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No, no lo traicionó. Ya que, al parecer, los papeles que así parecen indicarlo son falsos. Es lo que nos advierte una reciente declaración (1) que acaba de llegar a nuestras manos (y que publicamos también en nuestra edición de hoy, página 4) de la Academia Paraguaya de la Historia, que alerta a la opinión pública acerca de la circulación y comercialización de documentos apócrifos sobre la historia nacional, lo que supone, señala el comunicado, una estafa no solo económica sino también intelectual y un grave perjuicio a la historiografía del país.
Con esto, la Academia finalmente sienta postura en la polémica desatada hace años –en noviembre del 2011– por el hallazgo de supuestos documentos inéditos sobre el general Patricio Escobar y el mariscal López, polémica recogida entonces por la prensa (2). La falsedad de estos documentos ya ha sido comprobada con estudios periciales que serán puestos a disposición del público, anuncia la Academia, cuya preocupación respondería a que se han publicado desde entonces libros y artículos de diversos autores basados en tales textos apócrifos y a nuevas «versiones de que han “aparecido” más documentos» de la misma índole.
Para comprender mejor este delicado asunto, conversamos con el reconocido escritor e historiador paraguayo Guido Rodríguez Alcalá.
SC: ¿A qué se refiere el comunicado de la Academia Paraguaya de la Historia?
GRA: A una escandalosa venta de documentos falsos a precios muy subidos, un engaño agravado por la difusión de esos documentos falsos por las redes sociales. Por desgracia, una parte de esos papeles salió de la Academia.
¿Con el aval de la Academia?
No, de ninguna manera. Lo que quiero decir es que esos documentos apócrifos salieron de un armario de la Academia.
¿Y cómo fue eso?
En 1998, se donaron a la institución varias carpetas que contenían varios centenares de hojas de papel escritas, con fechas que iban desde la década de 1860 hasta la primera década del siglo XX. Se trataba, presuntamente, de la vida y la carrera política y militar del mariscal Francisco Solano López y el general Patricio Escobar, y de su correspondencia pública y privada con militares, políticos y escritores destacados.
¿Y qué hicieron los académicos?
El presidente Manuel Peña Villamil y otros integrantes de la institución los leyeron y notaron a simple vista lo que, años después, iba a constatar un estudio pericial: ni el papel, ni la letra, ni el instrumento con que se escribió, ni las firmas eran auténticos. Por eso decidieron guardar la presunta documentación en un armario de la Academia.
¿Se practicó una pericia entonces, en 1998?
No, porque se consideró que la adulteración era demasiado burda y una pericia resultaba innecesaria. La Academia no se pronunció entonces, sino veinte años después: en diciembre del año pasado, poco después de la conferencia que dio, en el local de la institución, la señora María Lourdes Almada, la perita comprobó la falsedad del papel, la tinta, el instrumento con que se escribió, la firma. Para entonces, los escritos apócrifos de marras se habían presentado, en artículos periodísticos y en libros, como auténticos.
¿Cree que fue una buena idea esperar veinte años?
No, pero tampoco se podía anticipar esa voluntad de falseamiento de la verdad iniciada a partir de 2011.
Quitando la cuestión técnica, la pericia, ¿existen otros argumentos para impugnar la autenticidad y la veracidad de esos papeles?
¡Sobran argumentos! Para citarle uno, fíjese en este «documento inédito» que dice: «Negociaciones de la Cancillería de Itamarati con el General Patricio Escobar– Septiembre-Septiembre 1866-1867. José Antonio Pimienta Bueno». Itamaratí se llamó al Ministerio de Negocios Extranjeros del Brasil (no de Relaciones Exteriores, como aparece en los «documentos») después de 1899, año en que ese ministerio se mudó al palacio de Itamaratí. Patricio Escobar llegó a general el 16 de abril de 1874, según consta en el Registro Oficial del año 1874.
Sin embargo, en el libro de Washington Ashwell ‘Patricio Escobar’ (Asunción, Medusa, 2011), Escobar aparece como general desde el comienzo de la Guerra Grande.
