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Esta definición no es del todo aplicable a nuestro país, donde no existe el concepto de estudiantes y profesores a tiempo completo. Cínicamente podríamos afirmar que el sistema educativo superior en nuestro país es una gran extensión universitaria, pero nos falta la universidad.
Hablaremos de tres visiones de la extensión universitaria, que no se contradicen una con otra, pero que pudieran ser aplicables en distintos contextos culturales: el clásico o de la cultura occidental, el muy particular de la cultura latinoamericana, y una propuesta para nuestro país, el de la extensión como investigación científica de problemas concretos de la sociedad.
1- La visión de la cultura occidental
La concepción histórica de la extensión universitaria tiene que ver con la responsabilidad de una clase educada en la universidad de extender la educación a adultos de clases menos favorecidas. Nació en el siglo XIX (1873), en la Universidad de Cambridge, Inglaterra, y su objetivo fue incorporar a las mujeres y a otros miembros de las clases populares a la educación universitaria. La tradición de la extensión universitaria rápidamente se propagó al mundo anglosajón, escandinavo y eslávico, y menos al latino. Los programas más variados y calificados presenciales o por internet en la actualidad están en los EE. UU. de América, donde hay más alumnos en las disciplinas de extensión que en las clases normales curriculares. Un aspecto interesante del sistema es su criterio igualitario, porque permite a adultos interesados o estudiantes marginales obtener títulos de igual o aproximada jerarquía que los programas regulares, sin las dificultades inherentes a la selección y admisión meritocráticos y a mucho menor costo.
Este modelo es preferentemente intramural. Significa crear las condiciones para que los sectores de la sociedad que necesiten educación superior u orientación técnica puedan acceder a la universidad y acudan a esta como estudiantes de tiempo parcial o completo. Los programas están diseñados especialmente para adultos y grupos marginales con vocación y potencial de estudio y aprendizaje. Es una de las grandes conquistas sociales de la función universitaria, y es también función principal porque tiene que ver con la difusión y transmisión del conocimiento. Sus cursos deben contemplar clases teóricas, pero sobre todo discusión de problemas, seminarios, talleres y laboratorio si está indicado. Existe una explosión de ofertas online en las universidades del mundo, clasificables como extensión en esta modalidad.
La universidad deberá proveer las oportunidades educacionales superiores a quienes lo requieran durante toda la vida: educación de adultos, educación de mujeres adultas que desean volver de la casa al trabajo o a la actividad académica, a quienes deseen cambiar de carreras o iniciar una nueva, educación de posgrado. Profesionales que ya están trabajando se mantienen así en la avanzada del conocimiento en sus áreas o en otras. No solamente las clases sociales desprotegidas requieren educación, sino aquellas que tuvieron la oportunidad de estudiar y obtener títulos pero que lo que estudiaron ya no les sirve. Por eso se la denomina, además, educación continua o permanente. En las disciplinas profesionales, esta función la universidad puede compartirla con las sociedades o agrupaciones gremiales o científicas profesionales.
2- La visión de la cultura latinoamericana
Los estudiantes de la revolución estudiantil de Córdoba en 1918 y sus seguidores latinoamericanos, en principio, entendieron el significado clásico educativo de la extensión universitaria en el modelo de la cultura occidental. El impacto en el Paraguay está explícito en las palabras de los líderes estudiantiles Oscar Creydt, Salvador Villagra Maffiodo y Horacio Fernández, en 1927, cuando dijeron:
"No se concibe nada más digno de la juventud que servir a la obra social de manera amplia y generosa. Devolver al país los beneficios que de él recibieron en los grandes centros universitarios. Contribuir a la regeneración y cultura de las clases desheredadas e ignorantes. Tener por alumnos a los obreros y no desdeñar que la toga doctoral se ocupe en escuelas de adultos o menos superiores, eso sí es servir a la patria y sentir el lado de la verdadera fraternidad y del verdadero socialismo". (Gabriel del Mazo, Lima, Perú).
