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Ojo por Diente trae también consigo las palabras de Roa Bastos. En realidad, trae la carta del amigo, que le transmite a Rubén, con la sinceridad que solamente permite la auténtica amistad, las apreciaciones literarias sobre los originales de lo que vendría a ser su primer libro de relatos. Escribe Augusto estas líneas: "Los leí de un tirón y encontré que, salvo dos o tres, en los cuales la carga localista, para decirlo de algún modo, no es del todo transpuesta a tu íntimo modo de transfigurar simbólicamente los contenidos temáticos, los demás son excelentes".
Otro párrafo de la carta de Roa: Evidentemente, tu cuerda de la nostalgia, y del eterno regreso itinerante (que dio su combustión a Biografía, su quemazón interna más significativa) también queman esta historia de lejanías y traiciones, y el personaje de Proní se nos queda en la retina, en la pantalla reticular de eso que Burroughs llamó un film biológico. Es también evidente, Rubén, que vos y yo rengueamos de la misma pata bajo el peso de esa piedra negra del 'diestierro' que tratamos de remontar como el Sísifo de Camus hasta la cima de un vacío existencial que no se puede llenar con nada, pero donde ulula un viento lúgubre de serenata a la amada muerta (...).
LA EXPERIENCIA DEL AUTOEXILIO
En Los pretextos, el contexto, el texto, páginas de reflexiones varias incluidas en el libro, Bareiro Saguier, con el detenimiento sobre los detalles y las profundidades que lo caracteriza, y enteramente fiel a sus sentimientos, nos cuenta cómo se va gestando en su interior un interés especialísimo -y al mismo tiempo urgente, apremiante- en dar un lenguaje, una voz, una expresión narrativa a una época oscura de nuestro pueblo, marcada a fuego por la dictadura. Rubén cuenta su verdad. Escribe, sangrando casi, sobre el permanente, sistemático acoso del régimen stronista, que no solamente le impedía enseñar a sus anchas en sus cátedras universitarias, sino que -y esto es lo más saturante y asfixiante para él- le iba imponiendo una realidad pisoteadora de los derechos humanos. Sectarismo, represión y mediocridad consecuente van oscureciendo su entorno. Dice Bareiro Saguier: "Mi alejamiento del país -usufructuando una beca otorgada por el Gobierno francés, en 1962- se debía a una necesidad imperiosa de sacar la cabeza del pantano, para no ahogarme". Lejos de su patria, de su gente, de sus amigos, de todo aquello tan substancial para la sensibilidad de una persona, publica un poemario, en 1964: Biografía de ausente. El título es rotundo, elocuente; apunta directamente a la durísima experiencia del autoexilio. El escritor autoexiliado nos cuenta sobre la agobiante crisis de conciencia por la que atraviesa. Hace esporádicos retornos a Paraguay.
Inquieto observador de su entorno, toma plena conciencia de la transformación que sufre la sociedad paraguaya al degradarse cada vez más bajo el peso de un régimen totalitario.
Escritor, poeta, hombre rebelado ante una realidad social aberrante, escribe Ojo por Diente para que quede un registro, un testimonio del abuso de poder, de la podredumbre que va tomando todos los niveles sociales. Sabe, y muy bien, cómo dar cuerpo y forma a sus cuentos. Y en ellos aparecen los mandamases, los todopoderosos que se sienten dueños de la existencia de las vidas ajenas, los vigilantes encargados de seguir, de "olfatear" los pasos, las sombras de la gente, los infelices mandados a desaparecer de la faz de la Tierra por pensar distinto, por levantarse contra un código autoritario y represor. En sus escritos nos va contando cómo la sumisión, el temor a las represalias acaban por minar la conciencia del paraguayo, torciendo su conducta. Las expectativas de llevar una existencia libre, de escapar de aquel aire viciado por la presencia de los pyragues, son castigadas lenta, paulatinamente, y tantas veces, abruptamente.
Poeta, la poesía sobrevuela muchos relatos suyos. Estilo, acertada elección de los personajes, fuerza literaria, hacen de Ojo por Diente, una obra clave de la literatura paraguaya. La imaginación se desborda en el cuento que da pie al título del libro.
Ocurre lo siguiente, como se dice: El Juez de Paz de un pueblo se sorprende muy desagradablemente cuando aparecen inscripciones callejeras en su contra. "Juez cuatrero" escriben por doquier nocturnos pintores. El aludido atribuye esa "sucia acción" a la gente de la oposición. Y después, a casi toda la gente del pueblo. La pintata no cesa; crece, crece, crece, y la réplica, por orden del Juez, agredido en su "buen nombre", pincelazo por pincelazo, crece igualmente. Ya no hay espacio donde dejar las inscripciones. Todo parece estar patas para arriba en el pueblo. Aparecen overos, burros, vacas, perros, también pintados, por decisión del Karaí Juez.
Un desenlace surrealista: "Yo, Sinforiano Santacruz, Juez de Paz Letrado de este pueblo, preocupado por el bienestar de la población, acabo de ordenar que se coloquen nuevos paneles de tela blanca en la plazoleta del puerto. Cumplido con mi deber de magistrado, me pongo mi piel de jaguar, tomo mi gran garra de jaguar y me voy a realizar mi acostumbrada gira campestre..."
PREMIO Y CASTIGO
Rubén Bareiro Saguier supo interpretar cabalmente en su obra Ojo por Diente (premiado en el concurso de la Casa de las Américas, La Habana, en 1971), cómo las vidas de miles de paraguayos iban perdiendo su identidad para pasar a formar parte de una muy larga y muy triste fila de seres humanos obligados a obedecer las "órdenes superiores" del gran tirano. Este libro clave de la literatura paraguaya, merecidamente premiado en el concurso de la Casa de las Américas, le costó, sin embargo, una brutal represión contra su humanidad. El autor conoció las famosas interrogaciones en la archifamosa Dirección de Identificaciones. Voces de indignación de figuras literarias nacionales y mundiales se alzaron.
Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Jean-Paul Sartre, Jean Genet, Simone de Beauvoir, Marguerite Yourcenar, Marguerite Duras hicieron sentir inmediatamente su protesta. Después vino el exilio. La dolorosa experiencia de vivir lejos de su patria, de los suyos, de sus afectos, le llevó diecisiete años.
Hace ya un buen tiempo Rubén Bareiro Saguier está con nosotros. Ha recuperado su espacio, su terruño, su lugar emocional, y la esencia del reencuentro definitivo después de una lejanía impuesta. Escritor de larga como vital trayectoria dentro de la poesía y de la narrativa nacional, nos acerca en Ojo por Diente un libro valiente, desafiante, y que se lee de un tirón, como lo dijo Augusto Roa Bastos, en la carta al amigo distante.