Serendipias en el descubrimiento

Si creyéramos que el proceso científico es solo hipotético-deductivo, como lo pensó Popper, existiría un problema. Sería como una trampa conceptual, un círculo cerrado donde no cabrían sino tautologías por la exigencia de consistencia de las hipótesis y de rigor en los resultados de los análisis o experimentos. Por eso, una estrategia recomendable para científicos que se inician en países de ciencia periférica es también mirar más allá de las expectativas para no desaprovechar oportunidades de contribución original. Esta mirada diferente y profunda puede ocurrir en el momento de los estudios generales para dominar el área, en el periodo de latencia e incubación de ese conocimiento y en el momento de la revelación de una nueva verdad científica (Poincaré), por temporal que sea. Como decía Borges en su poema a Swedenborg, se debe «mirar lo que no ven los ojos terrenales».

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SERENDIPIAS

En este contexto, es importante conocer el impacto de las serendipias en la investigación. En la literatura científica se mencionan como algo exótico, marginal, colateral a la actividad científica, pero el fenómeno, aun poco explicado, puede ser crucial como estrategia de oportunidad de creación original. La palabra no figura en el Diccionario de la Real Academia Española, pero significa, de acuerdo al doctor Ruy Pérez Tamayo, «la capacidad de hacer descubrimientos por accidente y sagacidad, cuando se está buscando otra cosa». Dice el propio autor que en nuestra lengua aparece un término que se le parece, «chiripa», aunque esta es la causalidad favorable en que la suerte, prescindiendo de la sagacidad, favorece un resultado (Serendipia. Ensayos sobre ciencia, medicina y otros sueños, 2000). A cualquier persona le puede llegar una chiripa, pero la serendipia es para la mente entrenada. El concepto es válido también para cualquier manera de descubrir, como notó Pasteur. La serendipia es mucho más frecuente de lo que uno se imagina y requiere sagacidad, ese ojo de lince necesario para identificar su valor de novedad más allá de lo obvio y así construir hipótesis originales. Miradas agudas y completas. Ya lo percibieron Galileo y sus colegas al crear la primera sociedad científica del mundo moderno con el nombre Academia del Lince en el siglo XVII.

EL ORIGEN DE LA PALABRA

El profesor Ruy Pérez Tamayo, eximio investigador, y comentador de filósofos de la ciencia y de la actividad de los científicos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), escribió sobre este no bien entendido fenómeno, que a veces sin saberlo conocen los científicos practicantes. Dice haber encontrado la palabra en un libro de W. B. Cannon, profesor de fisiología de la Universidad de Harvard, que escribió un memorable capítulo acerca de las serendipias en las ciencia biomédicas (The Way of an Investigator. A Scientist’s Experiences in Medical Research, 1945). Cannon atribuye la invención de la palabra a Horacio Walpole, escritor y crítico de arte inglés, famoso por su rico epistolario: intercambió 1800 cartas con Horacio Mann en el siglo XVIII. En una de estas cartas, Walpole le comenta a Mann que ha leído un cuento del viejo Oriente, «Los tres príncipes de Serendipo», y le explica que, en ese relato, «mientras sus altezas viajaban, iban siempre haciendo descubrimientos, por accidente y por sagacidad, de cosas que no estaban buscando. Por ejemplo, uno de ellos descubrió que una mula tuerta del ojo derecho había pasado por ese mismo camino recientemente, porque el pasto había sido comido solo en el lado izquierdo; ¿entiende ahora lo que es la serendipia?» Serendipo era el nombre antiguo de Ceylan, en sánscrito. Para Cannon, el más sorprendente ejemplo de descubrimiento accidental en la historia fue el del hemisferio occidental por Cristóbal Colon, quien buscaba otra cosa, pero estaba condicionado, y era consciente de ello. Robert K. Merton, de la Universidad de Columbia, Nueva York, fundador de la sociología de la ciencia, vio la serendipia como un método aceptable de investigación científica caracterizado por descubrir sin buscar, contrapuesto al método tradicional de descubrimiento diseñado con un propósito, una búsqueda especifica (The Travels and Adventures of Serendipity. A Study in Sociological Semantics and the Sociology of Science, 2004). En muchos libros se enumeran los numerosos descubrimientos científicos debidos a este poco ortodoxo proceso (Richard Gaughan, Accidental Genius: The World’s Greatest By Chance Discoveries, 2010).

