una de las víctimas de los famosos procesos ordenados por Francisco Solano López, que acusó a cientos de personas de alta traición. El intelectual que ayudó a construir con su pluma la imagen del Mariscal hoy empieza a salir de su exilio histórico a través de diversos estudios que lo elevan a la condición de «operador mítico», pues construyó conscientemente las bases que sustentan la noción de identidad nacional arraigada en la memoria de la sociedad paraguaya.
* Instituto Federal de Mato Grosso