Esta visión se adecua a la concepción educativa enfatizando el compromiso social en los programas de extensión universitaria. Pero en Latinoamérica, la extensión, de gran impacto en los estudiantes, tomó un giro extramural asistencialista. Los estudiantes salieron de la universidad a ofrecer variados servicios sociales con poca participación docente. Nuestra actividad de extensión en la Facultad de Ciencias Médicas (FCM) hace años fue netamente estudiantil y consistía en repartir medicamentos a poblaciones rurales sin una evaluación médica supervisada ni solicitar permiso a los sujetos de nuestra ayuda. O realizar vacunaciones y atender pacientes en la Chacarita. Más interesante fue la experiencia en la colonia Repatriación, donde existía una epidemia de Leishmania, en los inicios de la gran deforestación, y el 80 % de los labriegos, insertados como animales en el bosque sin ningún conocimiento del hábitat, estaban enfermos. Enormes úlceras cutáneas y mucosas de fácil identificación afectaban a esos enfermos. Tomábamos muestras de las úlceras para estudiarlas al microscopio y les dábamos a cambio medicamentos curativos, pero sin ningún seguimiento ni experiencia clínica. El componente laboratorial de este trabajo estaba supervisado por el eximio profesor Arquímedes Canese, de la cátedra de Bacteriología.
Se puede discutir el valor real de la acción extramural social de la extensión universitaria. Es cierto que cuando la universidad abre sus puertas a su comunidad ofreciendo sus instalaciones, sus bibliotecas, museos, campos deportivos ya cumple una gran función que es práctica y realizable, cuando la institución universitaria posea estos bienes, lo que no es el caso en nuestras paupérrimas o engañosas universidades. Sin embargo, cierta acción extramural en las profesiones es posible y hasta deseable, aunque más costosa, cuando la universidad mantiene con rigor los principios fundamentales de su misión, que son la educación curricular y el avance de nuevas ideas. Forma parte este concepto del compromiso de la universidad con su comunidad y su contribución al mejoramiento global del país, más allá del concepto germánico de la universidad aislada en su torre de marfil. En la medicina es legítimo y necesario como parte de la actividad de la cátedra la implementación de clínicas en áreas marginales de la ciudad o el interior del país. Es una combinación ideal de cumplir con una función social práctica de ayuda social donde se le requiera y, al mismo tiempo, de lograr un entrenamiento profesional. Sin embargo, para no caer en la habitual discontinuidad y fracaso en que la mayoría de estos programas han sufrido, porque se los crea con sentido político y no académico, debe existir una perfecta planificación. El programa debe estar finamente supervisado por sus mejores valores docentes, y no dejados en manos de los estudiantes solamente y menos de docentes oportunistas, embrolladores de la academia y la política, que nada entienden de la primera y son mediocres en la segunda. El criterio debe ser profesional y no de un paternalismo político del cual nuestra gente está humillada y harta.
3- La investigación como parte esencial de la extensión universitaria
En los modelos previamente descritos existe, desde el origen, un sentimiento de culpa y necesidad expiatoria, por el no necesariamente meritorio privilegio de ser universitario. Entonces, se desea devolver ese privilegio a quienes, injustamente, no lo tienen (a lo Rawls, en su teoría de la justicia). La apertura docente a la comunidad, si es de calidad y gratis o barata, y amplia, debe responder a los pedidos de los ciudadanos, a sus necesidades educacionales y no solamente a lo que la universidad desea ofrecer para vender o lucirse con un producto. Una manera más profunda y necesaria de la extensión, planteamos, podría ser la actividad de investigación en respuesta a problemas concretos de la sociedad. Compaginar la epistemología de la ciencia con la acción social no es sencillo pero es posible, pudiendo ser la gran diferencia con los modelos anteriores. Existirían dos maneras de hacerlo, el principal, desde los temas, preocupaciones, problemas de la sociedad, desde abajo, desde la realidad, diría el profesor William Easterly, o desde el interés de los investigadores en temas relacionados con la sociedad. En el primer caso, los ciudadanos son quienes plantean las premisas de los estudios en relación con sus necesidades y, en el segundo, los académicos solicitan respetuosamente a los miembros de la sociedad el análisis científico de lo que ellos ven como posibles nichos de investigación original. Puede haber coincidencias, la necesidad puede ser mutua, pero no siempre. También pueden haber discrepancias y el aspecto ético debe regir toda indagación cuando el sujeto se refiera a los seres humanos o a otros seres vivientes o inertes de la naturaleza. Soy menos partidario de los grandes diseños o planificaciones de investigación desde los países denominados centrales, para realizar estudios médicos, típicamente farmacológicos, que por impedimentos éticos no son posibles en sus países. Si un proyecto de investigación viola la ética de un país, también violará la ética del otro. Se debe tener control sobre todos los detalles de la propia investigación para preservar la libertad y la independencia. Podemos llamarle a esto soberanía científica. Los científicos, como los artistas, son muy celosos en obtener el crédito por sus ideas pero solidarios para compartirlas con otros.