POR QUÉ IMPORTA LA SERENDIPIA

Pero ¿cómo se percibe y por qué es importante la serendipia? Como un accidente, algo imprevisto, una casualidad, una complicación, un desvío, una anomalía en el sentido de Popper y de Kuhn (acá están de acuerdo) cuya atención y búsqueda de explicación deviene descubrimiento científico. Pero los accidentes, las situaciones imprevistas, pasan todo el tiempo, no solo en la actividad científica, sino en la vida diaria. ¿Por qué es importante para la ciencia y como estrategia de un país con poca ciencia? Porque ocurre siempre en un contexto general o específico de búsqueda y en un marco conceptual o experimental determinado, está confinado a un set de proposiciones previas y es, en toda su libertaria y errática aparición, aun dependiente de un marco conceptual. Y porque el científico preparado sabrá encontrar los vínculos que unen esta aparente incongruencia con los datos válidos que sostienen las hipótesis. Porque en un país con poca ciencia una serendipia es un regalo gratuito, de bajo costo, que se debe aprovechar al máximo, como un fenómeno azaroso y, por lo tanto, independiente de la geografía y la cultura. El típico ejemplo de la historia de la medicina es el caso del doctor Fleming, cuyos cultivos de bacterias, por azar o descuido, se contaminaron con el hongo penicilium notatum. Hongos y bacterias son distintas especies de microorganismos. Con sagacidad, este cuidadoso bacteriólogo detectó el efecto que tenía el hongo de inhibir el crecimiento de los estafilococos, bacterias que comúnmente infectan al ser humano, y el error o accidente devino el descubrimiento que condujo a la fabricación de los antibióticos. Fleming estaba buscando el modo de frenar el crecimiento bacteriano, y lo encontró, pero de forma imprevista. Se podría discutir el carácter de serendipia de su hallazgo porque en una verdadera serendipia el investigador no está buscando lo que encuentra. En nuestra experiencia hubo algunas serendipias. Nuestros estudios son de cáncer peneal y morfológicos. Evaluamos en detalle especímenes de resección quirúrgica con esta patología. Para cada espécimen y su tumor, una foto y un dibujo explicativo reflejan la realidad exactamente. Al tener alineadas las ilustraciones para un libro, un colaborador, observador agudo, nos señaló un «error» del dibujante, al notar una diferencia entre dos especímenes que deberían ser iguales. En vez de desechar el caso, indagamos en detalle, localizamos las fotos originales, comparamos, agrupamos cincuenta especímenes para detectar lo mismo y, para nuestra sorpresa, descubrimos una variación anatómica no reportada previamente, muy frecuente y de importancia clínica fundamental.

De estos y otros ejemplos se pueden deducir tres postulados esenciales para entender el concepto de serendipia: 1. La serendipia es un hallazgo accidental, por suerte o por error, más frecuentemente lo último; 2. Es debido a la sagacidad del involucrado, y 3. Que estaba buscando otra cosa.

PASTEUR: MENTES PREPARADAS PARA DESCUBRIR

Para investigar en un país marginal la preparación es fundamental, pues una mente no preparada no sabrá aprovechar los designios del azar. Volvemos a Pasteur, que decía que el azar favorece a las mentes preparadas. Lo decía también Cajal. Por ello, se debe evitar la adhesión dogmática a ideas previas. También afirmaba Pasteur que «para aquellos que viven de acuerdo a un plan preestablecido, a un patrón único, las aventuras de las ideas son imposibles. Pero la verdad es que vivimos en un mundo que no está establecido, que no es estacionario, que no se ha inmovilizado finalmente. Nos presenta todo tipo de posibilidades de combinaciones y reajustes novedosos y sin precedentes. Por lo tanto, la sabiduría nos aconseja mantener nuestras mentes abiertas y receptivas, hospitalarias a las nuevas visiones. Erramos al rechazar los aspectos más extraordinarios de la experiencia como indignos de atención. Pudieran ser los tímidos principios de avenidas que conduzcan a alturas inexploradas del progreso humano».

Instituto de Patología e Investigación.

antoniocubillaramos@gmail.com

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