Revelar el fósil

Algunas preguntas y una lectura de la obra de Fredi Casco Foto Zombie, expuesta en la muestra Photography and Concealment (Fotografía y Encubrimiento) del Metropolitan Museum de New York, a cuyo acervo pertenece.

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LA HISTORIA DE LA OBRA EN EL TEXTO

Fredi Casco iba, casi todos los domingos, a un mercadito de pulgas que se realiza en el microcentro de Asunción. Entre libros, imágenes, joyas antiguas y no tanto, existe un género de objetos que se emparienta con el momento de la última dictadura en el Paraguay y con la figura del dictador Alfredo Stroessner. Expuestos a manera de fetiche, estos objetos atraen la atención de coleccionistas e historiadores. El interés tiene dos vertientes: una de ellas se relaciona con el puro fetiche y la mirada irónica (su rasgo de «rareza»), y la otra se relaciona con los seguidores del dictador: los stronistas.

Casco es un artista que pertenece a una generación que nació con Stroessner en el poder y que en 1989, el momento de su caída, ya era un adulto estudiando en la facultad. La figura del dictador atraviesa una de las partes más importantes de su historia personal.

Una de las veces en las que Casco deambulaba entre libros viejos, medallas y figuritas de Lladró, ve una pequeña maleta. En ella, una cantidad importante de fotografías. Allí, las imágenes de las diversas visitas diplomáticas que durante un tiempo recibió el aparato de Estado que había construido Stroessner. Recibimientos de dignatarios, firmas de convenios, fiestas varias, saludos entre autoridades, etc. Cada imagen tenía escrita, atrás y en lápiz, una breve descripción de lo que la fotografía mostraba.

Una vez adquiridas, Casco trató este archivo como tal. Como un compendio de documentos sistematizables. Estos objetos, sacados de circulación en algún momento, quizá copias sin vender que su autor volvió a poner de nuevo en el ruedo del mercado, ya no resultan el recordatorio de tal o cual evento, sino objeto extraño, evidencia, también fetiche de stronistas (que todavía existen).

Cada imagen, que no da cuenta de horror ninguno, muestra un paisaje acartonado, con un glamour de pacotilla, personajes estrechándose las manos o brindando. Si no supiéramos nada de esas caras, si alguien las desconociera, pasarían inadvertidas: fotografías desechables.

Pero son las caras de Stroessner, Videla, Mario Abdo Benítez, ministros nefastos, militares ídem. Son los mismos gestos de saludos forzados y risas de diplomacia totalitaria. De este archivo, el artista sacará varias de sus últimas obras.

LA IMAGEN EN EL TEXTO

Fredi Casco encuentra este archivo que luego le dará varios caminos a seguir. Él sabe de esos caminos múltiples. De ese archivo abrevarían varias obras del artista. Por eso, antes de nacer como serie, lo era. El Retorno de los Brujos tiene en Foto Zombie su segunda entrega. Esta vez la imagen es trabajada de otra manera, casi opuesta. Ya no se tratará de alterar un documento, tampoco de manipular la imagen, mostrando lo otro que niega.

Imagino el momento en el cual Fredi Casco, luego de haber manipulado los insumos que le sirvieron para crear esa primera fase: Los desastres de la Guerra Fría, mira las fotos del revés.

Quizá buscando algo guardado en el papel fotográfico. Quizá buscando la luz, a través del papel.

Y en ese instante se revela un contorno.

Y digo revela como si dijera devela.

EL PASADO EN EL TEXTO

Nada que haya sucedido queda en un tiempo pretérito como si se guardara en una caja y nunca se abriera. Y así como no tiene clausura, tampoco apertura al devenir, no tiene génesis.

La dictadura, ciertamente, no es algo cuyo comienzo se pueda precisar y tampoco se encuentra en un pasado, guardada solo en la memoria, mantenida allí.

Eso fósil, representante de la ur historia como naturaleza petrificada, que ha horadado un lugar en la piedra de la historia, quizá sea el «origen» de este presente que transitamos. Y ese «origen», siguiendo a Benjamin, no debe entenderse como comienzo, como «génesis», debe entenderse como flujo, como interacción, o como decía él, como remolino, como «torbellino en el río del devenir», «salto y brecha» (citado en Maura Zorita, 224-225).

Podríamos hablar, en el caso de Paraguay, de varias dictaduras, no solo la stronista. O podríamos hablar en singular: quizá nuestras dictaduras hayan sido una sola siempre. Quizá pensarlo del lado de Benjamin, para nombrar aquello que no es ni principio ni final, sino un devenir, un salto y brecha de lo fósil: eso que vive en su forma y que abre una brecha para ya nunca dejar de instalarse.

La dictadura (en singular o plural): eso que todavía nos pasa, nos hiere, nos moldea y deja su impronta.

EL REVELADO ZOMBIE EN EL TEXTO

Llega un momento pequeño. El momento en el que Casco mira a trasluz. Mira un contorno que se desprende del anverso hacia un reverso. El lado de atrás de las cosas también tiene su verdad.

Casi intuitivamente, Casco toma un lápiz, y quizá sin saber del todo lo que está haciendo, bordea con el lápiz un perfil, una figura, calca un contorno.

Revela la fotografía de manera más analógica aún. Revela y devela. Devela ese pasado sin haberlo pasado, el contorno de un pasado que sigue atravesándonos todos los días, aunque ya no se sienta. Es solo una línea fina que bordea nuestros contornos y que no nos abandona. El contorno ha de servir para no derramarse, para atraer todo hacia algún centro. Ese dibujar el continente, esa frontera, comporta un gesto que se completa –como en casi toda la obra reciente de Casco– con el título de la obra. El zombie, dejando de lado la tradición vudú, y tomando más bien un concepto popularizado por los mass media, constituye un cadáver vuelto a la vida. Pero, ¿qué vida? Una vida mínima, sujeta más bien a las pulsiones más primarias del hambre. Una vida en la que se camina medianamente, se huele sangre y se intenta seguir viviendo (viviendo esta otra vida) a expensas de alimentarse de carne, cerebro y sangre humanos. El zombie es casi un autómata semimuerto semivivo que, formando hordas, ataca a los pocos seres humanos en la forma en la cual creemos conocer como vida.

¿A quiénes corresponden estos contornos revelados por Casco en el reverso de unas fotografías encontradas?

¿No será que ese ser dormido en su forma, el fósil, vuelve, despierta, bajo la piel de un zombie? Ese ser ni vivo ni muerto que se alimenta de nosotros, los supuestos vivos, para hacerse más numerosos y poner en peligro esto que desearíamos ser.

Esos contornos, fósiles ayer, zombies hoy, dan cuenta de que aquello que se encontraba plácidamente dormido en su forma ha despertado.

Y viene por nosotros.

liabeco@gmail.com

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