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Para M, cuyos solos y riffs me gustan más que los de Jonny, y para X, que, como yo, puede ver que Let Down y Present Tense son dos caras de la misma moneda.
Un día de finales de la década de los noventa, como solía hacer regularmente, fui a mi tienda de discos favorita a ver qué álbumes nuevos habían sido lanzados, y de que grupos.
En ese entonces, uno podía pedir un álbum en particular (en formato cedé) para ir pasando los tracks a fin de escucharlos con un auricular. La mayoría de las veces, uno llegaba a escuchar varios discos y salía sin comprar ninguno, por no encontrarlos atractivos.
Aquel día le pregunté al amigo que atendía si había cosas nuevas, y él me señaló la parte de «Rock Británico» (los cedés se agrupaban por categorías). Me acerqué y empecé a husmear. Encontré uno cuyo diseño de tapa (art work) me llamó la atención por ser bastante inusual, un extraño collage de figuras difusas en lo que parecía una gran autopista que se bifurcaba.
El espectacular riff de guitarra de «Airbag» (la primera pista del álbum) me impresionó. Pasé al segundo track, al tercero, al cuarto… Y sucedió algo para nada corriente: todos los temas me causaban la sensación sobrecogedora de estar escuchando una obra maestra. En varios de ellos se podía oír un enjambre de guitarras con distorsiones que no se parecía absolutamente a nada anterior.
El momento
Cambios sociales decisivos se hacían sentir de manera abrumadora a finales del siglo XX, un siglo, al decir de Eric Hobsbawm, más impregnado y dependiente de las ciencias que ningún otro periodo de la historia; en sus postrimerías, internet estaba transformando dramáticamente la forma de comunicarse de los seres humanos. OK Computer fue una manifestación artística consecuente con ese contexto. Las letras, en sinergia con la música, describen una sociedad sometida por el consumo («Ambition makes you look pretty ugly Kicking, squealing Gucci little piggy», dice «Paranoid Android»), el aislamiento, la desesperanza y el vacío («A job that slowly kills you-Bruises that won’t heal...», suena en «No Surprises», que guarda cierta semejanza con el Réquiem del compositor francés Fauré). A lo largo del disco, cuya armonía y continuidad hace difícil no asociarlo con el The Dark Side of the Moon, de Pink Floyd, «Exit Music (For a Film)», «Let Down», «Karma Police», «Lucky» abordan la fatalidad, la sensación de estar en permanente tránsito y una vaga y ambigua esperanza en el amor. Las resonancias kafkianas y la angustiante letra del último track, «The Tourist», nos recuerdan al malogrado Josef K. de El Proceso. No solo el nombre del álbum, sino también sus sonidos y sus letras prefiguraban la influencia de una tecnología emergente, deshumanizante, creadora de trabajadores dóciles, auxiliados por filosofías de autoayuda («Fitter Happier»).
A lo largo de la década de 1990 hubo oleadas de estilos diferentes que tuvieron impacto notable. En sus inicios, la influencia de la música de Seattle, y de su paradigma, Nirvana, fue decisiva. Numerosas agrupaciones influenciadas por el grunge buscaban sobresalir; algunas con mucha originalidad, como Smashing Pumpkins, y otras que, parafraseando a Borges, «No representaban un peligro para nadie». Este sonido rebelde se fue apagando, dando lugar a un renacimiento de la música británica, que dejó sus huellas, conocido como «britpop». Tal vez los símbolos más conocidos de esta corriente llena de entusiasmo y de letras anodinamente melifluas sean Blur y Oasis. Quién no recordará sus agradables melodías, en particular las de Oasis, que se veían como la reencarnación de los Beatles, a tal punto que inclusive se puso de moda la disyuntiva «Oasis vs Blur» como identificación ultima de originalidad en materia de gusto musical. Pero, como se ha visto en la historia de la música rock desde los años sesenta, de tanto en tanto aparecen artistas, y en particular obras, que simplemente lo cambian todo; es el caso, por citar algunos, de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, de The Beatles, Pet Sounds, de The Beach Boys, London Calling, de The Clash, Ramones, de Ramones, Kind of Blue, de Miles Davis... Así, Ok Computer ayudó (¿a sepultar?) en gran manera a la tendencia por entonces imperante (el britpop), ya en su ocaso, y generó una forma totalmente nueva de hacer rock.
Las influencias
Más allá del genio de los integrantes de la banda, Thom Yorke a la cabeza, Jonny y Colin Greenwood, Ed O’Brien y Phil Selway, es notable la variedad de sus fuentes de inspiración, como ellos mismos lo han hecho notar, de la literatura antisistema de autores como Noam Chomsky, Will Hutton o Jonathan Coe a música como la de Miles Davis en su extravagante y poco convencional Bitches brew, pasando por los Beatles, Ennio Morricone, el compositor Krzystof Penderecki (con quien Jonny Greenwood trabajó en proyectos posteriores), Louis Armstrong, Philip Glass, DJ Shadow… En particular, en el track «Paranoid Android» se aprecia una estructura que rememora la magistral «Bohemian Rhapsody» de Queen.
El legado
Solo después de escuchar OK Computer caí en la cuenta de que ya había escuchado antes a Radiohead, concretamente su conocidísimo hit «Creep», a inicios de los noventa. «Creep» era tan, pero tan agradable al oído que Radiohead no podía ser más que un «one hit wonder», según consideré entonces, y, simplemente, decidí no seguir sus trabajos posteriores. El tiempo me demostró que estaba equivocado. Con OK Computer, Radiohead modificó el paisaje de la música rock de los noventa y se convirtió en una de las bandas más importantes de la historia. Si bien es muy difícil abordar todo el impacto de este álbum en un espacio limitado, desde los trends en composición, el uso de sintetizadores analógicos, la distorsión de guitarras de maneras innovadoras, el auxilio de software para programar secuencias, etc., podríamos decir que el legado más importante de OK Computer fue reafirmar el espíritu del rock no solo en la rebeldía contra el orden establecido (que es un estereotipo reduccionista) sino en la rebeldía contra el statu quo imperante entre los artistas, ese consenso impuesto por «los genios del momento», y demostrar así que vale la pena arriesgarse.