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TEMA NÚMERO UNO: LA ALTERIDAD EL «EXTRAÑO», EL «OTRO», EL ALIEN
Aquellos extraterrestres que en la literatura de ciencia ficción tienen un aspecto muy extraño e incluso repulsivo para la mirada humana o terrícola pero que demuestran, a lo largo de los relatos, su inteligencia, su bondad, su valor o su nobleza, relativizan los cánones de la normalidad o de la belleza físicas como en espontánea mofa del racismo e incluso tal vez del antropocentrismo.
Esta relativización de los cánones a veces afecta algo más que el aspecto físico. En su novela de 1954 (en la que se basa la película homónima del 2007 con Will Smith) I Am Legend (Soy leyenda), Richard Matheson presenta a Robert Neville, último ser humano stricto sensu, es decir, no contaminado, en un mundo en el que todos los demás, a causa de una epidemia, se están convirtiendo en vampiros.
Neville lucha por sobrevivir y por mantener vivo lo que pueda del mundo humano normal; por eso, de día, cuando los vampiros duermen, entra en sus guaridas y los mata con una estaca en el corazón. Hasta que lo acorralan los nuevos habitantes de ese mundo que fue el suyo y que ya le es ajeno:
«Y de pronto comprendió. Yo soy el anormal ahora. La normalidad es un concepto mayoritario. Norma de muchos, no de un solo hombre. Y comprendió, también, la expresión de aquellos rostros: angustia, miedo, horror. Tenían miedo, sí. Era para ellos un monstruo terrible y desconocido, una malignidad más espantosa aún que la plaga».
TEMA NÚMERO DOS: LA ENTROPÍA VACÍO, NIHILISMO Y SINSENTIDO
Isaac Asimov, entre otros, ha hecho ciencia ficción de la Segunda Ley de la Termodinámica en su cuento de 1956 The Last Question (La última pregunta). Un cuento en el que la obsesiva y monótona, insistente pregunta de los seres humanos a la máquina acerca de si existe la posibilidad de revertir la entropía, disfraza o distorsiona pero, al mismo tiempo, subraya y enfatiza otra cosa: la angustiosa falta y el ansia de un destino, de un sentido, de Dios. Tensión que persiste hasta el alivio hereje del final –y, nunca mejor dicho, luminoso– milagro conseguido en una loca parusía cibernética.
La entropía como condena anonadante al sinsentido, al absurdo, como refutación y negación, como degradación y destrucción de todo lo que puede tener algún sentido para el hombre, está también en la experiencia terrible, honda, desolada que absorbe la consciencia del protagonista de la triste y misteriosa novela Dying Inside (Muero por dentro), publicada en 1972, de Robert Silverberg.