Su personalidad toda estaba impregnada de poesía

El pasado jueves, 15 de abril, calló la voz de María Gloria Gavilán Cálcena de Bordenave, Kuke para quienes la conocíamos más de cerca. Con ella se fue para siempre la voz más trascendente y fascinante del recitado en el Paraguay. Solamente quien tiene un espíritu superior, puede comprender la intensidad, la profundidad, el sentimiento de la poesía. Y solamente también un espíritu superior puede expresarla con toda su rica vertiente.

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José Antonio Moreno Ruffinelli

Me acerqué muy joven a escuchar poemas cuando Kuke los recitaba con un estilo increíble, una voz maravillosa, unos gestos tan delicados que transmitía con toda fuerza los sentimientos del poeta. Pero para ella, no era un esfuerzo hacerlo, porque su personalidad toda estaba impregnada de poesía, porque su voz era un poema, y porque también toda su vida lo fue.

Nacida en una familia ilustre, don Ernesto Gavilán, por un lado, y Cristina Cálcena por el otro, pudo desarrollar sus excepcionales dotes, alentada por el ambiente donde crecía, y por esa tremenda fuerza interior que le impulsaba por ese camino.

Pero su trabajo estuvo dedicado no solamente a difundir, a hacer vibrar a sus escuchas con sus declamaciones, sino que también, consciente como era de la necesidad de transmitir a las nuevas generaciones esos valores, enseñó incansablemente, y muchos jóvenes paraguayos aprendieron con ella a amar y declamar la poesía.

En un ambiente no muy proclive para ello, dedicó horas de su vida a esta noble tarea, y formó una escuela en un arte que precisamente no es fácil, ni siempre valorado en su justa dimensión por una sociedad volcada más a lo material que a los bienes del espíritu.

Pero además, fue una gran señora. Casada con Enrique Bordenave, supo honrar el hogar constituido, y fue un ejemplo para quienes la conocimos. Aun en su lecho, herida ya de muerte por una penosa enfermedad, supo responder a los llamados con simpatía y sin quejarse nunca. Una vez más demostró que su espíritu indomable venció al dolor, y que la fortaleza que nace del interior, está por encima de las debilidades que son propias del ser humano.

Guardaré por siempre un recuerdo imborrable de Kuke. Y si al escribir estas líneas me siento traicionado en mis sentimientos por los vínculos de la sangre, no lo está mi mente que aprecia, hoy más que nunca, todo cuanto representó para la sociedad paraguaya.

Ella no necesita que digamos la ritual frase, “PAZ EN SU TUMBA”. La paz la tuvo ella en vida, envuelta en sus poemas, en su familia y en el sentimiento que despertó en todos cuanto la conocimos.
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