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"No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo". O.W.
Infancia
Oscar Fingal O Flahertie Wills Wilde (16 de octubre de 1854) era el tercer hijo de William Wilde, un eminente oftalmólogo de la época y Jane Francesca Elgee, una ferviente patriota irlandesa que escribía "sediciosos artículos políticos" bajo el seudónimo de Speranza para un periódico irlandés semanal, The Nation. Jane, que también era una lingüista dotada de conocimiento práctico de los principales idiomas europeos, llegó a traducir la novela gótica de terror Sidonia la hechicera, de Wilhelm Meinhold. Con el tiempo, Oscar leyó la traducción con gusto, y extrajo los elementos más oscuros para su propia obra.
Wilde asistió a la Royal School de Enniskillen Portora, donde se destacó en el estudio de los clásicos, especialmente en los dos últimos años, además de obtener un segundo premio en Dibujo. En 1871, ganó una beca de la Real Escuela para asistir a Trinity College de Dublín. Una vez más, sobresalió en sus estudios clásicos, por los cuales llegó conquistar el más alto honor que la universidad puede otorgar a un estudiante: una beca de la fundación, en 1872. En 1874, Wilde coronó sus éxitos en el Trinity con dos logros más: ganó la medalla de honor de la universidad de Berkeley, Medalla de Oro por literatura griega, y se le concedió una beca Demyship al Magdalen College de Oxford.
Primeros trabajos y gira por Estados Unidos
Oscar siguió destacándose en Oxford; fue galardonado con el premio Newdigate por su poema "Ravena". Tras graduarse, se trasladó a Londres para vivir con su amigo Frank Miles, un popular retratista de la sociedad. En 1881, publicó su primera colección de poesía, Poemas, que, si bien no tuvo la recepción esperada por la crítica, le ayudó a impulsar su carrera literaria.
En diciembre de 1881, el escritor viajó Nueva York para comenzar una gira a través de los Estados Unidos y ofrecer una serie de conferencias sobre estética. Aunque esta gira estaba programada originalmente para durar solo cuatro meses, se extendió casi a un año, con más de 140 conferencias dictadas en 260 días. Entre las conferencias que dictó tuvo tiempo para reunirse con otros poetas de la época, como Henry Longfellow, Oliver Wendell Holmes y Walt Whitman. Asimismo, realizó los arreglos para su obra, Vera, que se estrenó en Nueva York al año siguiente. Cuando regresó de América, Oscar pasó tres meses en París escribiendo una tragedia en verso blanco, que le había sido encargada por la actriz Mary Anderson, quien, sin embargo, al leerla la rechazó. Luego partió en una gira de conferencias por Gran Bretaña e Irlanda.
Años fructíferos
En 1884, Wilde se casó con Constance Lloyd, quien, aunque era cuatro años menor que él, era bastante instruida para su edad, ya que hablaba varios idiomas y era de una mentalidad muy abierta e independiente. Oscar y Constance tuvieron dos hijos: Cyril, en 1885 y Vyvyan en 1886. Con una familia que mantener, Wilde aceptó el trabajo de revitalizar la revista Womans World, donde trabajó desde 1887 hasta 1889. Los próximos seis años se convertirían en el período más creativo de su vida. Publicó dos colecciones de cuentos infantiles: El príncipe feliz y otros cuentos" (1888), un precioso clásico en su género; los dos volúmenes de narraciones e historia El crimen de Lord Arthur Savile y La casa de las granadas (1892).
El retrato de ¿Dorian Gray?
Wilde escribió una sola novela, El retrato de Dorian Gray, que se publicó en una revista norteamericana en 1890 en medio de una tormenta de protestas de la crítica. Al año siguiente, amplió la historia y la hizo publicar en forma de libro. La obra es una síntesis de decadencia moral, que, como siempre, destaca por su extraordinario estilo satírico. Si bien se describe todo el proceso de la corrupción del protagonista, y, a través del sorprendente final, se defiende la lucha contra la degradación moral, los críticos de la época lo consideraron inmoral. Dorian Gray, el protagonista, es un hombre que busca la inmortalidad y para encontrarla, para no envejecer jamás y no perder esa belleza de la que tanto alardea tiene que matar. Gray elige la corrupción de su alma con tal de no vivir la corrupción de su cuerpo. Y lo consigue a través de su retrato, que aunque refleja su rostro, va envejeciendo mientras que el del apuesto joven no envejece nunca y es el que sufre los cambios por los crímenes que comete Dorian en su obsesión por mantener la eterna juventud. Como en todas las obras de Wilde, es una reflexión, un planteo filosófico de alto nivel, escrito con sagacidad e ingenio, acerca del bien y del mal. En la obra se destacan tanto su obsesión por la juventud y su obstinado esteticismo "lo único que vale la pena en la vida es la belleza y la satisfacción de los sentidos" como el tema homoerótico implícito que fuera considerado muy inmoral por los victorianos y que desempeñó un papel considerable como prueba para los problemas legales que le esperarían años después.
