Samael, Silent Hill y el Gran Duque Flauros

Que sea noticia esta semana gracias al hallazgo, en su primera entrega, de monstruos que han estado ocultos durante todos estos años, es un excelente motivo para hablar de Silent Hill.

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«Lo siniestro (das unheimliche) nombra todo aquello que debió haber permanecido en secreto, escondido, y que, sin embargo, ha salido a la luz»

Friedrich Schelling, Filosofía de la mitología, 1856

Desde las primeras y nerviosas notas de mandolina de la canción de Akira Yamaoka que acompañaban las enigmáticas palabras «El miedo a la sangre tiende a crear miedo a la carne» –«The fear of blood tends to create fear for the flesh»– todos supieron que Silent Hill era algo fuera de lo común cuando apareció, lanzado por Konami para Play Station, en 1999. Intensa experiencia inmersiva, Silent Hill es un hito en el desarrollo de la rica veta de terror psicológico del subgénero de survival horror. Dirigido por Keiichiro Toyama, Team Silent creó con Silent Hill uno de los mejores ejemplos de un tipo de juego que afectaba al usuario de modo diferente.

Ioannes Wierus y el Gran Duque Flauros

En Silent Hill 1, el escritor Harry Mason sale de vacaciones con su hija adoptiva, Cheryl, pierde por el camino el control del volante, el coche se estrella, él se desmaya y, al volver en sí, Cheryl ha desaparecido. En su busca, llega a Silent Hill, donde Dahlia Gillespie –cuya hija, Alessa, está en un coma por el cual parte de su alma se manifiesta en Cheryl y parte en el oscuro mundo paralelo que materializa los monstruos de su mente destruida–, líder de una secta que rinde culto a Samael, le da un talismán de Flauros.

Ioannes Wierus –o Johannes Wier–, discípulo y asistente, en Amberes, Colonia y Bonn, del ilustre autor de Occulta Philosophia –el filósofo y alquimista Heinrich Cornelius Agrippa–, y médico de cabecera de Guillermo I de Cléveris, publicó tratados médicos y demonológicos. Estos últimos son tres: De Praestigiis Deamonum, de 1563, Pseudomonarchia Daemonum y De Lamiis Liber, ambos de 1577.

(Y, aunque sus obras terminaron en el Índex Librorum Prohibitorum, y aunque el inquisidor Martín del Río lo llamó, en su Disquisitionum Magicarum, «secuaz del Diablo», es probable que su posición en la corte de Cléveris haya salvado a Wier de cosas peores).

Publicada en Basilea, la Pseudomonarchia es anterior al Ars Goetia, que forma parte del grimorio Clavicula Salomonis Regis, del cual en 1904 los ocultistas británicos Samuel Liddell «MacGregor» Mathers y Aleister Crowley hicieron una famosa edición.

En esta obra, Wier indica cómo invocar a 69 demonios, y el demonio número 62 de su lista es Flauros. En la versión inglesa de 1904, que incluye tres demonios más, el Gran Duque Flauros es el número 64:

«64. Haures, Hauras, Havres O Flauros. Gran Duque, aparece en forma de leopardo fuerte y terrible, pero al mandato del exorcista toma forma humana de ojos flameantes y feroces. Da respuestas verdaderas a preguntas sobre el pasado, el presente y el futuro, pero si no se le sujeta dentro del triángulo mentirá en todo... Hablará, al fin, de la creación del mundo, de la divinidad y de cómo él y otros espíritus cayeron. Destruirá y quemará a los enemigos del exorcista y evitará que lo tienten otros espíritus. Gobierna 36 legiones y su sello se usará como pantáculo» (1).

La Serpiente del Edén y el poeta Robert Graves

En Silent Hill 3 (2003), hace diecisiete años que Harry Manson ha escapado de la nebulosa ciudad de Silent Hill llevando consigo la reencarnación de Alessa y Cheryl, su hija adoptiva Heather. Ella se queda dormida en Happy Burger y sueña que está en Silent Hill. Entrega muy teológica, empieza en un parque de diversiones de naturaleza claramente infernal. Ese sueño es obra de Samael, que, desde el interior de la propia Heather, la lleva con él a sus dominios, la ciudad de Silent Hill.

Señala Robert Graves (2) que Samael aparece en un relato rabínico del nacimiento de Caín como la Serpiente que tienta a Eva en el Edén. Agrega que deriva de Shemal, divinidad siria identificada –como la misma Serpiente, que es el ángel caído Helel ben Safar, Lucifer, hijo de la Aurora– con el planeta Venus. Ambos, Shemal y Samael, procederían de la diosa babilonia Ishtar, procedente a su vez de la sumeria Innana, uno de los rostros –al igual que Venus– de la Diosa Blanca, cuyo dominio en el mundo mediterráneo del Neolítico también ha estudiado Graves (3).

Volviendo a la versión rabínica del nacimiento de Caín, recogida por el poeta inglés en Los mitos hebreos, este (Caín) no sería hijo de Adán, sino de Samael, la Serpiente. No es raro, cabe observar, que el Mal entre en la estirpe humana por obra de una divinidad arcaica y destronada, devenida diabólica y prohibida.

Das unheimliche

Siguen al tercer juego más entregas, además de precuelas, secuelas y spin-offs –Silent Hill 4: The Room (2004), Silent Hill: Origins (2007), Silent Hill: The Escape (2007), Silent Hill: Homecoming (2008, con un habitante y no un visitante como personaje central), Silent Hill: The Arcade (2008, con opción multi-jugador), Silent Hill: Shattered Memories (2009), Silent Hill: Downpour (2012), Silent Hill: Book of Memories (2012)...–. Christophe Gans y Michael Bassett dirigieron sendas adaptaciones cinematográficas de Silent Hill en el 2006 y el 2012, respectivamente, y hay una serie de cómics de IDW Publishing, y tres novelas de Sadamu Yamashita, que se basan en Silent Hill.

La inagotable fascinación de Silent Hill se debe en parte a su geografía del trauma interno, exteriorizado en esa ciudad que deviene infierno para los condenados a llegar, antes o después, a ella. Perdida en la niebla de algún triste paraje del noreste de Estados Unidos, conserva su poder de deformar la realidad normal y cotidiana y llevarte al reino de tus miedos olvidados y tus oscuros sueños de culpa, redención y castigo. Que en los videojuegos el final dependa de tus elecciones refuerza el potente sentido escatológico y el sutil terror moral del relato que sostiene la saga de Silent Hill, ese lugar que podría estar en cualquier parte y en el cual, por eso mismo, aparece todo que, como diría Schelling, «debiendo haber permanecido oculto y en secreto, sin embargo ha salido a la luz».

Notas

(1) Samuel Liddell MacGregor Mathers (compilación y traducción) y Aleister Crowley (introducción y notas): The Goetia. The Lesser Key of Solomon the King, Foyers, The Society for the Propagation of Religious Truth, 1904, p. 35.

2) Robert Graves y Raphael Patai: Los mitos hebreos, Buenos Aires, Losada, 1969, tomo II, caps. 13 («La rebelión de Samael») y 14 («Los nacimientos de Caín y Abel»), pp. 58-64.

3) Ver: Robert Graves: La diosa blanca. Una gramática histórica del mito poético, Madrid, Alianza Editorial, 1983, 2 vols.

juliansorel20@gmail.com

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