Revista N° 9 del Pen Club del Paraguay

Fue presentada recientemente la Revista No 9 del PEN Club del Paraguay, que lleva el sello editorial de Arandurã.

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La obra colectiva, ilustrada con una fotografía del poeta Hérib Campos Cervera, y otra, que muestra la tapa del libro “Ceniza Redimida”, en su primera edición (Editorial TUPA- Buenos Aires), rinde homenaje a uno de los mejores exponentes de la poesía paraguaya: Hérib Campos Cervera. Es entonces un tributo al vate en el centenario de su nacimiento.
En la revista están presentes las obras de los poetas Delfina Acosta, Manuel E. B. Argüello, María Eugenia Ayala Cantero, William Baecker, Rubén Bareiro Saguier, Gladys Carmagnola, Augusto Casola, Raquel Chaves, Susy Delgado, Renée Ferrer, Aurelio González Canale, Luis María Martínez, Margot Ayala de Michelagnoli, Fernando Pistilli, J. A. Rauskin, Domingo Rivarola y Alicia Solari.
Los ensayistas que acercaron sus obras son Abelardo de Paula Gomes, Efraín Enríquez Gamón, Víctor Jacinto Flecha, Emi Kasamatsu, Luis María Martínez y Beatriz Rodríguez -Alcalá de González Oddone.
Escriben relatos los narradores Manuel E. B. Argüello, Rubén Bareiro Saguier, Augusto Casola, Renée Ferrer, Luis Hernáez y Margarita Prieto Yegros.


“Diálogo junto al Mburicao”

En las páginas destinadas a los ensayos, el lector puede entretenerse con un original escrito perteneciente a Efraín Enríquez Gamón. En efecto, es por demás sensible la imaginada conversación que se da entre dos grandes figuras, ya desaparecidas, de nuestro arte: Manuel Ortiz Guerrero y José Asunción Flores. Bajo el título de “Diálogo junto al Mburicao”, Efraín Enríquez Gamón escribe una supuesta charla, muy animada, entre ambos, que gira en torno a los últimos sucesos acontecidos en el mundo de los vivos. Manuel Ortiz Guerrero pregunta. Manú desea saber. José Asunción Flores le cuenta a su amigo, que ha saboreado el éxito en Buenos Aires, con la composición de nuevas obras. “En la diversidad de las joyas literarias musicalizadas con arte, obras de poetas y músicos, nadie aún puede superar a nuestros Ne rendape ayú, a India y a Panambí verá”, le dice el músico al poeta.
Por razones de espacio incluyo en esta página una sola apreciación sobre los trabajos artísticos de quienes figuran en la revista del PEN. El lector sabrá comprender.



Palabra - Símbolo

Todo está organizado para el canto
desde que el mundo es mundo; y desde siempre
él pervive en la luz, el aire, el agua,
en los que aguarda insobornablemente
mientras llega la exacta voz humana
que lo libere.


Es mejor admitirlo: la palabra
vive aun cuando el labio la silencie;
está entre la mordaza enrojecida
de los hilos de sangre entre los dientes;
y al evadirse hasta encontrar el mundo
en el cual logrará fortalecerse,
es verbo - vendaval
y arrasará con todo lo que encuentre
- torrencial lluvia - sílaba - substancia
donde confluyen todas las especies -
para llegar a la raíz del canto
que por la voz se eleve
hasta auroras aún no amanecidas
de algún lugar acaso inexistente.

Reconozco los síntomas -oráculos
de la palabra- símbolo que a veces
nos atrapa de pronto, sin permiso
en medio del trajín, tan de repente
- con desatada furia, tempestuosa,
tenaz, insobornable, exigente -
que nada resta
sino darle albergue.


Así tiene que ser,
seguramente.


¿Quién osará amordazar el grito
que se le agolpa en la garganta, urgente,
y puja por salir a borbotones
por fin a la intemperie?


Gladys Carmagnola




Poema en soledad

He querido florecer en tu corazón un claro lucero.

He querido arder en tus labios una rosa de amor.

He pensado en ti, estrella mañanera,
sin tener siquiera el aroma de tu rostro.
Pedí para eco de tu voz el sonido del mar.

Pedí para tus manos una gota de alba.

Es tuyo el azahar y tuyo el trigal florecido.

La noche te da su tenue titilar jazminero.

Te di la bandera de mis versos nuevos,
y el redoble del tambor, la campana y el clarín.

Todo quise para ti. Sin embargo ya lo ves,
soy trigo que se muere por ausencia de tu amor.

He robado al viento de la tarde infinita,
la luz de tu imagen, el calor de tus manos.

El camino, arenosa cinta que atara nuestros pasos,
no sé por qué te recuerda y me llama en cada siesta.

Mío fue el lapacho y mío el cerro y la avenida.

Ahora qué. Soy estela marinera que se apaga en tu mirar.

Estoy solo. Lentamente el sol se aleja en la tarde.

El canto se derrama de mi arcilla entristecida.

En mi desierto sólo tengo estos versos que te nombran,
un pétalo olvidado que rueda sin destino.

Y nada más.

He querido florecer en tu corazón un claro lucero.

He querido arder en tus labios una rosa de amor.


Manuel E.B. Argüello




El aguacero

No es nada misterioso ese aguacero
que apura y fuerza el rasgueo
empujando al vertedero...


Ilusión de trigo puro
que en solo relampagueo
nos torna en blanco lo oscuro...


Pertinaz airón de enero
que está impulsando al gorjeo
al ánimo prisionero.

Corcel que relampaguea
bajo la piel y aletea.

(Un pájaro herido sabe
si está en el viento la clave.)

El alma es sólo un sendero,
un río parco, el otero,
musical del aguacero!


Luis María Martínez
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