La investigación como extensión puede abrir nuevos caminos y relacionar las ideas con la realidad social. También traducir ideas básicas de investigación a su posibilidad de aplicación, es decir, convertir una idea en algo útil. Muchas ideas y descubrimientos de gran potencial social duermen en un limbo. Una necesidad concreta o una habilidad especial, un golpe de imaginación, una serendipia, puede despertarlas y se requerirá de métodos científicos y de investigadores para esta importante conversión. Pero tan o más importante es que la investigación en la extensión puede ayudar a la inspiración, a la generación de hipótesis. En este mismo sentido, me decía el profesor Melquiades Alonso, a quien consulté sobre el tema en el que es mucho más experimentado, que "la extensión nos da pistas, orienta acerca de qué investigar y la investigación nos da elementos fundamentales para la formación"; es decir, hay una contribución epistemológica, una fuente de inspiración, una reciprocidad, una horizontalidad, una sinergia y beneficio mutuo entre investigadores y sujeto social de la investigación. No siempre es fácil compaginar el interés de los científicos y las necesidades societarias, aquel vago y abstruso en sus inicios, estas muchas veces perentorias. Pero existe casi una obligación moral de estudiar lo que está cerca, es concreto y afecta a la sociedad. Es el modelo de la generación de las hipótesis pensando en su utilidad. Es el modelo de Pasteur; lo describió recientemente en forma magistral el profesor Stokes en su librito sobre el cuadrante de Pasteur, donde explica los modos en la formación del conocimiento científico. Es mi caso, en algunos estudios de cáncer peneal, patología inexistente en el primer mundo pero que afecta a los países pobres. A nadie sino a nosotros interesa este conocimiento, que, sin embargo, con el correr de los años y algunas contribuciones, se volvió universal. Hoy conocemos a quiénes afecta, dónde viven los pacientes, el porqué de su ocurrencia, cuáles son sus causas, cómo se presentan epidemiológica, clínica y patológicamente. Cómo se tratan, cómo se previenen. Sabemos cómo eliminarlo. Todo se inició hace 40 anos con la observación de una foto de dos compatriotas nativos del Chaco examinados médicamente en una visita de campo por un gran profesor de cirugía oncológica, el doctor Manuel Riveros.
