Recordando al gran poeta Miguel de Unamuno

Andrés Trapiello ha hecho en marzo de 1986 un prólogo y selección de las poesías del gran lírico español Miguel de Unamuno.

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Escribe en torno a su legado literario lo siguiente: En Unamuno la biografía es demasiado densa. Hay en ella, disputándoselos a la costumbre, demasiados enfrentamientos, polémicas, destierros, demasiada historia contemporánea... Y donde hay historia, sobra escoria. Se ven en su vida demasiadas intervenciones de gran tono y, a menudo, sorprendentes paradojas de malabar. Esto no es bueno para un poeta, porque un poeta hace siempre su obra desde una ribera de vida gris, sin tumulto y casi en secreto. Uno tiene la sensación de que la vida de Unamuno estuviera acuñada en una moneda. Por una cara lo mundano, las peroratas, las maniobras. Por la otra, la vida familiar, las clases, su casino de pueblo. En una se ven los documentos de la época, monarquías, repúblicas y directorios. En la otra no hay más que una parra feliz en su balcón, un paseo por el bosque de Bolonia. Después de la guerra de España salió mucho el lado comprometido, existencial y agónico de Unamuno, como entonces se decía. Ahora tal vez le está llegando el momento al lado de lo escondido. Antes la preocupación por lo de afuera. Ahora, por todo lo que nace de muy adentro. A uno la primera cara le interesa más bien poco. Porque Unamuno tiene ese lado antipático del metementodo, del que quiere fisgonear y mangonearlo todo. Tanto unas elecciones municipales, desde las poltronas de un ateneo rancio, como la nación, aprovechando dos viajes al año a Madrid. No se lo ve ambicioso ni arrogante, sino mandón. Quizá algo soberbio, pero no intrigante. Unamuno se pasó toda la vida levantando las tapaderas de las cazuelas en la gran cocina de España. No tanto por gula, como para saber si él estaba en todas las salsas y guisos. Pero, en cambio, no era del tipo codicioso de cargos. Algunos, a la vuelta de Hendaya, dedujeron que Unamuno iba a maniobrar para hacerse con el mando de la República. Eso era absurdo. Es probable que si alguien le hubiera propuesto a la presidencia, hubiese aceptado, pero Unamuno, que podía ser un político de salón, no lo fue nunca de pasillo. Más bien era de los que esperaba, de manera que de positivo, nunca sacó gran cosa. Pero es ese aspecto suyo antipático el que ha quedado más, esa faceta cargante que le lleva a hablar, y a sentir y creer que Salamanca es menos Salamanca si no lleva antes un “mi”. Unamuno repitió mucho aquella famosa expresión teatral de “me duele España”, sincera y conmovedora, sin duda, pero que nos pinta a España como si España para Unamuno fuera una muela de su única propiedad. Se conoce que Unamuno consideraba que su visión de las cosas era no solo muy personal, sino muy importante. Pero al lado de ese Unamuno del candelero hay otro que se nos vuelve próximo y grande. Es el que preferimos sobre tantos. Aquel, en la fotografía sepia, casi borroso, tumbado en un cerro con el fondo de la vega del Tormes que le vuelve azul y algo nube y cielo. Aquel que ha echado un camastro de hotel barato y limpio, mesilla de cabecera con pocos libros, mira no a nosotros, sino a lo que hay detrás de nosotros. Unamuno siempre miró detrás, más allá, como si viera lo no llegado, que es el cometido de un poeta, viéndonos como un vaticinio. Como si no quisiera, mirando tan a lo lejos, llevando la vista tan adelante, otra cosa que haber vuelto ya y estar a sus espaldas, de vuelta ya, como si en el espacio curvo e infinito.

POESÍAS DE MIGUEL DE UNAMUNO

Sobre tu pelo en que el sol se bañaba
íbanse a solear en blancos chopos
las aladas semillas de los chopos:
bajo el desnudo cielo azul nevaba.

Nevaba al borde allí de la chopera;
en el azul latía la verdura
de las hojas, latía la blancura
de las semillas en tu cabellera
Y yo soñaba en la serena cumbre
de una montaña de escalar el cielo,
donde paren las nieves el consuelo
de un Jordán que nos quite pesadumbre.

Sobre tu yerba llevan hoy las brisas
el amor de los chopos en mechones;
esparce Primavera granazones:
nieves de flor que son como sonrisas.

Y de la cruz de tu tierra corona
brota invisible un Jordán de pureza;
sus aguas corren sobre mi cabeza
y por tu corazón Dios me perdona.

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Palabras del idioma de Quevedo,
henchidas de dobleces de sentido,
cada una de vosotras es un nido
de sutiles conceptos, y el enredo
de la maraña que fraguáis el dedo
del ingenio, con arte recogido,
lo desenreda y salva del olvido
vuestra alma secular. Rendido cedo
de vosotras, palabras palpitantes
de amor a quien os ama, al dulce halago
que endulzó la amargura de Cervantes;
acalladme las voces del estrago;
sed para mí lo que ya fuisteis antes,
y ayudadme a tragar este mal trago.

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Ensíllame a Clavileño,
tierna sombra de Cervantes;
voy a buscar los gigantes
de las ínsulas del sueño.

Juntos en él cabalgaron
Don Quijote y Sancho Panza;
sobre la misma esperanza
juntos los dos se abrazaron.

Juntos los dos, caballeros
de leño, leño de cruz,
vendados vieron la luz
de los sueños verdaderos.

Véndame a España la vista
y ensíllame tu artilugio,
voy a mi último refugio,
voy a mi última conquista.

––––––––––––––––––––––-

A LA RIMA

Macizas ruedas en pesado carro,
al eje fijas, rechinante rima,
¡con qué trabajo llegas a la cima
si al piso se te pone algún guijarro!
Al tosco buey, que no al corcel bizarro,
el peso bruto de tu lanza oprima
pues al buey sólo tu chirrido anima
cuando en piedras te atascas o en el barro.

Mas tanto nos quede, sin maraña,
la selva, como el mar, toda camino,
tira, noble corcel, de ese armatoste,
pues más te vale la coyunda extraña,
no siendo aún la libertad tu sino,
que estarte en el establo atado a un poste.

POESÍA PARAGUAYA

SUEÑOS

Eres el más lindo sueño
de todos los que he tenido.
Ojos que son refugio de todos los arcoíris
ojos color de ausencia, besos sabor nostalgia.
Rosas que son los puertos donde mi sed atraca.
Pilar donde sostengo todas mis esperanzas.
Sueños que son soldados
luchando por rescatar
las ilusiones cautivas de las musas de mi mar.
Liberen mis estertores
pongan brisas a mis velas
la mar está muy calmada y no puedo navegar
los sueños no son estrellas ni luna ni sol de enero
los sueños son mi equipaje con ellos puedo navegar.

Marcelo Gini

delfina@abc.com.py

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