París, papel y fuego

El ganador del premio Henri Matisse 2013 acaba de regresar de Francia, donde ha desarrollado las obras reunidas en la muestra «París, papel y fuego», que será inaugurada el próximo lunes 6 de julio en la Alianza Francesa (Mariscal Estigarribia 1039, Asunción).

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Desembarcar en la luz, como en una ciudad. Las violencias endémicas acostumbran a activar la pulsión creativa de este artista; a una distancia física de ellas, dirige el ensañamiento que su trabajo contempla hacia las formas que lo rodean: reflexionando visualmente sobre los espacios y las distancias, mortificando repertorios visuales. Finalmente, dirige ese trabajo hacia sí mismo, y su propio cuerpo es sometido a una violencia, por metonimia, cuando el fuego de él que siempre daña las cosas permite que él se imprima en papeles, de París.

TORTURAR LAS MATERIAS

En el horizonte material del trabajo de Daniel Mallorquín, introducir un fuego en el presente de las cosas ha sido una práctica de constancia. Ante él, la fragilidad de las superficies, y aun de imágenes vulnerables, es sometida a una acción de crisis, cuyo resultado es una deformación irreversible. Ese fuego de artista que tortura las materias se revela como pulsión incendiaria administrada con una técnica, permitiendo que a pesar del gesto siniestro se intuya una perversa sensación de control capaz de hacer que la trans-formación devenga en forma sublime. Ya sea que la impresión de muerte domine los tejidos y soportes reduciéndolos a marcas vestigiales, ya sea que el sesgo de su mirada ígnea hienda en memorias visuales, íntimas o universales, una tentativa hiriente, ya sea que el fuego de hombre habilite en esa herida del arte un hogar para la huella autorrepresentativa del pirómano.

Mallorquín trabaja sobre la hora encendida. Desde sus primeras fechas como artista, el dibujo del fuego ha sido la inscripción traumática capaz de desatar su expresión; como la quema y el rozado guaraníes anteceden a los cultivos; en la inmediatez de los acontecimientos tiene su materia, que, aun en la distancia laxa, es capaz de disciplinar; aun después de las llamas, el ámbito de las cenizas le permite el luctuoso rito de manipular los residuos de los objetos, de los tejidos y sus fluidos.

Desde su primera serie, «Aranduka», del 2009, el trabajo con cueros animales quemados o sometidos a fumigación, junto con la mínima inscripción del 1-A, nos remiten al siniestro Ykua Bolaños, su incendio dramático; bajo la forma de libros clausurados, condenados, estas piezas dan cuenta de una imposibilidad de saber. En la serie posterior, «Resiliencia», las pieles adquieren las intrigantes formas de lo cotidiano, pero sin difuminarse, sin que se desaparezca su apariencia: baldosas de piel, asientos y lámparas revestidos con piel como en un acuerdo que viste por igual muchos hogares con sus despojos. Y quizás un límite haya sido alcanzado en su serie «El rito», en la que reflexiona sobre las prácticas que buscan mantener encendida una indignación, incluida la práctica artística, en la que la manifestación en pos de la consecución de justicia y reparación se aproxima a los rituales mortuorios, fúnebres.

Su nueva serie, desarrollada en Francia, en el marco de una beca otorgada por la embajada francesa a través del Premio Henri Matisse, ha constituido una oportunidad para distanciarse de esa piel y su deterioro y buscar nuevos expedientes para imprimir el fuego con el que se ha venido impregnando con los años.

Así, en los cafés y avenidas de París, a través del repertorio ordinario de las postales, el deseo abrasador se pasea devorando papeles varios, manuales o periódicos, en el país de los monumentos culturales de Occidente, de la razón y el derecho. Camina con fuego. Así la maldición, el artista subraya la prohibición de tocar ese universo auratizado reforzando la distancia: en la perspectiva de su calor, el efecto de espejismo; se presiente el flash corrosivo corrompiendo un patrimonio artístico que, capturado y secuestrado de sus mausoleos –reproducción fallida– es sometido a una restauración imposible, y aparece en su segunda exposición a través de una sutura dolorosa. Y en los papeles que envía de esa distancia, velada por la cobertura superior y blanca de los sobres, se lee la correspondencia del inmolado, el fuego del papel, esa otra piel. Quemada.

guyrapu@gmail.com

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