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No estoy seguro de que esta modalidad histórica de la filosofía de la ciencia represente una ideología aunque posmodernamente, (nuestro interlocutor pareciera estar seducido por esta corriente), toda idea de cierta fuerza ya es una ideología, sobre todo cuando molesta, y sería difícil encontrar un nivel racional de discusión por este motivo. Pero para su tranquilidad y la nuestra, deseamos informarle que, aunque respetamos lo que representó el positivismo al disociar la ciencia de la superchería, nuestra opinión ni quehacer científico se encuadran en dicha filosofía.
El positivismo como doctrina se atribuye a Augusto Compte en el siglo XVIII pero realmente fue su maestro Saint Simón el primer responsable. Decía Hayek al referirse al controvertido personaje "ese megalómano con pretensión de visionario, quien digiriendo a medias las ideas de aquellos claros científicos (Cabanis y de Tracy) esbozara ese panfleto diseñado para llamar la atención sobre su no suficientemente apreciado genio y conseguir algún dinero para financiar su nueva religión el positivismo". Sin embargo, la doctrina fue tomando cuerpo e influyó notablemente para delimitar la ciencia de la metafísica, la religión y otros pensamientos fantasiosos. En una época de irracionalidad cumplió con una función. Compte (1798-1857), más serio que su maestro, pensaba que el conocimiento humano evolucionaba a través de estadios teológicos y metafísicos hasta alcanzar el científico o positivo en el que la ciencia asume leyes descriptivas sujetas de verificación experimental. Rechazó las explicaciones causales o cualquier otra esencia oculta, entelequia, vitalismo o entidad misteriosa. Como cualquier teoría filosófica sus orígenes y sus tesis son controversiales pero podrían resumirse en 1- lo que existe en la realidad es lo que puede experimentarse por los sentidos, o lo que es susceptible de manipulación experimental, 2- esta realidad es el tema de la ciencia, c- sólo el conocimiento científico es conocimiento genuino y d- las pretensiones cognitivas no científicas, como las del mito, la religión y la metafísica, son vanas y espurias (Balsey, 2006).
Positivismo lógico o neopositivismo
Este positivismo clásico sufrió una transformación en el siglo XX con la aparición de un grupo de lógicos, matemáticos y filósofos reunidos en el Círculo de Viena, de breve duración por la aparición del nazismo, al que, a diferencia de filósofos anticientíficos como Heidegger, se oponían. Estos pensadores establecieron algunos criterios de demarcación del pensamiento científico. Sus ideas se basaron en las de Bacon, Hume, Locke y Mack. Prefirieron el método de la inducción para las indagaciones científicas refutando la metafísica. Algunos nombres del Círculo fueron Rudolf Carnap, Ayer, Neurath, Godel, Tarski, Quine.
Consideraban sus precursores a Compte, Einstein, Russel, Wittgenstein. Este neopositivismo o positivismo lógico desarrolló una metodología más sofisticada de análisis y su preocupación siguió siendo la de separar la ciencia de lo no científico. Para ello se valieron del principio por el que sólo los enunciados científicos eran susceptibles de verificación por procedimientos netamente empíricos. Vinculaban el significado de un enunciado a su método de verificación. Dado que los enunciados no científicos no disponían de un método de verificación empírica eran por lo tanto carentes de significado. De esa manera los positivitas lógicos eliminaron de sus campos filosóficos la religión y la metafísica.
El positivismo lógico demostró un fuerte y casi radical basamento de sus ideas en postulados sensorialistas baconianos por los que la ciencia era aceptable solamente en su versión empírica, pero estas ideas están hoy en descrédito. ¡Estamos de acuerdo en este aspecto con el arquitecto Cañete! Este movimiento fue importante para contrarrestar otras corrientes de pensamiento irracional fuertemente prevalentes en esa época y que llamativamente hoy pretenden renacer de sus cenizas debido a la permisividad del posmodernismo.
Lo notorio es que mientras estos intelectuales del pensar determinaban dogmáticamente las maneras de cómo se debía llegar a las verdades de la ciencia, los científicos practicantes o profesionales proseguían con su quehacer diario con sus métodos libres, heterodoxos y no preestablecidos, inventados para cada estudio o programa de investigación sin preocuparse en lo más mínimo sobre transgresiones ni digresiones filosóficas. Una realidad y para su tranquilidad, arquitecto Cañete, es la de los filósofos de la ciencia y otra, la de los científicos creadores. Aquellos se regodean en la especulación sobre el rigor de los métodos y las vaguedades de la ciencia. Estos están ocupados febrilmente en su quehacer diario y no respetan los dogmas ni los ismos que a usted con cierta razón tanto le preocupan.