Algunos ejemplos concretos de temas de extensión-formación-investigación en las ciencias médicas pudieran ser: anticipar nuevas zoonosis, mediante estudios de varias disciplinas, vida silvestre, veterinaria, medicina y biología molecular. Tratar de anticipar cuáles serían los microorganismos patógenos en animales que se transmitirían al hombre como consecuencia de la masiva deforestación. Un ejemplo existente es el de la Leishmania canina, cuyo vector cambió por falta de bosques. Otro seíia un estudio sociosicológico o antropológico para entender la cultura de algunas poblaciones respecto a la higiene y el cuidado ambiental de su entorno, causa principal de la endemia-epidemia de dengue. Por qué cuando se saben las medidas preventivas que han eliminado la enfermedad en otras sociedades no son aplicadas por nuestra gente y todo se espera del Estado. Otro estudio sería el de evaluar y medir la seroconversión del hantavirus en poblaciones primigenias del Chaco versus otras poblaciones, su relación con algunos cánceres linfáticos, y los mecanismos biológicos y ambientales que influyen en este fenómeno. La medición y evaluación médica de la toxicidad de los agroquímicos en agricultores y poblaciones vecinas es un estudio necesario para proteger la vida de nuestros ciudadanos y para determinar y regular un equilibrio entre la producción, que es necesaria, y la salud. Evaluar y monitorear con criterio de investigación la aplicación del nuevo conocimiento en el cáncer peneal obtenido en el país, tendiendo a eliminar en 10 anos esta enfermedad. Existen innumerables nichos de investigación de gran impacto social que pudieran incorporarse a los programas de extensión universitaria investigativa.
Tampoco olvidar que el investigador, al mismo tiempo de influenciar beneficiosamente a la sociedad, pretende originalidad y universalidad, no importe dónde realice ni el área o nivel básico o aplicado de la investigación. No confundamos el trabajo de campo profesional, que es imitativo, con el trabajo del científico, que busca lo que es nuevo, descripciones, explicaciones o nuevas maneras de solucionar un problema. Ambos trabajos son meritorios, pero diferentes. El trabajo de investigación tiene sus presupuestos, su rigor, se inicia con una hipótesis y culmina en una publicación evaluada por sus pares científicos, y no en un informe técnico solventado por el Estado o una organización internacional de ayuda. Estamos hablando de ciencia académica y no de actividad tipo oenegés. No hay otra manera, por el momento por lo menos.
Es probable que en las sociedades emergentes y en desarrollo esta visión de extensión como investigación pueda convertirse en una principal función de la universidad. Porque este modelo está más allá de lo intramural o lo extramural y contiene a esta dos visiones. Es necesario estudiar esta idea en mayor profundidad, darle forma y llevarla a la práctica. Estoy seguro que si se realiza desde la universidad, desde la cátedra como dice Melquiades, con los docentes-investigadores y alumnos adecuados, dará resultados sorprendentes.
Hablaremos de tres visiones de la extensión universitaria, que no se contradicen una con otra, pero que pudieran ser aplicables en distintos contextos culturales: el clásico o de la cultura occidental, el muy particular de la cultura latinoamericana, y una propuesta para nuestro país, el de la extensión como investigación científica de problemas concretos de la sociedad.
1- La visión de la cultura occidental
La concepción histórica de la extensión universitaria tiene que ver con la responsabilidad de una clase educada en la universidad de extender la educación a adultos de clases menos favorecidas. Nació en el siglo XIX (1873), en la Universidad de Cambridge, Inglaterra, y su objetivo fue incorporar a las mujeres y a otros miembros de las clases populares a la educación universitaria. La tradición de la extensión universitaria rápidamente se propagó al mundo anglosajón, escandinavo y eslávico, y menos al latino. Los programas más variados y calificados presenciales o por internet en la actualidad están en los EE. UU. de América, donde hay más alumnos en las disciplinas de extensión que en las clases normales curriculares. Un aspecto interesante del sistema es su criterio igualitario, porque permite a adultos interesados o estudiantes marginales obtener títulos de igual o aproximada jerarquía que los programas regulares, sin las dificultades inherentes a la selección y admisión meritocráticos y a mucho menor costo.
Este modelo es preferentemente intramural. Significa crear las condiciones para que los sectores de la sociedad que necesiten educación superior u orientación técnica puedan acceder a la universidad y acudan a esta como estudiantes de tiempo parcial o completo. Los programas están diseñados especialmente para adultos y grupos marginales con vocación y potencial de estudio y aprendizaje. Es una de las grandes conquistas sociales de la función universitaria, y es también función principal porque tiene que ver con la difusión y transmisión del conocimiento. Sus cursos deben contemplar clases teóricas, pero sobre todo discusión de problemas, seminarios, talleres y laboratorio si está indicado. Existe una explosión de ofertas online en las universidades del mundo, clasificables como extensión en esta modalidad.