No podía ser de otro modo, porque ese libro –entre otros– se basó en los documentos que comentamos, completamente falsos.
¿Y Pimienta Bueno?
Se llamaba Pimenta y no Pimienta y él debía saberlo al firmar su nombre. Pimenta, que no era «duque de San Cristóbal» como dicen los «documentos», llegó al Paraguay en 1844 y no en 1866.
¿Qué rango tenía Patricio Escobar en 1866?
Comenzó el año como soldado raso y ascendió a cabo en mayo de 1866.
¿Era posible que un cabo paraguayo negociara tratados secretos con los representantes de Argentina, Uruguay y Brasil?
Ningún cabo ha tenido esas facultades en el ejército de López, ni en el de Napoleón, ni en el de Rommel. Para saberlo no se requiere mucha ciencia histórica, basta con no ser tonto.
¿Qué tratado firmó el cabo Escobar con los enemigos?
En la realidad, ninguno; en los «documentos inéditos», algo que, si no existieran piezas similares, yo llamaría la fresa de la torta. Para comenzar, se trata de un impreso de computadora.
¿Este impreso aparece entre los papeles depositados en la Academia?
Sí, y confirma el dictamen pericial: esos papeles se escribieron entre 1980 y 1990. La mejor crítica es transcribir el «documento» literalmente:
«Borrador del tratado secreto presentado por el Excelentísimo Sr. Presidente de la República Argentina Bartolomé Mitre, el Excelentísimo Sr. General Don Venancio Flores, el Excelentísimo Sr. José Antonio Pimienta Bueno y el Excelentísimo General Patricio Escobar, para que se firme aquí mismo en la Ciudad y Región de Yatayty-Corá entre los abajo firmantes, tratado que en sus partes dice: 1) Solicitar por intermedio del Exmo. S. General Patricio Escobar se sirva pedir al Mariscal la renuncia a la Presidencia de la República, 2) Formar un gobierno conjuntamente con él, en el cargo de Vicepresidente de la República, y con las graduaciones más necesarias a su alta jerarquía militar, 3) Hacer tratado de límites entre todos con el General Escobar de testigo; 4) Guardar silencio y secreto respecto al Mariscal López para que nadie ni ninguna persona llegue a entender lo que entre todos buscamos, y esta vez procede su estudio, y para que a todos conste lo firmamos, en Yatayty-Corá a los catorce días del mes de septiembre del año de un mil ochocientos sesenta y siete. Es justicia. Bartolomé Mitre. Patricio Escobar. José Antonio Pimienta Bueno. Venancio Flores».
La pregunta es por qué el tratado lo firmó el cabo Escobar y no el mariscal López.
Esa es una pregunta sin respuesta, y no la única. Considerando los hechos históricos conocidos y probados, nos preguntamos lo siguiente: el 16 de septiembre tuvo lugar la entrevista de Yatayty Corá, donde no estuvieron ni Pimenta ni Escobar, y donde no se llegó a nada, ¿para qué la entrevista del 16, si ya la paz estaba garantizada por el tratado secreto del 14 de septiembre? No es necesario decir que no hubo paz, porque el 22 de septiembre fue la batalla de Curupayty.
¿Existe la ciudad de Yatayty Corá?
No que yo sepa, pero pudo haber existido y desaparecido (como la Atlántida) poco después de la firma del tratado secreto.
¿Solano López hubiera permitido que se negociara la paz a sus espaldas?
No, ni Escobar hubiera tratado de hacerlo, porque no fue desleal a su superior.
Esos papeles dejan muy mal a Patricio Escobar.
Cuando se hacen tan mal las cosas, no se entiende cómo se ha querido hacerlas, porque también se ha querido dejarlo bien, y por eso se le atribuye una activa correspondencia con destacados escritores españoles, como Miguel de Unamuno, Gregorio Marañón y José Ortega y Gasset.
¿Existen esas cartas?
