Replanteo teórico ante la hipocresía intelectual

Jean-Claude Guillebaud. La traición a la ilustración. Investigación sobre el malestar contemporáneo. Ediciones Manantial. Buenos Aires, Argentina. 195 páginas. Jean-Claude Guillebaud (Argel, Argelia, 1944). Escritor, ensayista, editor francés y periodista del diario Sud Ouest, de Le Monde y de Nouvel Observateur, fue presidente de Reporteros sin Fronteras. Recibió en 1972 el Premio Albert Londres al mejor reportero en lengua escrita.

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Si bien los males crecen a nivel planetario y los países más ricos también exhiben sus quejas y no ocultan el debilitamiento de sus instituciones, las naciones de menor desarrollo son las que se sienten más castigadas por la irrigación de graves desequilibrios sociales, políticos y económicos.

Grandes masas poblacionales se convierten en peatones que transitan sin llegar a ninguna parte. Se trata, indudablemente, de una etapa signada por verdaderas catástrofes producidas por los sistemas de gobierno imperantes. Un perfil histórico de este proceso es perceptible si partimos desde la caída del muro de Berlín (1989-1991) y la marcha acelerada y triunfal del sistema neoliberal en el mundo, encaramado en la globalización. Este hecho había castigado duramente a las ideologías más cercanas a las necesidades populares. Por entonces el socialismo había transitado inexorablemente hacia la estigmatización y, en consecuencia, muchos intelectuales, dirigentes, líderes sociales y culturales pasaron a engrosar las filas de quienes castigaban despiadadamente el diseño socialista. Las expectativas fueron variadas y las respuestas más que vacías, es decir, la mundialización del régimen capitalista y el desencanto vergonzante de la izquierda ocuparon su lugar en un escenario repleto de expectativas.

No obstante, en América Latina fueron apareciendo agrupaciones sociales y políticas que impulsaron la lucha de los campesinos y trabajadores urbanos quienes tomaron fuerza con la llegada e inserción de un nuevo siglo y la cada vez más unida alianza entre sectores sociales, movimientos independientes de ciudadanos y ONGs que decididamente ocuparon espacios para atenuar la avalancha globalizadora del capitalismo triunfante. En las últimas décadas podemos comprobar que la demanda de derechos de los sectores más excluidos llega a forzar las bases del sistema democrático que no ha sido capaz de apuntalar la verdadera solución ante las demandas populares.

En Brasil aparecería el Partido de los Trabajadores como una opción para alentar la manera de impulsar políticas de los sectores populares sin romper con los moldes del capitalismo, hecho que motivó (una vez que Lula llegó al poder) una novedad expansiva. De todos modos, no existe ninguna duda de que el desmontaje del muro de Berlín, la desaparición de la Unión Soviética, el camino de China Continental mediante un sistema más abierto hacia el neoliberalismo, no fue (para las clases desposeídas) apostar por una alternativa que terminó amarrando los pies en el infierno. Todo esto se corrobora con las crisis económicas a nivel mundial, las rebeliones que persistentemente ocurrieron y la miseria imperante en las naciones paupérrimas de nuestro continente.

En ese contexto “La traición a la ilustración”, investigación sobre el malestar contemporáneo, libro de Jean-Claude Guillebaud, nos pinta de cuerpo entero el fastidio que corroe lo que muchos denominan la actualidad democrática que, a estas alturas, solo exhibe cierto aire de agotamiento, dudas y vaciedad preocupante, como si el perfil de la ilustración haya dejado de constituirse en algo llamativo para entender las cosas y aplicar las medidas correctas que beneficien a la sociedad. Contrariamente a este concepto, Jean-Claude Guillebaud estima que “la ilustración ha sido traicionada”, y que se impone un replanteo para superar las brechas causadas por la hipocresía intelectual, la concupiscencia, el humanismo decadente y las ciencias imperiosas.

