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La Luna no es solamente el satélite de la Tierra, es también un término que a veces, cuando nos dejamos llevar por la imaginación, nos remonta a algo lejano, a lo infinito, a una magnífica presencia de luz, que es capaz de hacernos soñar, suspirar, dejar vagar los sentimientos.
Los versos de la autora son, en su mayoría, endecasilábicos y llevan consigo un acento otoñal. Es conocedora del oficio poético.
El lirismo en su más puro estado se halla presente en sus treinta y dos poemas, que nos sumergen lenta, paulatinamente, en un mundo de nostalgia.
Y también de profunda melancolía.
Hay una especie de silencio doloroso, de telón de fondo que se desvanece, que nos toca en su obra.
Es que la poetisa fue bebiendo, tal vez, en las aguas amargas de la tristeza, del desencanto, al observar y al sentir en carne propia la crueldad y la indiferencia de toda la humanidad.
Con acabado conocimiento de la forma, de la estructura de la versificación, del manejo de las ideas y del buen uso del lenguaje, Antonia ha logrado que Lunas sea un texto de perfil clásico.
Cómo se nota que ella leyó, para enriquecer su expresión poética y su mundo íntimo, a los poetas de renombre de España y de otros países, pues las metáforas, la música interior, el paisaje de sus palabras, el contenido y el mensaje de sus poesías son la muestra clara de su enorme formación cultural.
Se ha codeado, a través de la lectura selecta, con los altos espíritus, al parecer.
Espíritus que están llenos, a su vez, de atmósferas variadas y que la invaden en el momento de sentarse frente a la página en blanco para escribir.
No cae en retoricismos, en simplicidades ni en vacíos, lo que es digno de valorar en los tiempos que corren.
Exigente consigo misma, piensa detenidamente qué escribir y cómo dar un vuelo perfecto a sus pensamientos.
Debe saberse que Antonia Álvarez Álvarez es licenciada en Filología Románica por Salamanca y Oviedo, y ha obtenido numerosos premios nacionales e internacionales. Es miembro de la Asociación de Escritores de Asturias (AEA). Ha publicado numerosos libros que recibieron premios. La raíz de la luz (Premio “Flor de Jara” y Mención Especial de los IX Premios de la Crítica de Asturias, 2007), por ejemplo.
Poemas suyos figuran en revistas y antologías, y han sido traducidos al francés y al inglés.
Su currículum literario es altamente meritorio.
FUEGO ABRASADOR
Con cuánta emoción y tristeza ella evoca en cada página aquel fuego abrasador de un amor, de un querer que se fue apagando, que se fue deslizando de su cuerpo y de sus manos para siempre: Por si vienes a mí con el deseo/ al borde de la noche —rizadora de lunas—, / has de saber que solo soy marea/ de océanos sin retorno, / caléndula de sombras incendiadas/ por las manos de un tiempo/ que murió entre dos soles.
Por otra parte, a lo largo de su entrega poética, late la conciencia existencial.
Son muy inquietantes sus versos, en ese aspecto, y nos dejan pensando, dudando...
¿Qué sabe, qué puede saber, finalmente, el ser humano sobre la vida y sobre lo que ella le depara?
¿Conoce el hombre, aun el más rico en bienes materiales o el más pobre, lo que es, en definitiva, la existencia?
Son tantas las interrogantes que a menudo surgen en la mente del individuo.
Y cuanto más piensa y razona sobre sí mismo y sobre los conflictos que se presentan a diario en la sociedad, mayores vacilaciones, temores y dudas van surgiendo.
Un suceso doloroso, por citar un solo ejemplo, dispara el pensamiento de la persona hacia varias direcciones.
Presintiendo que solamente la nada aguarda a los hombres y a las mujeres al final de su camino, Antonia se despoja ya de toda esperanza, de toda ilusión, y como Alfonsina Storni va arrojando sus versos al mar: Un sueño de océanos infinitos/ bajo un cielo nacido del sueño poderoso/ de la nada./ Una noche, / la vida, entre la nada, / rompe de un puñetazo/ los límites de un sueño.
La soledad es, al parecer, su fiel compañera.
Sin embargo, esta singular artista sabe sacar provecho literario de la soledad, pues su imaginación y su intuición no cesan de fluir.
Ciertamente, lo que escribe en torno a ella cala profundamente en los sentimientos del lector : En esta soledad en la que enjuago/ mis manos tan vacías, / se anegaron un día los desiertos/ entre ciénagas y ovas, / y esta infertilidad que abrasa el labio/ vino de aquellas rocas siderales/ de agrietadas entrañas, / heridas por el frío.
Nacida en la ribera del leonés río Luna, donde la naturaleza aún no ha sido contaminada, toma varios elementos del paisaje para trasladarlos a su poesía: Vuelan las avefrías del silencio./ Pero qué paz el alma/ del álabe en la tarde,/ tocando la ribera, mojándose en el agua/ del río./ En la corriente, / el tiempo se columpia entre las ramas.
Dice el poeta y crítico literario español Francisco Álvarez Velasco en el prólogo (Un corazón anegado de tiempo) lo siguiente: “Lunas tiene la estructura de un díptico. La primera tabla —Origen—, por los títulos y contenidos de los poemas que la integran y por el epígrafe de Ovidio, nos presenta una cosmogonía de la existencia iluminada de la primera luz”.
POESÍA PARAGUAYA
PENÉLOPE
Hoy cabe preguntarse
a qué pretendiente herido
por la lanza del héroe
lloró Penélope en silencio,
cuando todas las luces
se fueron apagando
pero aquellos ojos
se abrían aún.
Y cuando con su esposo
yaciendo a su lado
seguía esperando
quién sabe cuál navío.
Qué mano imposible
recorrió sus arrugas.
Qué versos lejanos
la mantuvieron viva.
Qué escondidas voces persisten
en sus días más brillantes.
Qué pregunta maldita
se niega a escuchar.
Dinos, Penélope,
por quién lloras todavía.
José Carlos Martínez Almada
V
Quizá no alcance nunca ese misterio
gozoso del amor.
(Hubo miradas
que nunca caminaron por las olas,
que nunca recorrieron los caminos
del cielo o de los labios).
Qué bienaventurados serán los que hayan hecho
del lecho del amor la fiel ofrenda
al dios incandescente de la vida,
para quemar allí
las pieles del deseo,
enajenados ojos que descienden
al abismo del gozo, enamorados.
Quizá no alcance nunca, y es seguro,
el misterioso fondo de la rosa
abiertamente roja en primavera,
para el sol solamente encarnecida.
Pero hubo una vez (allá en los tiempos
en que las golondrinas regresaban
al frescor de la tarde,
y se escondía entre los trigos)
Antonia Álvarez Álvarez
delfina@abc.com.py