Por ello probablemente el positivismo lógico sufrió muy pronto los ataques doctrinarios de Quine, Popper y Kuhn los que prácticamente sepultaron al movimiento. Popper, quien también ha sido acusado y él negado de haber pertenecido al exclusivo Círculo de Viena y de ser positivista, fue su primer crítico cuando revirtió el sentido metodológico del proceso del descubrimiento. Este, en opinión de los positivistas, se originaba en la sensación, en el contacto de los sentidos con un objeto. Popper lo dirigió hacia el sistema hipotético deductivo, en el que más modestamente el proceso de investigación se iniciaba con una idea a apriorística o hipótesis y no en la generalización de un datum. Este método crearía por primera vez la concepción de la provisionalidad de las hipótesis que se sostendrían solamente cuando no pudieran ser falsificadas hasta que aparezca una mejor. Es decir Popper anticipó las ideas de la temporalidad de las teorías que luego Kuhn denominaría paradigmas provisorios. Su discípulo rebelde aunque poco creíble (por los científicos) Feyerabend llevó las cosas más lejos equiparando la ciencia con las disciplinas irracionales.
Las ideas científicas no nacen de la observación
La principal diferencia entre la concepción dogmática del Círculo de Viena y la más abierta de Popper es que para aquel grupo su principio de verificación eliminaba como carentes de significación toda propuesta o enunciado de tinte metafísico o no observacional no empírico (verdades) y para este último, la proposición científica podría ser altamente conjetural (y errónea o solo temporalmente cierta) y que el sentido científico se daba no en el enunciado o la idea, sino en la coherencia de sus métodos de verificación (falsación). Entonces Popper fue un cuestionador fundamental del positivismo clásico y del lógico. Este gran filósofo no puede ser tildado de neopositivista. Su visión podría ser encuadrada en lo que se denomina el realismo crítico. Nosotros suscribimos muchas de las ideas de Popper, porque son muy parecidas a nuestro humilde y pequeño quehacer científico de todos los días.
Por lo tanto, tampoco deberíamos ser tildados de positivistas o neopositivas aunque no nos sentimos ofendidos por el epíteto de intención peyorativa que tuvo brillantes cultores y tiene valor histórico. Nuestra disciplina, el estudio de la morfología de los tumores, es netamente observacional y microscópica. Sin embargo, para desentrañar lo que consideramos nuevas verdades de la naturaleza, ocultas en esos tumores, la observación no induce necesariamente al descubrimiento.
Este implica una teorización previa, una anticipación hipotética. El mismo Einstein, que concibió su mundo teórico de dimensión cósmica en un pizarrón, dice también que las teorías no nacen de los datos de observación sino que se las inventa. Mientras que estas ideas fueron utilizadas por humanistas para intentar debilitar la ciencia permitieron a los científicos un mayor respeto y tolerancia de otras dimensiones y formas "no científicas" del conocimiento.
Pero más importante es que, salvo como ejercicio cultural o impresión de "flaneur" en algún café, poco tiene que ver esta discusión de modas filosóficas con la universidad de investigación que planteamos en el cuestionado documento. La universidad moderna es doctrinariamente neutral dando cabida con total libertad a todas las ideas y corrientes de pensamiento por esotéricas y retrógradas que sean.
Antonio L. Cubilla
El positivismo como doctrina se atribuye a Augusto Compte en el siglo XVIII pero realmente fue su maestro Saint Simón el primer responsable. Decía Hayek al referirse al controvertido personaje "ese megalómano con pretensión de visionario, quien digiriendo a medias las ideas de aquellos claros científicos (Cabanis y de Tracy) esbozara ese panfleto diseñado para llamar la atención sobre su no suficientemente apreciado genio y conseguir algún dinero para financiar su nueva religión el positivismo". Sin embargo, la doctrina fue tomando cuerpo e influyó notablemente para delimitar la ciencia de la metafísica, la religión y otros pensamientos fantasiosos. En una época de irracionalidad cumplió con una función. Compte (1798-1857), más serio que su maestro, pensaba que el conocimiento humano evolucionaba a través de estadios teológicos y metafísicos hasta alcanzar el científico o positivo en el que la ciencia asume leyes descriptivas sujetas de verificación experimental. Rechazó las explicaciones causales o cualquier otra esencia oculta, entelequia, vitalismo o entidad misteriosa. Como cualquier teoría filosófica sus orígenes y sus tesis son controversiales pero podrían resumirse en 1- lo que existe en la realidad es lo que puede experimentarse por los sentidos, o lo que es susceptible de manipulación experimental, 2- esta realidad es el tema de la ciencia, c- sólo el conocimiento científico es conocimiento genuino y d- las pretensiones cognitivas no científicas, como las del mito, la religión y la metafísica, son vanas y espurias (Balsey, 2006).
Positivismo lógico o neopositivismo
Este positivismo clásico sufrió una transformación en el siglo XX con la aparición de un grupo de lógicos, matemáticos y filósofos reunidos en el Círculo de Viena, de breve duración por la aparición del nazismo, al que, a diferencia de filósofos anticientíficos como Heidegger, se oponían. Estos pensadores establecieron algunos criterios de demarcación del pensamiento científico. Sus ideas se basaron en las de Bacon, Hume, Locke y Mack. Prefirieron el método de la inducción para las indagaciones científicas refutando la metafísica. Algunos nombres del Círculo fueron Rudolf Carnap, Ayer, Neurath, Godel, Tarski, Quine.
