Sofonisba Anguissola (1532-1625)

La admiraron Miguel Ángel y Van Dyck, la elogió Vassari, su obra formó parte de las más calificadas colecciones (como la de Fulvio Orsini, que pasó a los Farnese), y, pese a todo, cayó en el olvido. Tras su muerte, sus obras fueron atribuidas a Zurbarán, Tiziano y varios otros: siguiendo con la historia de las Mujeres Pintoras, hoy recordamos a Sofonisba Anguissola (1532-1625) en el Suplemento Cultural.

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El cambio en la valoración social del artista que se extendió desde Italia a partir del siglo XV supuso reivindicaciones de la arquitectura, la pintura y la escultura (en la Edad Media consideradas oficios sujetos al sistema gremial al igual que cualquier otro trabajo artesanal o mecánico) como artes liberales, por implicar actividades de tipo intelectual y espiritual. Además, en ese momento, la formación de un artista incluía conocimientos de Geometría, Física, Aritmética y Anatomía. Estudios, por otra parte, generalmente no accesibles para las mujeres, como tampoco la copia del natural, particularmente en el caso (parte fundamental, también, de dicha formación) del dibujo del cuerpo humano desnudo. Como hemos visto a lo largo de esta serie, Mujeres Pintoras, frecuentemente el acceso de la mujer pintora a su profesión se debe a un marido artista o un padre artista, que les facilita la formación en el taller familiar. Otras veces, para el ámbito de la nobleza o la burguesía adinerada, la educación femenina incluía dibujo y pintura, que podían aprender de maestros consagrados contratados para ello.

El Renacimiento italiano fue un período de grandes cambios culturales; se extendió de fines del siglo XIV hasta alrededor del 1600, si bien en Italia se habla de manierismo ya en la década de 1530, la del nacimiento de la artista que recordamos hoy. Probablemente casi nadie, ignore que el descubrimiento más importante en el arte de la época fue la nueva técnica de la perspectiva, ni desconozca los nombres de sus representantes más famosos, pero es igualmente probable que pocos sepan que fue en este período de cambios que la mujer llegó por primera vez a ser apreciada por su labor artística, a pesar de las arriba señaladas restricciones que sufría para realizarla.

Una de las primeras pintoras con reconocimiento internacional en este contexto fue Sofonisba Anguissola (Cremona, Lombardía, Italia, circa 1532-Palermo, Sicilia, Italia, 1625), la hija mayor de Amilcare Anguissola, un miembro de la baja nobleza de Cremona, y de Bianca Ponzone, también de origen noble. Amilcare y Bianca tuvieron siete descendientes, seis de ellos mujeres –Sofonisba, Elena, Lucía, Europa, Ana María y Minerva– y uno varón –Asdrúbal– y les dieron una educación humanista lo bastante completa como para permitirles cultivar diversas áreas del conocimiento, practicar la música y la pintura e incursionar inclusive, una de ellas (Minerva) en la literatura. Lucía, la tercera de las hijas, recibió sus conocimientos de pintura probablemente gracias a la enseñanza de Sofonisba; sus retratos son parecidos a los de Sofonisba en técnica y en estilo, y, entre las hermanas de Sofonisba, fue la que parecía demostrar más talento, aunque no pudo desarrollarlo debido a su temprana muerte, ocurrida cuando tenía cerca de veinte años de edad; pocas de sus pinturas se conocen, y solo dos de ellas fueron firmadas. Un retrato de Pedro María, doctor de Cremona, fue apreciado por Giorgio Vasari, cuando visitó a la familia Anguissola luego del fallecimiento de Lucía.

Sofonisba Anguissola tuvo como primer maestro en los rudimentos básicos de la pintura al pintor Bernardino Campi (1522-1591), en cuya alumna, junto con su hermana Elena, se convirtió a eso de los catorce años de edad. Campi le enseñó todo, desde preparar el lienzo sobre el cual pintar hasta mezclar los pigmentos, y también a pintar sus primeros cuadros, generalmente copias de obras de otros pintores. Como las jóvenes aprendices tenían prohibido practicar con modelos, la experiencia de Sofonisba se restringía al retrato de los miembros de su familia –de los que nos ha dejado escenas cotidianas de una delicada intimidad– y de sí misma –se han llegado a encontrar autorretratos suyos desde los quince hasta casi los noventa años–. Sofonisba y Elena estudiaron con Bernardino Campi durante tres años, hasta que, en 1549, su maestro dejó Cremona para ir a trabajar y vivir a otra ciudad y Elena dejó la pintura para ingresar en un convento. Sofonisba prosiguió entonces su formación con Bernardino Gatti (1495-1575).

A eso de los veintiún años, luego de estudiar unos tres con Gatti, Sofonisba viajó a Roma, donde recibió el consejo de Miguel Ángel y su fama como artista fue aumentando, tanto que uno de sus autorretratos fue adquirido por el papa Julio III. Sofonisba también viajó a otras ciudades, como Mantua o Milán, donde contactó con don Fernando Álvarez de Toledo, el duque de Alba, de quien pintó un retrato actualmente desaparecido, y que pudo generar su primer contacto con la corte de España. En ese tiempo se preparaba la boda de Felipe II con Isabel de Valois, que tenía mucho interés por el arte, y Sofonisba fue elegida como dama de honor de la reina desde 1559. En esa época desarrolló activamente su labor como retratista de la familia real y otros personajes de la corte. Retrató a Juana (la hermana de Felipe II) y a su hijo, don Carlos, a Isabel de Valois y a Ana de Austria, la cuarta esposa de Felipe II. Muchos de estos retratos fueron posteriormente atribuidos a otros pintores. La gran estima que rodeaba a Sofonisba la llevó a permanecer en la corte aún después del prematuro fallecimiento de Isabel, a los veintidós años de edad, trágica muerte que abrumó al rey y a la propia artista, que estuvo muy unida a la joven reina.

Sofonisba se casó en 1571 con don Fabricio de la Moncada (matrimonio auspiciado por Felipe II) y partió a Sicilia; durante este enlace, que duró cinco años, no se sabe mucho de ella. Luego contrajo matrimonio con Orazio Lomellini, hombre más joven que ella y de inferior rango social, por lo que no fue apreciado en el entorno familiar de Sofonisba. Sin embargo, durante este matrimonio, instalada en Génova, pudo seguir trabajando en retratos y cuadros religiosos y recibiendo visitas de personas destacadas, como la infanta Isabel Clara Eugenia. En 1615 se trasladó a Sicilia, donde recibió la visita de Van Dyck, quien le hizo dos retratos y manifestó una gran admiración por ella. Su último retrato es del año 1620. Falleció en Palermo, dos años más tarde.

piccardoandrea@gmail.com

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