El dramaturgo
En los ensayos recogidos en Intenciones (1891) y en La decadencia de la mentira, expone, si bien de una manera sencilla, su conocida tesis de la superioridad del Arte sobre la Naturaleza. En el pináculo de su carrera, Wilde comenzó a escribir obras de teatro para las personalidades más destacadas de la escena londinense.
Su obra, una comedia brillante, El abanico de Lady Windermere, fue estrenada en febrero de 1892, y es la primera de los "dramas sociales". La trama, pícara y con algo de suspenso, pone en primer plano el adulterio, pero con sutileza, en un delicado juego para no escandalizar demasiado pero tampoco para dejar pasar inadvertido el tema. Llena de paradojas y respuestas ingeniosas, fue diseñada para deslumbrar y gustar; se caracteriza por el diálogo vivaz, que revela el enorme ingenio de Wilde como conversador. El argumento, a pesar de todo, es sencillo: lady Windemere es una joven dama que está convencida de que su marido la engaña, por lo cual, desesperada, casi se toma la revancha con lord Darlington, quien la corteja; no obstante, la joven esposa "se salva" de pagar a su marido con la misma moneda gracias a la "ayuda" de una amiga, la señora Erlynne, de dudosa reputación, la que sin embargo logra resguardar la sagrada institución matrimonial. En la obra, Wilde deja relucir que la bondad y la dignidad no son incompatibles con el pecado y, bajo la apariencia de una comedia light, critica duramente a la sociedad de la época. Tras el estreno, el público lo aplaudía de pie y reclamaba su saludo desde el escenario, por lo que tanto el éxito financiero y la buena acogida por la crítica lo impulsaron a seguir escribiendo para el teatro.
Una "comedia trivial para gente seria"
En 1893 se estrena Una mujer sin importancia, y en 1895, Un marido ideal. Las obras, perfectos melodramas de sociedad, con la tradicional división entre "buenos" y "malos", son una muestra de la capacidad de esgrima verbal del autor y sirvieron para su afianzamiento como dramaturgo.
Salomé, escrita en francés, fue representada por Sarah Bernhardt en 1892, pero poco después fue prohibida por su evidente tenor bíblico. Lord Alfred Douglas, Bosie, la tradujo en 1894, año en que fue publicada. Más adelante, este increíble juego verbal, minado de paradojas, y el juego de máscaras serían la estructura misma de la trama de su obra maestra como dramaturgo: La importancia de llamarse Ernesto, una "comedia trivial para gente seria", según Wilde, estrenada en 1895. El tema de la obra, como siempre, es la doble vida. Dos jóvenes bastante caraduras, Jack y Algernon, se hacen pasar por respetables, por lo cual se hacen llamar Ernest, Ernesto (en inglés se pronuncia igual que earnest, recto, honesto, paradójicamente). En un brillante juego de palabras y, a la vez, de equívocos, es una chispeante comedia, con el estilo de diálogo ingenioso característico del autor, y, a la vez, una sátira mordaz a doble moral victoriana, encarnada en el personaje de lady Bracknell, una mujer obsesionada por las apariencias, el dinero y por escalar posiciones en la sociedad. Jack y Algernon pretenden casarse con Gwendolen y Cecily, dos señoritas bien de la sociedad. Para lograr su este objetivo, fingirán, engañarán, inventarán, simularán, en fin: utilizarán todo tipo de artimañas. Pero al conseguirlo, el final de la comedia, aunque feliz, tiene un sabor amargo que oscila entre el cinismo y la ironía.