La universidad deberá proveer las oportunidades educacionales superiores a quienes lo requieran durante toda la vida: educación de adultos, educación de mujeres adultas que desean volver de la casa al trabajo o a la actividad académica, a quienes deseen cambiar de carreras o iniciar una nueva, educación de posgrado. Profesionales que ya están trabajando se mantienen así en la avanzada del conocimiento en sus áreas o en otras. No solamente las clases sociales desprotegidas requieren educación, sino aquellas que tuvieron la oportunidad de estudiar y obtener títulos pero que lo que estudiaron ya no les sirve. Por eso se la denomina, además, educación continua o permanente. En las disciplinas profesionales, esta función la universidad puede compartirla con las sociedades o agrupaciones gremiales o científicas profesionales.
2- La visión de la cultura latinoamericana
Los estudiantes de la revolución estudiantil de Córdoba en 1918 y sus seguidores latinoamericanos, en principio, entendieron el significado clásico educativo de la extensión universitaria en el modelo de la cultura occidental. El impacto en el Paraguay está explícito en las palabras de los líderes estudiantiles Oscar Creydt, Salvador Villagra Maffiodo y Horacio Fernández, en 1927, cuando dijeron:
"No se concibe nada más digno de la juventud que servir a la obra social de manera amplia y generosa. Devolver al país los beneficios que de él recibieron en los grandes centros universitarios. Contribuir a la regeneración y cultura de las clases desheredadas e ignorantes. Tener por alumnos a los obreros y no desdeñar que la toga doctoral se ocupe en escuelas de adultos o menos superiores, eso sí es servir a la patria y sentir el lado de la verdadera fraternidad y del verdadero socialismo". (Gabriel del Mazo, Lima, Perú).
Esta visión se adecua a la concepción educativa enfatizando el compromiso social en los programas de extensión universitaria. Pero en Latinoamérica, la extensión, de gran impacto en los estudiantes, tomó un giro extramural asistencialista. Los estudiantes salieron de la universidad a ofrecer variados servicios sociales con poca participación docente. Nuestra actividad de extensión en la Facultad de Ciencias Médicas (FCM) hace años fue netamente estudiantil y consistía en repartir medicamentos a poblaciones rurales sin una evaluación médica supervisada ni solicitar permiso a los sujetos de nuestra ayuda. O realizar vacunaciones y atender pacientes en la Chacarita. Más interesante fue la experiencia en la colonia Repatriación, donde existía una epidemia de Leishmania, en los inicios de la gran deforestación, y el 80 % de los labriegos, insertados como animales en el bosque sin ningún conocimiento del hábitat, estaban enfermos. Enormes úlceras cutáneas y mucosas de fácil identificación afectaban a esos enfermos. Tomábamos muestras de las úlceras para estudiarlas al microscopio y les dábamos a cambio medicamentos curativos, pero sin ningún seguimiento ni experiencia clínica. El componente laboratorial de este trabajo estaba supervisado por el eximio profesor Arquímedes Canese, de la cátedra de Bacteriología.
Se puede discutir el valor real de la acción extramural social de la extensión universitaria. Es cierto que cuando la universidad abre sus puertas a su comunidad ofreciendo sus instalaciones, sus bibliotecas, museos, campos deportivos ya cumple una gran función que es práctica y realizable, cuando la institución universitaria posea estos bienes, lo que no es el caso en nuestras paupérrimas o engañosas universidades. Sin embargo, cierta acción extramural en las profesiones es posible y hasta deseable, aunque más costosa, cuando la universidad mantiene con rigor los principios fundamentales de su misión, que son la educación curricular y el avance de nuevas ideas. Forma parte este concepto del compromiso de la universidad con su comunidad y su contribución al mejoramiento global del país, más allá del concepto germánico de la universidad aislada en su torre de marfil. En la medicina es legítimo y necesario como parte de la actividad de la cátedra la implementación de clínicas en áreas marginales de la ciudad o el interior del país. Es una combinación ideal de cumplir con una función social práctica de ayuda social donde se le requiera y, al mismo tiempo, de lograr un entrenamiento profesional. Sin embargo, para no caer en la habitual discontinuidad y fracaso en que la mayoría de estos programas han sufrido, porque se los crea con sentido político y no académico, debe existir una perfecta planificación. El programa debe estar finamente supervisado por sus mejores valores docentes, y no dejados en manos de los estudiantes solamente y menos de docentes oportunistas, embrolladores de la academia y la política, que nada entienden de la primera y son mediocres en la segunda. El criterio debe ser profesional y no de un paternalismo político del cual nuestra gente está humillada y harta.
