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Por una cortesía de Domingo Laíno hacia el amigo Richard Alan White, nos enteramos de su tempranero e inoportuno deceso (apenas tenía 72 años). Decididos a recabar más información como homenaje al gran admirador del Paraguay, nos enteramos de que había nacido el 17 de enero de 1944 en Abington, Massachusetts, hijo de padres ambos con apellidos polacos. Su deceso tuvo lugar el sábado 9 de julio pasado en Hoopersville, Maryland, islita en la Bahía de Chesapeake. Parece que era solterón, porque los parientes más cercanos son hermanos y sobrinos.
De lo que nunca hubo dudas en Richard Alan fue de su fascinación por la figura, la historia y la leyenda de José Gaspar de Francia y, a través de él, por todo lo paraguayo.
Por su fecha de nacimiento, White era uno de los hijos de la explosión demográfica iniciada en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, fenómeno conocido como el «baby boom», origen de la rebeldía juvenil del rock and roll negro cantado por blancos de los años cincuenta, el movimiento hippie y el pacifismo en la Era de Vietnam.
El conflicto de Vietnam fue prolífico para el intelecto. Una forma de eludir el combate era matricularse en estudios de posgrado, y para ello Richard cruzó el continente hasta la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), donde obtuvo el doctorado en Historia con una tesis novedosa y provocativa que en 1978 se convirtió en el libro de resonante éxito editorial Paraguay’s Autonomous Revolution, 1810-1840 (La Revolución Autónoma del Paraguay, 1810-1840), publicado por la Universidad de Nuevo México en Albuquerque.
Richard creyó haber descubierto en el Dr. Francia a un revolucionario socialista que ya se encontraba en el poder cuando Marx apenas estaba naciendo. Según ese relato, Francia empoderó a los pobres, persiguió a los ricos, obligó a los comerciantes a ser justos, defendió la soberanía de su Estado contra vecinos codiciosos y tuvo una serie de sucesos políticos tan creativos como ejemplares. Cuando las langostas destruyeron las plantaciones y todo parecía indicar que el hambre sería la marca de Caín, José Gaspar ordenó una nueva siembra y descubrió que el clima daba para dos cosechas anuales. Ante la agresión externa, aisló a su pueblo y propició una industrialización de mano de obra intensiva precaria pero efectiva. Al enfrentar una epidemia de garrapatas en el ganado vacuno, descubrió el rifle sanitario, sacrificando a las enfermas y salvando a la ganadería local, en 1838. También, cuando Artigas fue corrido por sus partidarios, Francia lo cobijó, inventando la doctrina del Asilo Político definido por el que recibe, aunque el de origen chille.
Cuando desde México estaban tratando de vender la biblioteca de Natalicio González a alguna universidad norteamericana, White la revisó y descubrió así la valiosa Colección José Doroteo Bareiro, que recibe su nombre por el funcionario del Archivo Nacional que había indexado todos los documentos remanentes de la Era Francia / López, pero dos copias de la misma, a pesar de haber sido abonado el trabajo por el Estado paraguayo, estaban en manos privadas, y ninguna se encontraba en el Archivo.
Ofendido por este sacrilegio, Richard Alan White fotocopió por su cuenta la voluminosa documentación y la trajo personalmente, como donación, al Archivo Nacional de Asunción.
Al parecer, llegados los festejos del Bicentenario, Richard Alan recibió por Internet la oferta, a precio elevado, de una edición de lujo en varios volúmenes de la Colección Doroteo Bareiro. Indignado ante la posibilidad de que, con su donación graciosa, alguien estuviera tratando de ganar dinero fácil, vino a Asunción, hecho una tromba, y publicó su visión de los hechos en el Suplemento Cultural de Abc Color.
Y, una vez más con su dinero, digitalizó toda la Colección de don Doroteo, quien compiló archivos sobre José Gaspar Rodríguez de Francia y Carlos Antonio López, y la puso a disposición de todo el mundo, gratis, en internet.
Richard Alan murió convencido de haber descubierto a un gran revolucionario popular en José Gaspar Rodríguez de Francia. Este fue más bien conservador, pues expulsó a los españoles, pero conservó todas sus injustas leyes medievales, dividiendo a la sociedad en estamentos raciales de acuerdo al color de la piel, que, cuanto más oscurita fuese, más crueles castigos corporales recibía en caso de trasgresión de las normas.
Y si bien el Dr. Francia creó la primera república del mundo de habla hispana, su actuar no era tan repúblico. No se le podía mirar a los ojos, ni estar en las calles cuando él salía a pasear, y cada «ciudadano» le tenía que pedir permiso para viajar, comerciar o casarse. Y lo que él decidía republicanamente, no tenía apelación posible.
Y si Francia no fue la vanguardia de proletariado alguno, los paraguayos tuvimos la suerte de descubrir a un verdadero revolucionario intelectual, de los que no fusilan ni apresan, de nombre Richard Alan White.
Descontento con las cosas como eran y haciendo siempre lo posible por cambiarlas sin demora. Desde el 9 de julio pasado los estudios paraguayos guardan, sin consuelo, un breve espacio donde él ya no estará.
* Historiador