Tareas de la intelectualidad en los 200 años de independencia

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"La verdad es que los intelectuales tienen una deuda de mayor compromiso con sus países", señaló el Secretario Nacional de Cultura en el lanzamiento de su Memoria de Gestión, MANDU’A.   
  
Ticio Escobar dijo que tenemos y tuvimos intelectuales de mucha valía; nadie lo pone en duda, pero por alguna razón —tal vez la ausencia de autonomía de pensamiento— hace que la contribución tangible de los intelectuales amerite un mayor énfasis en el pensamiento crítico.   
  
Eduardo Devés, profesor chileno en sus Cartas a los intelectuales señala: "Los latinoamericanos hemos trabajado durante las últimas décadas sobre el tema de la cultura política, intentando comprender algunos de los vicios que nos aquejan: caudillismos, dictaduras y corrupción. No hemos trabajado, en cambio, suficientemente sobre nuestra ‘cultura académica’, tan marcada por vicios como el ‘facilismo’, el ‘amiguismo’ y la falta de transparencia, entre otros. Quiero poner énfasis en este concepto ‘cultura académica’ o ‘cultura de la academia latinoamericana’ para repensar la historia intelectual".  

Indudablemente, Paraguay fue en su primer medio siglo de existencia como República independiente, una suerte de realización del ideal platónico de los filósofos como gobernantes.   

Sin la menor duda, los Congresos de vecinos sufragantes otorgaban su voto a quienes se rodeaban de una reputación de "letrados" equivalente a abogados conocedores del Derecho Canónico y, por ende, el Derecho de Gentes, lo que autorizaba a los clérigos menores a elegir entre la vida eclesiástica o secularizada.   
  
Tanto José Gaspar de Francia (gobierna de 1814-1840) como Carlos Antonio López, (gobierna de 1841-1862) cursaron el Seminario, pero luego optaron por la vida profana ostentando el título de abogados y catedráticos de renombre.   
  
En el Paraguay, los primeros tutores de su vida independiente fueron miembros de lo que en buena fe se llamaría la "intelligentzia".   
  
Las ideas de la Ilustración abrevaron la mente de los patriotas y la Nota del 20 de julio de 1811, que consideramos la génesis del pensamiento intelectual paraguayo, en su vertiente occidental, fue obra de José Gaspar Rodríguez de Francia y su contenido de vuelo filosófico demuestra también que a veces la inteligencia humana cree estar gestando nada más que una respuesta coyuntural a unos requerimientos insistentes de un poder hegemónico. Sin embargo, debido al contenido en ideas y programa, esta nota se convirtió en un verdadero punto de partida de una visión diferente a una problemática constante con planes específicos, con ideas concretas y proyectos a realizar.   

Hoy, a dos siglos de distancia, sigue ofreciendo una guía sobre cuales son los intereses nacionales, cual es el camino patriótico y cuales son las ansias generales: el bienestar de la población y la creación de un Estado moderno integrado regionalmente, pero celoso de su soberanía.   
  
Este es un escrito que pasa fácilmente la prueba de la relevancia y la sustantividad de su contenido incluso en comparación con otros, como la Declaración de Independencia de las 13 colonias del Norte (1776) y los ensayos del inspirador, Jean Jacques Russeau.   
  
Pocos políticos de siglos venideros podrían gestar documentos tan enjundiosos como dicha Nota del 20 de julio de 1811.   
  
Es oportuno hacer alusión también a otro documento que se conoce poco. El Bando del 6 de enero de 1812, donde la Junta expone al pueblo su plan en este documento. Los próceres firmantes son Fulgencio Yegros, Pedro Juan Caballero, Fernando de la Mora y Galván, y dicen aspirar al "renombre de verdaderos padres de la patria, siempre que la nuestra se honre y ennoblezca hasta la altura de las estrellas". En este plan ocupaba el primer lugar la "educación pública".   

Esta es la base y el manantial de las virtudes morales. "Todo pende en el hombre de la instrucción: poder, valor, heroísmo y cuanto puede elevarlo en esta vida sobre el común de los demás mortales". Todo está inspirado, fomentado y promovido por la buena educación; no son menester documentos para persuadir esta verdad; hechos y progresos la autorizan demasiado… las escuelas son los talleres en que se forman los grandes prelados y magistrados civiles y militares. La instrucción no solamente es adorno, más bien prenda necesaria a los que siguen la gloriosa profesión de las armas. Los jefes políticos y militares más se sostienen con el buen uso de los conocimientos científicos que con la fuerza y poder".  