“La traición a la ilustración”, de Jean-Claude Guillebaud, cuestiona el ultraliberalismo concupiscente y arroja a boca de jarro la perfidia ante los principios primigenios de la ilustración, del conocimiento para beneficio de la prosperidad humana. Las ideas primigenias de la Revolución Francesa que fundó los cimientos de la libertad, igualdad y fraternidad han sido vapuleadas indiscriminadamente. La desviación ha costado muy caro: bolsones colosales de contrariedades sin resolver, marginalidades criminales y verdaderas legiones de pordioseros, parias excluidos del verdadero desarrollo social, económico y cultural que requiere perentoriamente nuestro tiempo.

Sin ningún influjo ideológico, Guillebaud cumple su labor intelectual y cita un texto de Max Weber que, según el autor, ilustra de manera didáctica la situación: “La sed por adquirir, la búsqueda de la ganancia del dinero, de la mayor cantidad posible de dinero, en sí mismas no tienen nada que ver con el capitalismo. Mozos de café, médicos, cocheros, artistas, cocottes, funcionarios venales, soldados, ladrones, bastardos, asiduos de los garitos, mendigos, todos pueden estar poseídos por esta misma sed (…) En los manuales de historia de la civilización usados en las clases infantiles debería enseñarse a renunciar a esta imagen ingenua. La avidez por una ganancia sin límite no implica en nada al capitalismo, mucho menos aún su espíritu (…) Salvo excepciones, quienes estaban en el origen de este punto de inflexión decisivo, tan insignificante en apariencia pero que insufló un nuevo espíritu a la vida económica, no eran especuladores, temerarios sin escrúpulos, aventureros tal como se encuentran en todas las épocas de la historia económica, y ni siquiera simplemente grandes financistas. Al contrario, estos innovadores, educados en la dura escuela de la vida, eran seguros, perspicaces, enteramente dedicados a su tarea, que profesaban opiniones severas y estrictos principios burgueses”.

Asimismo, Jean-Claude Guillebaud ratifica que el mismo Weber “Insiste en la profunda desconfianza hacia el dinero de la que dan testimonio los teóricos puritanos, fundadores del capitalismo. El texto más ilustrativo es sin duda el Consejo a un joven comerciante, publicado por Benjamín Franklin en 1784, texto puntilloso en extremo, que preconiza el trabajo, la economía y el ahorro, y condena sin apelación la ostentación. En cuanto a Adam Smith, en general se olvida de que él mismo agregó a la sexta edición de su famosa Teoría de los sentimientos morales un capítulo con el luminoso título De la corrupción de nuestros sentimientos morales resultante de nuestra disposición a admirar a los ricos y a despreciar o ignorar a las personas pobres o miserables. Tal vez por eso, inmerso en las grandes contradicciones de nuestro tiempo, el jurista inglés A.H. Halsey invoca: “Necesitamos una recuperación de la cultura cívica. Libertad, igualdad y solidaridad social son los tres grandes componentes de la política occidental en la era moderna. Los tres deben reequilibrarse con seriedad” (Sunday Times, noviembre de 1993). Y Guillebaud nos recuerda: “Como la justicia no recorre cotidianamente las calles, su nostalgia está depositada en alguna parte. Enorme. Intacta. Almacenada”.

“La traición a la ilustración”, investigación sobre el malestar contemporáneo, libro de Jean-Claude Guillebaud, nos conduce hacia una exploración seria de nuestro tiempo, es decir, el entendimiento de nuestra realidad para salir adelante. Esto sería imposible sin los parámetros de la ilustración que hasta hoy parece castigada y relegada por intrepidez que busca borrar su herencia. El libro de Guillebaud inflama de fervor los valores desacreditados, revaloriza el pensamiento, tal como leemos en el libro: Si la modernidad es recusada, si es vivida como un sufrimiento, no lo es porque encarne a la ilustración sino porque la traiciona.-

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