Amistad peligrosa
El verano de 1891, fue fatídico para Oscar Wilde, ya que se iniciaría su nefasta amistad con lord Alfred Douglas, el Bosie, de De profundis, el tercer hijo del marqués de Queensberry. Bosie, un estudiante de Oxford, estaba muy familiarizado con la novela de Oscar, Dorian Gray. Pronto se hicieron amantes y fueron inseparables hasta la detención del escritor cuatro años después. En abril de 1895, Wilde, en lugar de guardar silencio, demandó estimulado por Bosie al marqués por difamación, ya que este lo había acusado de inmoral. Aunque luego Oscar retiró su caso, y a pesar de que sus amigos le rogaron que abandonara el país, el mismo día que demandó al marqués quien terminó absuelto Wilde fue arrestado en el hotel Cadogan. Se le entablaron dos juicios y en uno fue condenado a dos años de trabajos pesados en el penal de Reading. Con su encarcelamiento lo perdió todo: a Bosie quien nunca realmente lo amó ni apreció su genio, su fortuna, su dignidad, y, principalmente, su capacidad creadora. Sus acreedores reclamaron su quiebra y en presencia de sus hijos y su esposa se remataron 246 lotes con las pertenencias del escritor. Entre ellas, muebles, pinturas, tapices, vajilla, parte de su biblioteca e inclusive los juguetes de sus dos hijos. Para colmo, Constanza llevó a los niños al extranjero y cambió el apellido de la familia.
El preso de la cárcel de Reading
Durante su estadía en Reading, Wilde escribió a Bosie una larga y amarga carta en la que va analizando, diseccionando parte por parte, como un cirujano, su relación con el joven, y el resentimiento de éste motivo de su ruina, al fin y al cabo hacia su padre. Tras su liberación, Oscar escribió La balada de la cárcel de Reading, una revancha para sacarse el sabor amargo de la agonía que experimentó en la cárcel, y en donde el sufrimiento y la crueldad del mundo carcelario son los protagonistas. La obra fue publicada poco después de la muerte de Constanza en 1898, y en ella Wilde escribe una de sus más famosas citas: "Todos los hombres matan lo que aman, sea esto oído por todos; algunos lo hacen con una mirada amarga, algunos con dulces palabras; el cobarde lo hace con un beso, el valiente con la espada".
El ocaso
Lamentablemente, todo el infausto episodio de su amistad con Bosie y su encarcelamiento extinguieron el fuego del espíritu creativo de Wilde, tanto que ni siquiera su posterior liberación logró rescatar o encender ni una pequeña chispa.
El escritor no quiso volver a la hipócrita sociedad inglesa que él tanto criticó. Los últimos tres años de sus días los pasó errando por Europa y finalmente en París, bajo el nombre de Sebastian Melmoth, en hoteles baratos y acompañado de su incondicional amigo Robbie Ross, quien permaneció siempre leal a él hasta el final.
Si bien Wilde se reencontró con Bosie, obviamente no retomaron la relación. Oscar ya no gozaba de la salud y de la prosperidad económica que tanto atraían al joven lord.
Estando hospedado en el Hotel dAlsace, en París, a raíz de una infección crónica de oído recurrente que se agravó, junto con la meningitis, el día 30 de noviembre de 1900, Oscar Wilde dejó este mundo con una última mordaz genialidad: "El papel tapiz y yo estamos batiendo un duelo a muerte, y uno de los dos tendrá que irse".
Fue enterrado en el cementerio parisino de Père-Lachaise. Medio siglo después, Merlin Holland, su nieto, editó y publicó muchas obras sobre él.
La carta a Bosie se publicó, por partes, inicialmente, en 1905, y, en versión completa, en 1962, con el título de De profundis.
Numerosos libros y artículos se han escrito sobre Oscar Wilde, reflexionando sobre la vida y las contribuciones de este autor poco convencional desde su muerte hace ciento nueve años. Una luz de su propio tiempo, la influencia indeleble de Wilde seguirá siendo tan fuerte como siempre y cautivará a sus lectores a perpetuidad.
"Luego de haberte yo hecho surgir de mi genio, de mi voluntad y de mi fortuna, no te conformaste, y exigiste todo mi ser, del que, finalmente, te apoderaste. Este fue el momento más crucial y más trágico de mi vida. A punto de ir yo a dar el paso lamentable de entablar mi estúpido proceso, me atacaban, por un lado tu padre, por medio de espantosas misivas entregadas a mi Club; y tú por el otro, a través de cartas igualmente poco gratas. Aquella carta tuya, que recibí el día que me dejé llevar por ti y fui a pedir a la Policía el ridículo mandamiento de detención contra tu padre, es una de las más infames que nunca has escrito, y ello por los más aberrante motivos. Perdí la cabeza. En mí, el miedo vino a sustituir la razón. No pude ver ninguna posibilidad de librarme de ustedes". (De profundis)
Jorge Luis Borges decía: "Mencionar el nombre de Wilde es mencionar a un dandi que fuera también un poeta, es evocar la imagen de un caballero dedicado al pobre propósito de asombrar con corbatas y metáforas. También es evocar la noción del arte como un juego selecto o secreto".
Marisol Palacios
mpalacios@abc.com.py