Purificación Vera o la rebelión existencial

A 30 años de su aparición en 1989, Carlos Martini nos comenta hoy, café en mano, sus impresiones sobre La vera historia de Purificación, novela de la escritora Raquel Saguier (Asunción, 1940-2007), recordada por sus retratos de la doble moral y los prejuicios característicos de la sociedad paraguaya.

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Raquel Saguier (1940-2007) no había cumplido veinticinco años cuando en 1965 quedó finalista en un concurso literario del diario La Tribuna con la novela Los principios y el símbolo, publicada por Servilibro en el 2014. Aborda la rebelión frente a la opresión.

Luego de un largo paréntesis, la aparición de La niña que perdí en el circo en 1987 descubre a Raquel Saguier como una escritora que hurga de manera honda en la psicología humana, sus vericuetos y laberintos, en particular en el universo femenino. Ese diálogo entre la adulta y la niña que fue, que delinea el paso del tiempo y las ilusiones perdidas, trajinado por un halo de nostalgia, es magnífico: «la niña y yo somos distintas: Ella permanece tal cual la dejé hace tiempo, obstinadamente niña, rubia, quieta y como fragmentada a veces. En cambio a mí se me han aburrido ligeramente los pasos de caminar, se me gastaron las suelas, pero aún estoy viva y al parecer sigo viva».

Y se cumplen ahora treinta años de la publicación de su segunda novela. Era 1989 y aparecía La Vera historia de Purificación, novela que reseñamos a continuación. Como señala Osvaldo González Real en el prólogo, «si La niña que perdí en el circo era un intento desesperado de recuperar la infancia perdida… ahora narra las vicisitudes de una existencia dolorosa y agónica: la vida de Purificación Vera, huérfana de nacimiento».

Criada en un ambiente asfixiante con dos tías solteronas –Santa Rosa y Santa Librada– que hacen de la mojigatería y la represión sexual sus hojas de ruta, siente desde su voz interna que ese territorio es sombrío y enfermizo: «Santa Rosa y Santa Librada, las mismas de toda la vida, rancias, insensibles, recónditas, verdosas de tan viejas». Es una atmósfera que recuerda a La Babosa, de Gabriel Casaccia, o a La Casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca.

«Durante años he sido la repetición inalterable de mí misma. Durante años no había hecho nada diferente a esperar, aunque no supiera en realidad lo que estaba esperando. Largos, interminables años plastificada ante el mismo paisaje».

Pero va surgiendo la rebelión. «¿Por qué no levantar la piedra del escándalo para saber qué hay debajo?... No es obligatorio tener una sola existencia delimitada por las rejas: espacio-tiempo-esposo-tías-hijos». Es que su marido, Pascual Borja, es la continuación de sus tías: una vida sin vivencias propias. «Y siempre coser botones, coser los días, las medias, zurcir las noches, los vínculos que se rompían, enhebrar ausencias».

Y avanza en su camino de rebeldía y autoconocimiento: «¿Y yo? ¿Cuándo yo? Me han dejado reducida a mi mínima expresión: Deberían colgarme un cartel: Ocasión, mujer barata, en perfecto estado y a toda prueba, no obstante los años».

Con este estilo de autoexamen de la protagonista, la novela va avanzando con una prosa precisa como un bisturí. Lo que esta obra de Raquel Saguier nos presenta en el fondo es un trajinar de una mujer que asume su vida en clave de una rutina opresiva al lado de un esposo anodino.

Y en este avance se lee: «Porque no se puede detener la vida ni ponerle tranca al pasar del tiempo». Somos nuestra propia biografía. Pero en ciertas circunstancias una persona siente el peso desmesurado de ese pasado parecido a una cárcel y decide cambiar ciertas notas de su biografía. No siempre se consigue pero está en la condición humana un costado liberador.

Y es lo que pasa con Purificación Vera cuando se deslumbra por un hombre vinculado a la música que representa las antípodas de su marido.

Y Purificación siente que está viva. Y que va dejando «una orilla baldía, sin apenas nada mío, sin nadie. En medio del más vasto desamparo, despojada dos veces, desnuda y sola».

Es que con el otro hombre puede «reconstruir exactamente la sensación de eternidad que cada instante a su lado dejaba sobre mi piel, el color tibio, ligeramente dorado de la tierra».

Purificación Vera trajina así una vivencia existencial que va de la represión y la cárcel aparentemente sin final a su descubrimiento como mujer y de otras orillas a las que puede acceder.

Sin importar cómo termine la historia, lo importante es haber vivido, mediante la ruptura, una vida menos opresiva.

Raquel Saguier 

La vera historia de Purificación 

Asunción, RP Ediciones, 1989

carlosfmartini@gmail.com

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