Existen solamente las falsificadas, las auténticas no se encuentran en ningún archivo de España (3). Por otra parte, Escobar no hubiera podido leer los libros de Ortega ni los de Marañón, quienes comenzaron a publicarlos años después de la muerte del general, ocurrida en 1912. El primero de Ortega, Meditaciones del Quijote, apareció en 1914. Marañón, médico además de hombre de letras, no pudo ser el médico de Escobar porque se doctoró en Medicina a fines de 1909 y se fue a Alemania en junio de 1910 para cursar estudios posdoctorales.
En su opinión, ¿existen otras incongruencias en los polémicos documentos?
¡Existen demasiadas! Por ejemplo, la presunta carta enviada por Escobar al Duque de Caxias el 1 de marzo de 1870, que transcribo parcialmente. «En el Cuartel general y campamento del Ejército Paraguayo en campaña en el punto y sitio de Cerro Corá, en la Campaña de las Cordilleras, siendo exactamente el día uno de marzo del año de Nuestro Señor de mil ochocientos setenta. A Su Alteza Imperial Duque de Caxias Comandante en Jefe del Ejército Aliado. E. S. C. Presente. Confidencial. Excelencia: La guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay ha terminado. Consiguió Vuestra Excelencia lo que tanto deseaba, poner sitio al Mariscal López y matarlo. Como director del Ejército Aliado se ha portado de la mejor manera posible».
Sería ofender al lector recordarle lo que ya sabe: en enero de 1869, el marqués de Caxias se fue definitivamente del Paraguay; su sucesor como comandante en jefe fue el conde D’Eu, responsable de las matanzas de Piribebuy y de Acosta Ñu, como se enseña en las escuelas. Su Alteza Imperial era el título reservado al Emperador del Brasil, con quien Escobar se escribía regularmente, como también con Venancio Flores, Bartolomé Mitre, Domingo F. Sarmiento y Tamandare, si creemos en estas falsificaciones. Ya no tengo espacio para comentar el supuesto tratado de paz firmado por Escobar con Sarmiento a orillas del Paraná en febrero de 1870, ¡son demasiados absurdos!
Notas
(1) «Breve comentario acerca de los documentos apócrifos obrantes en la Academia Paraguaya de la Historia», en: Anuario de la Academia Paraguaya de la Historia, vol. 58, diciembre de 2018. El comunicado se puede leer también en El Suplemento Cultural, en nuestra edición del día de hoy.
(2) Ver, por ejemplo, «Manuscrito de Escobar desata polémica entre historiadores», en Última Hora, 9/11/2011 (https://www.ultimahora.com/manuscrito-escobar-desata-la-polemica-historiadores-n479070.html) o «Antiguos hechos, nuevos protagonistas», en ABC Color, 11/11/2011, entre otros artículos.
(3) Después de esta conversación, consultas por correo electrónico con las instituciones correspondientes en España nos confirman, en efecto, oficialmente que no existe en los archivos de la Biblioteca y el Museo Unamuno, en Salamanca, ninguna referencia relativa a Patricio Escobar; y que tampoco figura ningún tipo de correspondencia con Patricio Escobar en la base de datos del Archivo de José Ortega y Gasset de la Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón, en Madrid. Finalmente, en lo tocante a Gregorio Marañón no hay misterios: obtuvo su doctorado en medicina en la segunda mitad de 1909, viajó a Alemania a cursar estudios posdoctorales en junio de 1910 y solo después de su regreso de ese país, en 1911, empezó a ejercer como médico, en el Hospital General de Madrid (ver, por ejemplo, el libro de Antonio López Vega Gregorio Marañón. Radiografía de un liberal, Madrid, Taurus, 2011, capítulos «Medicina en San Carlos», «Frankfurt» y «Catedrático y académico». O el de Alfredo J. Sosa-Velasco Médicos-escritores en España, 1885-1955, Woodbridge, Támesis, 2010, entre otros estudios recomendables, fuera de los ya clásicos).
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