Se dictaron en 73 artículos las Instrucciones para Maestros de Escuela. Estos documentos de los Patriotas de Mayo son hojas de rutas de gran rigor conceptual y calidad estilística, y todavía muy pendientes.   
  
El Bando del 6 de enero fue un mensaje de igualdad y equidad por parte de los patriotas, que ponían el conocimiento, por encima del nacimiento, en sociedades de estructuras sociales muy rígidas.   
  
Don Carlos Antonio López, durante su gobierno, incorpora el periodismo en el Paraguay con la fundación de El Paraguayo Independiente (1845) y con el objetivo de lograr el reconocimiento de nuestra independencia por la Confederación argentina, que nos acusaba de ser la "provincia rebelde del Río de la Plata". Además abogaba por la libre navegabilidad de los ríos. Él, personalmente, desarrolla artículos de fuste, con el apoyo de Juan Andrés Gelly, y consigue que en 1852, por el Tratado Varela Derqui, se sellara ese reconocimiento, aunque en su momento no logro la sanción del Congreso.   
  
Al mismo tiempo el profesor, Ildefonso Bermejo (1820-1892) era contratado en España para tareas educativas e intelectuales, y además de apoyar la emergencia del periodismo en el Paraguay, fundando El Eco del Paraguay y otras hojas periodísticas, dirige el AULA DE FILOSOFÍA, con la revista LA AURORA, primera Revista Literaria denominada Enciclopedia Mensual y Popular y cuyo primer número aparece el 4 de octubre de 1860. De variado contenido, como temas de moral, estudios históricos, estudios religiosos, misceláneas, estudios científicos. La revista publicó 12 números de 40 páginas. Entre sus redactores figuraba Natalicio Talavera, poeta de inspiración romántica en el Paraguay, llamado el "Tirteo del Paraguay". Sus "Reflexiones de un centinela, en la víspera del combate", interpretan el sentimiento heroico de un pueblo en armas durante la Guerra de la Triple Alianza. Él muere en la guerra, aunque de cólera. Existe un estudio sobre La Aurora, del escritor Francisco Pérez Maricevich, publicado en Cuadernos Republicanos Nº 11.   

En ese tiempo se había inaugurado el ferrocarril en el Paraguay, como uno de los primeros de Sudamérica, y una impronta de modernización se había instalado como política de Estado en el Paraguay, de mediados del siglo XIX. Fundiciones de hierro, astilleros para elaboración de barcos con cascos de acero, líneas telegráficas, minas de explotación, fábricas de pólvora, papel y azufre y otros logros tecnológicos de importancia. Francisco Solano López, hijo de don Carlos, que había viajado a Europa (1853) hizo importantes gestiones en cuanto al fortalecimiento de infraestructura de un Estado moderno, además de contratar técnicos capaces, en su mayoría ingleses, compró armamento y también adquirió barcos —que enriquecerían la flota nacional. Le cupo visitar la corte de Napoleón III donde se imbuyó de la idea del Estado bonapartista con el ejército como verdadero eje y guía de la soberanía nacional. Sus escritos demuestran una capacidad intelectual respetable. Finalmente dirigió la infausta guerra por telégrafo, lo que era también una innovación en la época.   
  
Su padre había sido el organizador del Estado paraguayo. A lo largo de veintiún esforzados años de intensa labor, de extraordinaria visión y energía, rigió los destinos de la nación. Saco al país de su aislamiento, fomentó el comercio internacional, intervino con sagacidad diplomática en la vida del continente y dio gran impulso a la vida intelectual con la creación de instituciones culturales como la Academia Literaria, la Escuela de Derecho, entre muchas otras. Sus mensajes presidenciales son fiel testimonio de su obra civilizadora. Lamentablemente, su obra sería enteramente destruida antes de cumplirse los 10 años de su fallecimiento. La Guerra de la Triple Alianza dejó al Paraguay convertido en un gigantesco osario.   
  
En esta parte de la historia paraguaya conocida como la República autocrática, sin lugar a dudas, las luces intelectuales se convirtieron en la principal justificación para la selección de líderes, una tradición que más adelante se pierde en el Paraguay.   

