Tras los pasos de Miguel de Unamuno y Jugo

Son pocas las poesías, actualmente, que llevan un mensaje tan profundo, tan sustancial y rico en ideas, imágenes y sugerencias como las de Miguel de Unamuno y Jugo.

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Si los lectores no lo conocen, bien vale la pena que conozcan por lo menos algunas de sus frases: “A un pueblo no se le convence sino de aquello de que quiere convencerse”; “La envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual”; “Solo el que sabe es libre y más libre el que más sabe. No proclaméis la libertad de volar, sino dad alas”.

Sin el nicaragüense Rubén Darío, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Mario Benedetti, Juan Ramón Jiménez y el gran Antonio Machado, un espacio importante del arte poético quizás habría quedado vacío.

Pero vinieron al mundo ellos, y con el talento, la genialidad con que fueron tocados, empezaron a escribir, a llamar la atención de los amigos y de los lectores de su patria primeramente, y luego ya pasaron a ser reconocidos como verdaderos maestros de la palabra mucho más allá de las fronteras.

El aporte literario de Miguel de Unamuno es muy grande y aunque vayan apareciendo nuevas generaciones de poetas en España y en América, pocos lograrán ser tan buenos cumplidores de la versificación y de la poesía bella y esencial como lo ha sido él.

Sin embargo corresponde hacer las siguientes preguntas: ¿quién lo recuerda hoy por hoy?

¿Aún se encuentran a la venta sus libros?

¿Es posible que en las bibliotecas públicas de nuestro país puedan hallarse sus obras?

¿En qué ocupan sus pensamientos, su formación literaria, sus aspiraciones aquellos hombres y mujeres marcados, de alguna manera, por el destino de la palabra?

¿Estos son todavía momentos para la lectura de los verdaderos clásicos de la literatura?

Pues para las personas que gustan —realmente— del buen arte, sí. Estas generaciones y las que vendrán no deberían dejar a un lado del camino los textos clásicos.

Las gentes podrán hallar instantes de placer en los versos de este poeta, pensador y filósofo nacido en Bilbao, un 29 de septiembre de 1864.

En su vida, bastante difícil por cierto, fue cultivando además de la poesía, el ensayo, el teatro y la novela.

Contemplador de la existencia del ser humano, de los sueños del hombre, de los afanes del pueblo español, de sus propios aciertos y equivocaciones, dio un real valor a aquellas cosas caras a los sentimientos.

Hombre enigmático, sin temor a lo desconocido, tuvo muchos seguidores y también detractores.

Desde luego, solamente quien alcanza la celebridad como él la alcanzó despierta en los demás sentimientos de admiración o de rechazo y de envidia.

ESPAÑA DE OTRA ÉPOCA

Es difícil “pensar poéticamente” en los tiempos que corren, pues las circunstancias no son las mismas, ni mucho menos.

En una España de otra época, de una moral diferente, de circunstancias políticas y económicas distintas, Miguel de Unamuno escribió miles de obras que bien merecen la atención de los lectores.

Entre sus muchos libros figuran Rosario de sonetos líricos, publicado en 1911, y aquel largo poema “El Cristo de Velázquez”, que es considerado por algunos críticos literarios como un verdadero ejercicio espiritual.

Viéndose en absoluta soledad, tal vez invadido por los pensamientos tristes, erráticos, melancólicos, va “conversando” con Cristo.

Si alguien sintió el difícil peso de sentirse solo y se vio en la urgente necesidad de despojarse de tan doliente situación, en la Noche Vieja de 1906, fue precisamente él. Así escribe: “Es de noche, en mi estudio. / Profunda soledad; oigo el latido/ de mi pecho agitado/ –es que se siente solo, / y es que se siente blanco de mi mente– / y oigo a la sangre/ cuyo leve susurro/ llena el silencio”.

El soneto, que tuvo tan buenos cultores, tanto tiempo atrás, en los españoles Luis de Góngora y Argote o Francisco de Quevedo, lo cultivó magistralmente Miguel de Unamuno y Jugo.

Es que para quien bien desea expresar aquello que su corazón, su inteligencia y su imaginación van juntando, esta forma compuesta de catorce versos, hoy casi olvidada, se presenta como un desafío y una solución al mismo tiempo.

Así pues, nuestro autor escribió De Fuerteventura a París - Diario íntimo de confinamiento y destierro vertido en sonetos.

Si alguien supo de persecuciones, represalias políticas y destierro durante la dictadura española fue también él, un hombre íntegro y cabal, un moralista como pocos, un lírico por excelencia, un artista que hizo de la poesía su verdadera patria, pues las obras citadas arriba han sido objeto de censura, y fueron publicadas en 1925 en Francia donde se autoexilió.

¡Cuánta injusticia!

Añoranza por tantas cosas perdidas y sentimientos genuinos de pesar y de dolor se pueden observar en sus numerosos sonetos.

Desde luego, muchos, demasiados lectores de estos tiempos tal vez preferirían tomar entre sus manos una obra poco densa y menos fatigante para los pensamientos.

Elegir un libro y dejar que el polvo se vaya acumulando sobre otro no se puede cuestionar ya.

Contradictorio, discutido, cuestionador, cuestionado, defensor de la Verdad, por esa razón, entre otras, Miguel de Unamuno y Jugo puede ser resistido no solamente por los amantes de la lectura, sino además por los mismos escritores y por los poetas.

He aquí un soneto suyo que muestra con bastante claridad el sentido trágico de la existencia que lo ha ido acompañando a lo largo de su vida:

EN MI CUADRAGÉSIMO SEXTO CUMPLEAÑOS

Ahora que ya por fin gané la cumbre,
a mis ojos la niebla cubre el valle
y no distingo a dónde va la calle
de mi descenso. Con la pesadumbre
de los agüeros vuelvo hacia la lumbre
que mengua la mirada. Que se acalle
te pido esta mi ansión y que tu dalle
siegue al cabo, Señor, toda mi herrumbre.

Cuando puesto ya el sol contra mi frente
me amaguen de la noche las tinieblas,
Tú, señor de mis años, que clemente

mis esperanzas con recuerdo pueblas,
confórtame al bajar de la pendiente;
de las nieblas salí, vuelvo a las nieblas.

Miguel supo además componer el romance, que es un poema sujeto a una combinación métrica. A través de sus versos octosilábicos se va contando un hecho o un suceso real o imaginario.

El gran poeta español Federico García Lorca escribió su Romancero gitano y saltó a la fama con tal libro.

Me pregunto si habrá quien recuerde todavía aquella celebrada obra “La casada infiel”, que se encuentra dentro de las páginas de dicho romancero.

POESÍA PARAGUAYA

Mea culpa

Expío culpas
por un amor
desconocido.
Acusada
de vivir,
de soñar
con besos.
Violadora
de una tácita
ley que me obliga
a callar
y resignarme.

Mónica Laneri

delfina@abc.com.py

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