3- La investigación como parte esencial de la extensión universitaria
En los modelos previamente descritos existe, desde el origen, un sentimiento de culpa y necesidad expiatoria, por el no necesariamente meritorio privilegio de ser universitario. Entonces, se desea devolver ese privilegio a quienes, injustamente, no lo tienen (a lo Rawls, en su teoría de la justicia). La apertura docente a la comunidad, si es de calidad y gratis o barata, y amplia, debe responder a los pedidos de los ciudadanos, a sus necesidades educacionales y no solamente a lo que la universidad desea ofrecer para vender o lucirse con un producto. Una manera más profunda y necesaria de la extensión, planteamos, podría ser la actividad de investigación en respuesta a problemas concretos de la sociedad. Compaginar la epistemología de la ciencia con la acción social no es sencillo pero es posible, pudiendo ser la gran diferencia con los modelos anteriores. Existirían dos maneras de hacerlo, el principal, desde los temas, preocupaciones, problemas de la sociedad, desde abajo, desde la realidad, diría el profesor William Easterly, o desde el interés de los investigadores en temas relacionados con la sociedad. En el primer caso, los ciudadanos son quienes plantean las premisas de los estudios en relación con sus necesidades y, en el segundo, los académicos solicitan respetuosamente a los miembros de la sociedad el análisis científico de lo que ellos ven como posibles nichos de investigación original. Puede haber coincidencias, la necesidad puede ser mutua, pero no siempre. También pueden haber discrepancias y el aspecto ético debe regir toda indagación cuando el sujeto se refiera a los seres humanos o a otros seres vivientes o inertes de la naturaleza. Soy menos partidario de los grandes diseños o planificaciones de investigación desde los países denominados centrales, para realizar estudios médicos, típicamente farmacológicos, que por impedimentos éticos no son posibles en sus países. Si un proyecto de investigación viola la ética de un país, también violará la ética del otro. Se debe tener control sobre todos los detalles de la propia investigación para preservar la libertad y la independencia. Podemos llamarle a esto soberanía científica. Los científicos, como los artistas, son muy celosos en obtener el crédito por sus ideas pero solidarios para compartirlas con otros.
La investigación como extensión puede abrir nuevos caminos y relacionar las ideas con la realidad social. También traducir ideas básicas de investigación a su posibilidad de aplicación, es decir, convertir una idea en algo útil. Muchas ideas y descubrimientos de gran potencial social duermen en un limbo. Una necesidad concreta o una habilidad especial, un golpe de imaginación, una serendipia, puede despertarlas y se requerirá de métodos científicos y de investigadores para esta importante conversión. Pero tan o más importante es que la investigación en la extensión puede ayudar a la inspiración, a la generación de hipótesis. En este mismo sentido, me decía el profesor Melquiades Alonso, a quien consulté sobre el tema en el que es mucho más experimentado, que "la extensión nos da pistas, orienta acerca de qué investigar y la investigación nos da elementos fundamentales para la formación"; es decir, hay una contribución epistemológica, una fuente de inspiración, una reciprocidad, una horizontalidad, una sinergia y beneficio mutuo entre investigadores y sujeto social de la investigación. No siempre es fácil compaginar el interés de los científicos y las necesidades societarias, aquel vago y abstruso en sus inicios, estas muchas veces perentorias. Pero existe casi una obligación moral de estudiar lo que está cerca, es concreto y afecta a la sociedad. Es el modelo de la generación de las hipótesis pensando en su utilidad. Es el modelo de Pasteur; lo describió recientemente en forma magistral el profesor Stokes en su librito sobre el cuadrante de Pasteur, donde explica los modos en la formación del conocimiento científico. Es mi caso, en algunos estudios de cáncer peneal, patología inexistente en el primer mundo pero que afecta a los países pobres. A nadie sino a nosotros interesa este conocimiento, que, sin embargo, con el correr de los años y algunas contribuciones, se volvió universal. Hoy conocemos a quiénes afecta, dónde viven los pacientes, el porqué de su ocurrencia, cuáles son sus causas, cómo se presentan epidemiológica, clínica y patológicamente. Cómo se tratan, cómo se previenen. Sabemos cómo eliminarlo. Todo se inició hace 40 anos con la observación de una foto de dos compatriotas nativos del Chaco examinados médicamente en una visita de campo por un gran profesor de cirugía oncológica, el doctor Manuel Riveros.
