Tres cumpleaños ligados a la zarzuela paraguaya

Se cumple el centenario del nacimiento de Manuel Frutos Pane. Fue político toda su vida, pero su nombre está ligado a la historia del país por haber sido el creador literario de la zarzuela paraguaya.

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Nació en Asunción el 20 de enero de 1906. Después de casi diez años exactos, nacía también Juan Carlos Moreno González, su compañero en la iniciativa inspirada de darnos un nuevo género teatral, aunque antiguo ya en España. Moreno González nació en Asunción el 19 de enero de 1916.


Este año se cumple también el cincuentenario del estreno de la zarzuela “La tejedora de ñandutí”, la primera muestra feliz de un trabajo conjunto que se repetiría en otras exitosas creaciones.

La zarzuela paraguaya fue el redescubrimiento de la fuente, auténtica y vigorosa, del sentimiento estético popular. Ese género teatral, en manos de Frutos Pane y Moreno González, convocaba a una multitud entusiasta que llenaba de risas y de aplausos el teatro. Cada función era una fiesta.

Con “La tejedora de ñandutí”, estrenada por la compañía de comedias del Ateneo Paraguayo, en el Teatro Municipal, se inició la serie de aciertos de sus autores.

En 1959 dieron a conocer “María Pacurí”, la zarzuela que habría de quedar en el corazón del pueblo. Muchas de las canciones de esta obra forman hoy el repertorio casi obligado de los solistas y conjuntos musicales de buen gusto. Con “María Pacurí” se hizo también muy popular la pareja de cantantes Kikina Zarza y Oscar Barreto Aguayo, quien habría de continuar en el escenario hasta casi el final de la época radiante de la zarzuela paraguaya.

Este era el género que tenía un extraño influjo sobre el público, diestramente manejado por Frutos Pane y Moreno González. El primero poseía una rara intuición para dar con la frase exacta, con la escena justa que originaban risas y aplausos. Conseguía la difícil empresa de comunicarse fluidamente con el público. Picardía, gracia, humor, sátira, eran la salsa de las creaciones literarias de Frutos Pane. Y a esto agreguemos las melodías briosas o cadenciosas de Moreno González, que el público tarareaba al salir de la sala.


Era esa la zarzuela paraguaya.

Pero no se vaya a pensar que todo ha sido fácil. No todo era música ni aplausos. Había un poderoso grupo francamente hostil hacia esa modalidad teatral. Comenzaba por cuestionar el nombre. ¿Por qué zarzuela? Este es un género español. Lo correcto -decían- era que se llamase “comedia musical”. Sin embargo, consideramos un acierto de Frutos Pane y de Moreno González la designación de “zarzuela paraguaya” a sus creaciones puesto que seguían un patrón preestablecido, ¿por qué cambiar de nombre?

Desde mediados de los años 60 hasta mediados de los 70 -diez años más o menos- reinó la zarzuela paraguaya de manera ininterrumpida. Sus mejores exponentes eran, desde luego, Frutos Pane y Moreno González, no obstante haberse incorporado al género otros talentosos compositores como Neneco Norton, Florentín Giménez, Eladio Martínez. Este movimiento artístico agrupó a su alrededor a destacadas figuras del teatro, el canto, la danza. La escenografía, casi de manera exclusiva, estaba a cargo del destacado plástico español, Torné Gavaldá.


Con “María Pacurí” la zarzuela paraguaya alcanzó su pico más alto. Para aplaudirla, venía el público a raudales de todos los rincones del país. El Teatro Municipal, con sus aproximadamente 800 sitios, resultaba insuficiente aun para las tres funciones dominicales, a veces cuatro. La “matinée”, en horas de la siesta, era un espectáculo aparte. Desde muy temprano, la gente formaba cola para asegurar su entrada. Sucedían casos, nunca más repetidos en funciones teatrales, como madres que subían al escenario a reclamar la presencia de sus hijos menores extraviados en la aglomeración.

Gracias a esas zarzuelas miles de personas tuvieron la ocasión de conocer por dentro el Teatro Municipal, cuya etiqueta -que fue siempre falsa- se desmoronaba estrepitosamente ante la presencia de espectadores, no solamente ruidosos, sino que vestidos de la manera más informal posible para la época.

Gracias a las zarzuelas, a Ernesto Báez y a Los compadres, se ha podido ver a gran parte del público asistir en zapatillas japonesas, rebozos o ponchos, según el tiempo. El Teatro Municipal rendía así su antigua formalidad, su estirado ceremonial.

Y era este espectáculo, más que nada, el motivo de la vigorosa censura que caía sobre la zarzuela, por parte de un grupo que nunca falta ante las manifestaciones populares.

Moreno González trazó el perfil de la melodía zarzuelística paraguaya. A su talento se debe –unido al de Frutos Pane- que el género tuviese resonancia singular en el corazón de nuestro pueblo.


EL NACIMIENTO DE OTRO AUTOR

En su libro Parece que fue ayer...lecturas para la tercera edad (Ediciones Compugraph, Asunción, 1992), Mario Halley Mora recuerda que en l953 fue a cubrir para el diario “La Unión” el estreno, en el Teatro Municipal, de una obra de Frutos Pane, a cargo de la compañía de Ernesto Báez, “La lámpara encendida”, comedia que le pareció “la peor, la más acartonada y la más discursiva salida de la pluma del gran Manolo. En suma, una mancha negra en la carrera de quien se luciría más tarde y en compañía de Moreno González, creando la inolvidable serie de Zarzuelas Paraguayas que les diera fama a los dos”.


Al día siguiente del estreno se publicó la opinión de Halley Mora. “No me había gustado, escribí por qué”. Le visitó Ernesto Báez para reclamarle la dureza de la crítica. Luego le preguntó si sabía algo de teatro y si se animaba a escribir algo mejor que “La lámpara encendida”. La respuesta de Mario fue: “Si lo escribo y es mejor... ¿me lo estrenás? Ernesto le prometió que lo haría.

Cuenta Mario que se puso “a leer como loco todo el teatro que había en los libros, en especial de Jacinto Benavente, los hermanos Álvarez Quinteros, y cuanto autor me recomendaba un fortuito cómplice y maestro que me había aparecido, Néstor Romero Valdovinos, que ya tenía en su haber el éxito rotundo de “Hilario en Buenos Aires”.


Así nació la celebrada pieza “En busca de María”, estrenada en el Teatro Municipal por la compañía de Ernesto Báez-Emigdia Reisofer, en 1954. La crítica estuvo a cargo de Natalicio Chase Sosa que la tituló “Ha nacido un gran autor”.

Dos años después Manuel Frutos Pane se reivindicaría con “La tejedora de ñandutí”.
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