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El admirable Bashville
Robert Louis Stevenson pasó unos meses –entre octubre de 1887 y abril de 1888– en una cabaña de Saranac, en Estados Unidos. Desde allí le comentó por carta la novela La profesión de Cashel Byron (Cashel Byron’s Profession), de George Bernard Shaw, a su común amigo el dramaturgo escocés William Archer, que se la había enviado por correo para conocer su opinión.
En la novela de Bernard Shaw, Lydia, su prometida, le exige a Cashel Byron que deje el boxeo y se transforme en un caballero –un «gentleman»–. La descripción periodística de un combate de su novio le aterra y seduce tanto como su pelea clandestina («Oh, I could kiss him now, here, before all the world»). Cuando asuma el papel de caballero, Cashel expresará admiración por las cualidades de púgil del criado Bashville, personaje que se ha ganado, según le escribe a su amigo Archer, también el corazón de gran novelista de Stevenson.
No cumplir treinta
En un momento de posromanticismo finisecular, Stevenson encuentra en el libro rasgos «románticos», a su juicio irrelevantes en un autor joven, es decir, de veinticinco años o menos, pero poco auspiciosos en un escritor maduro, es decir, de treinta años o más, y sugiere a su corresponsal un consejo destinado en realidad al escritor irlandés: «Si el señor Shaw tiene menos de veinticinco años, que siga su camino; pero si ya tiene treinta, es mejor que se le diga que es un romántico».
Shaw ya tenía treinta cuando Stevenson le escribía a William Archer; no era, pues, un escritor joven. (Tampoco intentaría pasar por tal, desde luego, ni siquiera hoy, cuando tantos lo hacen sin darse cuenta de que es ridículo; ningún escritor inteligente necesita ese recurso, que, aunque no lo digamos, en el fondo todos sabemos que delata a las medianías que apelan a él para hacerse perdonar su falta de brillo atribuyendo cualquier opacidad o pobreza a su «corta» edad).
En contrapartida, con léxico botánico, el novelista canadiense Robertson Davies anotó que aunque Shaw «floreció» a los veinte nadie «aspiró su aroma» hasta que tuvo cuarenta.
Cashel Byron’s Profession era la cuarta novela de George Bernard Shaw. La escribió en 1882 y fue rechazada por varios editores antes de aparecer por entregas en una revista y ser publicada como libro años después, cuando Archer se la envía a Stevenson.
De Robert a William sobre George
La carta dice así:
«Saranac, invierno 1887-8.
Mi querido Archer,
¿Qué puedo decirte? He leído el libro de tu amigo con raro placer. Si ha escrito otro, te ruego que me lo hagas conocer; si no lo ha escrito, mejor no perder tiempo en subsanar tal falta. Está lleno de promesas; pero quisiera saber qué edad tiene. En él hay rasgos de a los que no daría importancia si son norma de la edad. Y hay pasajes, sobre todo el del combate ante el rey zulú, de talento narrativo genuino y notable –un talento que pocos tendrán la agudeza necesaria para entender, hecho de fuerza, ingenio, destreza, visión y capacidad de sacrificio, punto este último que es el primero en un narrador–.
En conjunto, es (por supuesto) un sueño febril de los más febriles. Con Bashville, el lacayo, aullé de risa y alegría; me entrego a Bashville –leería sobre él toda la vida; de Bashville je suis le fervent–; solo hay un Bashville, y soy su devoto esclavo; Bashville est magnifique, mais il nest guere posible. Él es la clave del libro. Es del todo loco, loco y delirantemente delicioso. El autor tiene el gusto por la caballería de un Walter Scott o un Dumas, pero da pequeños mordiscos al socialismo; se aleja en alas del romántico buitre –y hasta el buitre, mientras surca el aire, ríe de la búsqueda– y me parece que cree de corazón que está trabajando en una cantera de sólido realismo granítico.
Esto –el consejero más duro que hay– me hace resistirme y mantener la calma. Si el señor Shaw tiene menos de veinticinco años, que siga su camino; pero si ya tiene treinta, será mejor que alguien le diga que es un romántico, y que persigue el romance con los ojos abiertos –o tal vez lo sepa; ¡Dios dirá! Mi cerebro flaquea.