Algunos ejemplos concretos de temas de extensión-formación-investigación en las ciencias médicas pudieran ser: anticipar nuevas zoonosis, mediante estudios de varias disciplinas, vida silvestre, veterinaria, medicina y biología molecular. Tratar de anticipar cuáles serían los microorganismos patógenos en animales que se transmitirían al hombre como consecuencia de la masiva deforestación. Un ejemplo existente es el de la Leishmania canina, cuyo vector cambió por falta de bosques. Otro seíia un estudio sociosicológico o antropológico para entender la cultura de algunas poblaciones respecto a la higiene y el cuidado ambiental de su entorno, causa principal de la endemia-epidemia de dengue. Por qué cuando se saben las medidas preventivas que han eliminado la enfermedad en otras sociedades no son aplicadas por nuestra gente y todo se espera del Estado. Otro estudio sería el de evaluar y medir la seroconversión del hantavirus en poblaciones primigenias del Chaco versus otras poblaciones, su relación con algunos cánceres linfáticos, y los mecanismos biológicos y ambientales que influyen en este fenómeno. La medición y evaluación médica de la toxicidad de los agroquímicos en agricultores y poblaciones vecinas es un estudio necesario para proteger la vida de nuestros ciudadanos y para determinar y regular un equilibrio entre la producción, que es necesaria, y la salud. Evaluar y monitorear con criterio de investigación la aplicación del nuevo conocimiento en el cáncer peneal obtenido en el país, tendiendo a eliminar en 10 anos esta enfermedad. Existen innumerables nichos de investigación de gran impacto social que pudieran incorporarse a los programas de extensión universitaria investigativa.
Tampoco olvidar que el investigador, al mismo tiempo de influenciar beneficiosamente a la sociedad, pretende originalidad y universalidad, no importe dónde realice ni el área o nivel básico o aplicado de la investigación. No confundamos el trabajo de campo profesional, que es imitativo, con el trabajo del científico, que busca lo que es nuevo, descripciones, explicaciones o nuevas maneras de solucionar un problema. Ambos trabajos son meritorios, pero diferentes. El trabajo de investigación tiene sus presupuestos, su rigor, se inicia con una hipótesis y culmina en una publicación evaluada por sus pares científicos, y no en un informe técnico solventado por el Estado o una organización internacional de ayuda. Estamos hablando de ciencia académica y no de actividad tipo oenegés. No hay otra manera, por el momento por lo menos.
Es probable que en las sociedades emergentes y en desarrollo esta visión de extensión como investigación pueda convertirse en una principal función de la universidad. Porque este modelo está más allá de lo intramural o lo extramural y contiene a esta dos visiones. Es necesario estudiar esta idea en mayor profundidad, darle forma y llevarla a la práctica. Estoy seguro que si se realiza desde la universidad, desde la cátedra como dice Melquiades, con los docentes-investigadores y alumnos adecuados, dará resultados sorprendentes.