Estos líderes aparte de su reconocida habilidad a través de la cátedra o la abogacía, también supieron ejercer autoridad y poder emanados del voto de los delegados congresistas, en cuyas elecciones ellos mismos pudieron tener injerencias importantes. De modo alguno, la selección de los más capaces significó la aplicación de las mejores políticas; de hecho, la destrucción del país (Guerra de la Triple Alianza) fue el resultado de una política errada.   
  
La Guerra de la Triple Alianza devino en un punto de ruptura del antiguo régimen y punto de partida para el país doctrinariamente liberal, que nunca cumplió a cabalidad ese programa.   

No obstante, quienes se encargaron de elaborar la "constitución marco" de ese periodo histórico paraguayo, también pudieron justicieramente recibir el mote de intelectuales de fuste, como Juan José Decoud, fallecido prematuramente, dejando en herencia sus dotes intelectuales a su hermano menor José II; Facundo Machaín, José del Rosario Miranda y Cándido Bareiro, quien formó parte de los becados por el gobierno de los López. Sin embargo, a la hora de imponer preeminencia como políticos para el ejercicio efectivo del poder, estos intelectuales fueron impedidos de dicho ejercicio por la habilidad más prosaica de otros políticos democráticos y con más apoyo popular, como Cirilo Antonio Rivarola, Juan Bautista Gill, Salvador Jovellanos y Bernardino Caballero.   
  
En esa primera etapa heroica de la reconstrucción nacional no pudo faltar el intelectual que ascendió al máximo nivel político de la mano de un caudillo militar. Por ejemplo, el economista Emilio Aceval (con el Gral. Juan Bautista Egusquiza, militar) y quien llegó posteriormente a la Presidencia de la República inaugurando un gobierno de apertura democrática.  Aceval, de gran prestigio, integró a su gabinete gente de luces, como por ejemplo, Benigno Ferreira, que se erige en figura señera de la época, y quien también llegara a la Presidencia de la República luego de la Revolución de 1904, que estalló en agosto, y que con la mediación del cuerpo diplomático se firmó en diciembre del mismo año el Pacto de Pilcomayo. Ese pacto puso fin a la guerra civil con el derrocamiento del gobierno colorado de Escurra. Asumió entonces el poder provisional el Sr. Juan B. Gaona. Luego llegaría al poder la figura líder del movimiento revolucionario liberal el general doctor Benigno Ferreira.       
  
La generación del 900 —que escribe en la Revista del Instituto Paraguayo y discute cotidianamente la agenda del país, las necesidades de la población y el camino a seguir en búsqueda del progreso— deja un legado riquísimo en escritos que mantienen vigencia a lo largo de nuestra historia intelectual.   
  
La gran crisis nacional emergente en el novel siglo XX será el salvar la disputa por límites con los países colindantes. La Guerra Grande se encargó de fijar las fronteras con Brasil y Argentina, y se temía que iba a ser necesaria otra conflagración para los diferendos con Bolivia. En ese sentido fueron reclutados los servicios de investigación, análisis y publicaciones de tratados históricos vinculados al utis posidetis jure.   
  
Fulgencio R. Moreno y Manuel Domínguez son los mentores del grupo que animará la investigación sobre el particular.

Blas Garay amerita un capítulo aparte porque inaugura el discurso histórico nacional a partir de sus valiosos trabajos en el Archivo de Indias de Sevilla, que los realizaba en conjunción con su cargo diplomático en la Legación Paraguaya en Madrid.   

La Guerra del Chaco resultó inevitable, y tuvo como resultado finalmente la fijación de los límites, la eliminación del conflicto con Bolivia, pero igualmente significó el ascenso del militarismo al poder, lo que necesariamente iba en contraposición con el trabajo intelectual, no siempre apreciado por los hombres enérgicos de las armas.   

Hoy en día son otros escenarios, y la profesionalización de la carrera militar hace que no tengamos pocos ejemplos de figuras castrenses capaces de dejar valiosas contribuciones intelectuales. Generalmente en la forma de memorias y estudios críticos y geopolíticos, como los legados por el Cnel. Arturo Bray, Amancio Pampliega y muchos otros más contemporáneos.

 

Prof. Beatriz González de Bosio   

(CONTINUARÁ)

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