Es horriblemente divertido. Pido más. Gracias por el placer que nos dieron, y cuéntame más del inimitable autor.
(Digo, Archer, Dios mío, ¡qué mujeres!). Sinceramente tuyo,
Robert Louis Stevenson.»
(Sidney Colvin (ed.): The Letters of Robert Louis Stevenson, Vol. III (1887-1891), Washington DC, Wildside Press, 2009, 404 pp.)
La fórmula de Shaw
La carta trae a continuación, en la edición en lengua inglesa de Wildside Press (2009), a manera de posdata, la receta del cóctel del libro de Shaw:
«Una parte de Charles Reade; una parte de Henry James u otro autor semejante y mal asimilado; media parte de Disraeli (quizás inconsciente); una parte y media de lucha contra el exceso de talento original; una parte de efusiva locura gaseosa. Tal es la ecuación en su forma actual. Lo que puede ser, no lo sabemos ni yo ni nadie. Vixere fortes –oh, que recuerde eso–; que se guarde de su maldito siglo; sus dones de insano amor a la caballería y narración vivaz podrían ser asesinados y arrojados como un feto prematuro por el Daemon de la época. ¡Y si supiera cómo he adorado la caballería! ¡Bashville! –¡O Bashville! J’en chortle (esto es bastante políglota).»
(Sidney Colvin, op. cit.)
La parte final de este párrafo («que se guarde de su maldito siglo…», etcétera) figura como epígrafe en la página 2 de la primera edición de Men of Letters, del crítico Dixon Scott (1881-1915), debajo del título «The Innocence of Bernard Shaw», (Londres, Hodder and Stoughton, 1916. Con introducción de Max Beerbohm). Por otra parte, tal como la transcribe en sus papeles el propio Bernard Shaw, la fórmula del elixir reza:
«Charles Ratie…..1 part
Henry James or some kindred author, badly assimilated…..1 part
Disraeli (perhaps unconscious)…..½ part
Struggling, overlaid original talent…..1 ½ part
Blooming gaseous folly…..1 part»
(Shaw: An Autobiography. Selected From his Writings by Stanley Weintraub, Nueva York, Weybright and Talley, 1970, 337 pp.)
Corno di Bassetto
Como Corno di Bassetto, nombre con el que firmaba sus escritos hechos para la prensa, Bernard Shaw escribió: «No tengo el más mínimo respeto por las personas que llaman al boxeador un bruto» en un artículo aparecido en el diario The Star el 27 de diciembre de 1889, tres años después de la publicación de la novela que comenta Stevenson en esta carta y de la cual, en 1901, Shaw publicará una adaptación en verso para teatro, The Admirable Bashville; el papel del periodismo en el boxeo lo aborda en la escena I del acto II cuando el criado Bashville lee en voz alta la crónica de un combate entre Cashel y un holandés librado bajo las antiguas reglas, sin guantes. El episodio que elogia Stevenson por carta aparece en la escena II del mismo acto, en un ring frente al trono del rey zulú Cetewayo.
Escribir a golpes
Fue en Inglaterra donde el boxeo recibió su primera normativa, del marqués de Queensberry, y donde con parejo brío boxeó y escribió Lord Byron. Una década luego de la aparición de Cashel Byron’s Profession vio allí la luz la novela sobre boxeo de Arthur Conan Doyle Rodney Stone. En Estados Unidos, Jack London tomó la posta al contar al mundo desde el New York Herald la pelea de James Jeffries y Jack Johnson y escribir sus cuentos de boxeo –como el bellísimo Por un bistec, editado por Alianza en los noventa–. Gay Talese dedicó crónicas a Floyd Patterson, Mohamed Ali y Joe Louis desde la década de 1950, al igual que Norman Mailer y Joyce Carol Oates, y Arthur Cravan (nacido Fabien Avenarius Lloyd), sobrino de Oscar Wilde, único y múltiple redactor de la revista Maintenant, se enfrentó a Jack Johnson en la Barcelona de 1916 antes de desaparecer en medio del océano, cerca del Golfo de México, a los treinta y un años.
*La traducción al español de todos los textos en inglés citados en este artículo es de Julián Sorel.
juliansorel20@gmail.com