Consideraban sus precursores a Compte, Einstein, Russel, Wittgenstein. Este neopositivismo o positivismo lógico desarrolló una metodología más sofisticada de análisis y su preocupación siguió siendo la de separar la ciencia de lo no científico. Para ello se valieron del principio por el que sólo los enunciados científicos eran susceptibles de verificación por procedimientos netamente empíricos. Vinculaban el significado de un enunciado a su método de verificación. Dado que los enunciados no científicos no disponían de un método de verificación empírica eran por lo tanto carentes de significado. De esa manera los positivitas lógicos eliminaron de sus campos filosóficos la religión y la metafísica.
El positivismo lógico demostró un fuerte y casi radical basamento de sus ideas en postulados sensorialistas baconianos por los que la ciencia era aceptable solamente en su versión empírica, pero estas ideas están hoy en descrédito. ¡Estamos de acuerdo en este aspecto con el arquitecto Cañete! Este movimiento fue importante para contrarrestar otras corrientes de pensamiento irracional fuertemente prevalentes en esa época y que llamativamente hoy pretenden renacer de sus cenizas debido a la permisividad del posmodernismo.
Lo notorio es que mientras estos intelectuales del pensar determinaban dogmáticamente las maneras de cómo se debía llegar a las verdades de la ciencia, los científicos practicantes o profesionales proseguían con su quehacer diario con sus métodos libres, heterodoxos y no preestablecidos, inventados para cada estudio o programa de investigación sin preocuparse en lo más mínimo sobre transgresiones ni digresiones filosóficas. Una realidad y para su tranquilidad, arquitecto Cañete, es la de los filósofos de la ciencia y otra, la de los científicos creadores. Aquellos se regodean en la especulación sobre el rigor de los métodos y las vaguedades de la ciencia. Estos están ocupados febrilmente en su quehacer diario y no respetan los dogmas ni los ismos que a usted con cierta razón tanto le preocupan.
Por ello probablemente el positivismo lógico sufrió muy pronto los ataques doctrinarios de Quine, Popper y Kuhn los que prácticamente sepultaron al movimiento. Popper, quien también ha sido acusado y él negado de haber pertenecido al exclusivo Círculo de Viena y de ser positivista, fue su primer crítico cuando revirtió el sentido metodológico del proceso del descubrimiento. Este, en opinión de los positivistas, se originaba en la sensación, en el contacto de los sentidos con un objeto. Popper lo dirigió hacia el sistema hipotético deductivo, en el que más modestamente el proceso de investigación se iniciaba con una idea a apriorística o hipótesis y no en la generalización de un datum. Este método crearía por primera vez la concepción de la provisionalidad de las hipótesis que se sostendrían solamente cuando no pudieran ser falsificadas hasta que aparezca una mejor. Es decir Popper anticipó las ideas de la temporalidad de las teorías que luego Kuhn denominaría paradigmas provisorios. Su discípulo rebelde aunque poco creíble (por los científicos) Feyerabend llevó las cosas más lejos equiparando la ciencia con las disciplinas irracionales.
Las ideas científicas no nacen de la observación
La principal diferencia entre la concepción dogmática del Círculo de Viena y la más abierta de Popper es que para aquel grupo su principio de verificación eliminaba como carentes de significación toda propuesta o enunciado de tinte metafísico o no observacional no empírico (verdades) y para este último, la proposición científica podría ser altamente conjetural (y errónea o solo temporalmente cierta) y que el sentido científico se daba no en el enunciado o la idea, sino en la coherencia de sus métodos de verificación (falsación). Entonces Popper fue un cuestionador fundamental del positivismo clásico y del lógico. Este gran filósofo no puede ser tildado de neopositivista. Su visión podría ser encuadrada en lo que se denomina el realismo crítico. Nosotros suscribimos muchas de las ideas de Popper, porque son muy parecidas a nuestro humilde y pequeño quehacer científico de todos los días.
Por lo tanto, tampoco deberíamos ser tildados de positivistas o neopositivas aunque no nos sentimos ofendidos por el epíteto de intención peyorativa que tuvo brillantes cultores y tiene valor histórico. Nuestra disciplina, el estudio de la morfología de los tumores, es netamente observacional y microscópica. Sin embargo, para desentrañar lo que consideramos nuevas verdades de la naturaleza, ocultas en esos tumores, la observación no induce necesariamente al descubrimiento.
Este implica una teorización previa, una anticipación hipotética. El mismo Einstein, que concibió su mundo teórico de dimensión cósmica en un pizarrón, dice también que las teorías no nacen de los datos de observación sino que se las inventa. Mientras que estas ideas fueron utilizadas por humanistas para intentar debilitar la ciencia permitieron a los científicos un mayor respeto y tolerancia de otras dimensiones y formas "no científicas" del conocimiento.
Pero más importante es que, salvo como ejercicio cultural o impresión de "flaneur" en algún café, poco tiene que ver esta discusión de modas filosóficas con la universidad de investigación que planteamos en el cuestionado documento. La universidad moderna es doctrinariamente neutral dando cabida con total libertad a todas las ideas y corrientes de pensamiento por esotéricas y retrógradas que sean.
Antonio L. Cubilla