Sobrevivir a la violencia

El mes pasado se presentó el libro de Jesús Ruiz Nestosa “Madre de ciudades, la del no me acuerdo y la del no sé”, un recorrido desde los recuerdos de la Revolución del 47 hasta la caída de la dictadura y un intento de reconstruir «una ciudad que era humana y que ya ha desaparecido».

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Jesús Ruiz Nestosa, a través de una serie de crónicas, propone un paseo para descubrir una ciudad olvidada. En algunos pasajes nos muestra lugares que ya no existen, y en otros devela sitios que permanecen ocultos aunque latentes.

Madre de ciudades, la del no me acuerdo y la del no sé (Servilibro, 2016), aunque su autor lo niegue, es un libro de memorias. Pero no es el simple ejercicio de enunciar el camino andado, sino que el libro se nutre de la experiencia vivida para hablar sobre el discurso de la violencia y la violencia del discurso. Es también un libro de memorias en otro sentido, porque reclama el ejercicio del registro de lo que ha pasado como una manera de enfrentar ese discurso de la violencia, que se ha valido del «no me acuerdo» y la del «no sé» (forma que Ruiz Nestosa ha encontrado para definir en castellano la «ley del ñembotavy») para campear en nuestra sociedad.

El libro manifiesta la furia del poder experimentada durante la segunda mitad del siglo XX, desde la guerra civil del 47 y que no acaba con la caída de Alfredo Stroessner. Si bien las crónicas se refieren, principalmente, a situaciones vividas antes de 1989, Ruiz Nestosa rompe los límites para hablar de tiempos más remotos, como los de la Guerra de la Triple Alianza, la posguerra, hasta el intento de crear una comunidad aria y «pura», de Bernhard Förster en Nueva Germania, muchos años antes de la locura de Adolf Hitler en Europa. Todo para reflejar cómo la ideología fascista permea nuestra sociedad, desde los desfiles colegiales y el odio por el que piensa diferente hasta la reticencia a los intelectuales y los abusos de poder expresados a través de los medios.

Pero, más que nada, es un registro de la sobrevivencia, de cómo se combatía y se resistía ante ese discurso de la violencia, principalmente desde el arte. El comienzo de Arte Nuevo, la «Escolinha» de Olga Blinder, la labor de Livio Abramo, las pinturas de Núñez Soler, los retratos de Leonor Cecotto, el Museo del Barro, el rescate de la música de Zipoli, la creación de la carrera de Medios de Comunicación en la Universidad Católica, el enorme trabajo de Bartomeu Meliá y la difusión del cine de autor a pesar de la barreras. Todas estas formas de combatir la violencia que Ruiz Nestosa conocía muy bien desde su labor periodística, que ejerce desde hace más de cincuenta años. Por supuesto, hay capítulos sobre esta carrera suya en el periodismo, desde sus comienzos en el desaparecido diario La Mañana hasta sus pasos por La Tribuna y la fundación de ABC Color. Cuenta, especialmente, como realizó la foto del exilio de Roa Bastos, que recorrió el mundo, en 1982.

Está también el registro de una ciudad olvidada, o marginada, más que nada. La ciudad de los «barrios bajos», que Ruiz Nestosa recorría desde sus años de juventud, con una curiosidad que luego volcó en el periodismo y huyendo de una realidad de clase media. Tal vez buscando una ciudad real, despojada de prejuicios, fuera de la hipocresía pequeño burguesa que lo rodeaba.

Madre de ciudades, la del no me acuerdo y la del no sé, ha buscado registrar cómo se ha desarrollado la vida en una sociedad violenta, utilizando el lenguaje sencillo de la crónica. El libro atrapa, a pesar de la tristeza, más que la melancolía, que subyace en sus páginas. Una tristeza producida ante la constatación de que esa violencia del discurso sigue vigente a pesar de las batallas emprendidas.

Madre de ciudades, la del no me acuerdo y la del no sé

Asunción, Servilibro, 2016

361 pp.

sferreira@abc.com.py

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