Recordando al gran poeta español Antonio Machado

La obra poética de Antonio Machado (Sevilla, 1875 - Collioure, 1939) debería ser leída por los jóvenes, los escritores, los poetas, y las personas que buscan tener más educación y mayor cultura.

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En los tiempos actuales, lastimosamente, son cada vez menos las personas que acuden a las bibliotecas públicas y a las librerías.

La buena lectura no solamente proporciona información, sino que va creando en el individuo hábitos de reflexión, análisis, esfuerzo, concentración y recreación.

Los paraguayos que desean un futuro mejor para sí mismos y para las generaciones que vendrán deberían leer. Hay tantos libros valiosos, por ejemplo Don Quijote de la Mancha, del genial Miguel de Cervantes Saavedra; El túnel, de Ernesto Sabato; La Invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares. Los ensayos, las poesías, las obras teatrales, así como la narrativa de la gran escritora Josefina Plá, aguardan que las gentes tomen el interés en conocerlos. Igualmente, Bestiario, de Julio Cortázar; La Iliada y La Odisea, de Homero; La Divina Comedia, de Dante Alighieri; Guerra y Paz, una novela del escritor ruso León Tolstói; Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez; La metamorfosis, de Franz Kafka; El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde; Los hermanos Karamazov, de Fedor Dostoievski; Yo El Supremo e Hijo de Hombre, de nuestro máximo escritor Augusto Roa Bastos, así como Vagos sin tierra, de la escritora y poetisa paraguaya Renée Ferrer.

Las poesías de Antonio Machado merecen ser leídas y difundidas ampliamente. Mucho más todavía en estos tiempos en que la ignorancia va ganando rápidamente terreno. La ignorancia es la falta general de cultura o instrucción de la persona que no ha recibido formación o enseñanza.

Escribe el talentoso poeta español en relación a su existencia: “Nací en Sevilla, una noche de julio de 1875, en el célebre palacio de las Dueñas, sito en la calle del mismo nombre. Mis recuerdos de mi ciudad natal son todos infantiles, porque a los ocho años pasé a Madrid, adonde mis padres se trasladaron, y me eduqué en la Institución. Libre de enseñanza. A sus maestros guardo vivo afecto y profunda gratitud. Mi adolescencia y juventud son madrileñas. He viajado algo por Francia y por España. En 1907 obtuve cátedra de Lengua francesa, que profesé durante cinco años en Soria. Allí me casé: allí murió mi esposa, cuyo recuerdo me acompaña siempre. Me trasladé a Baeza, donde hoy resido. Mis aficiones son pasear y leer (1917)”.

“De Madrid a París a los veinticuatro años (1899). París era todavía la ciudad del affaire Dreyfus en política, del simbolismo en poesía, del impresionismo en pintura, del escepticismo elegante en crítica. Conocí personalmente a Oscar Wilde y a Jean Moréas. La gran figura literaria, el gran consagrado, era Anatole France. De Madrid a París (1902). En este año conocí en París a Rubén Darío. De 1903 a 1910, diversos viajes por España: Granada, Córdoba, tierras de Soria, las fuentes del Duero, ciudades de Castilla, Valencia, Aragón. De Soria a París (1910). Asistí a un curso de Henri Bergson en el colegio de Francia. De 1912 a 1919, desde Baeza a las fuentes de Guadalajara y a casi todas las ciudades de Andalucía. Desde 1919 paso casi la mitad de mi tiempo en Segovia y en Madrid la otra mitad, aproximadamente. Mis últimas excursiones han sido a Ávila, León, Palencia y Barcelona (1928)”.

UN POEMA DE MACHADO

Discutiendo están dos mozos
si a la fiesta del lugar
irán por la carretera
o a campo traviesa irán.

Discutiendo y disputando
empiezan a pelear.

Ya con las trancas de pino
furiosos golpes se dan;
ya se tiran de las barbas,
que se las quieren pelar.

Ha pasado un carretero,
que va cantando un cantar:
“Romero, para ir a Roma,
lo que importa es caminar;
a Roma por todas partes,
por todas partes se va”.

Sobre Soledades: “Las composiciones de este primer libro, publicado en enero de 1903, fueron escritas entre 1899 y 1902. Por aquellos años, Rubén Darío, combatido hasta el escarnio por la crítica al uso, era el ídolo de una selecta minoría. Yo también admiraba al autor de Prosas profanas, el maestro incomparable de la forma y de la sensación, que más tarde nos reveló la hondura en Cantos de vida y esperanza. Pero yo pretendí —y reparad en que no me jacto de éxitos sino de propósitos— seguir camino bien distinto. Pensaba yo que el elemento poético no era la palabra por su valor fónico, ni el valor ni la línea, ni un complejo de sensaciones, sino una honda palpitación del espíritu; lo que pone el alma, si es que algo pone, o lo que dice, si es que algo dice, con voz propia, en respuesta animada al contacto del mundo. Y aun pensaba que el hombre puede sorprender algunas palabras de su íntimo monólogo, distinguiendo la voz viva de los ecos inertes; que puede también, mirando hacia dentro,
vislumbrar las ideas cordiales, los universales del sentimiento. No fue mi libro la realización sistemática de este propósito; mas tal era mi estética de entonces. Esta obra fue refundida en 1907, con adición de nuevas composiciones que no añadían nada sustancial a las primeras, en SOLEDADES, GALERÍAS Y OTROS POEMAS. Ambos volúmenes constituyen en realidad un solo
libro”.

He aquí unos versos suyos marcados por la inspiración y por la sensibilidad: ORILLAS DEL DUERO

Se ha asomado una cigüeña a lo alto del campanario.

Girando en torno a la torre y al caserón solitario,
ya las golondrinas chillan. Pasaron del blanco invierno
de nevascas y ventiscas los crudos soplos de infierno.

Es una tibia mañana.

El sol calienta un poquito la pobre tierra soriana.

Pasados los verdes pinos,
casi azules, primavera
se ve brotar en los finos
chopos de la carretera
y del río. El Duero corre, terso y mudo, mansamente.

El campo parece, más que joven, adolescente.

Entre las hierbas alguna humilde flor nacido,
azul o blanca. ¡Belleza del campo apenas florido,
y mística primavera!
¡Chopos del camino blanco, álamos de la ribera,
espuma de la montaña
ante la azul lejanía,
sol del día, claro día!
¡Hermosa tierra de España!

POESÍA PARAGUAYA

TRISTE ARBOLITO

Clinia M. Saffi

Triste arbolito
que solo te encuentras en medio de la nada.
Triste arbolito,
como yo,
creciendo en tierras lejanas.
Tus hojas se mezclan con los colores del cielo.
Tus raíces abrazan la tierra
que no te deja partir.
¿Será que aquí dejas tu sabia
mezclada con la hierba de esta patria?
Triste,
triste arbolito.
¿Dónde acabarán tus cenizas?
¿Los sabes?
¿En qué juego arderá tu alma?

delfina@abc.com.py

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