Ochenta años de la Academia Paraguaya de la Historia

Este año, la Academia Paraguaya de la Historia (anteriormente, el Instituto Paraguayo de Investigaciones Históricas) cumple ocho décadas de existencia desde su creación en 1937.

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En la cultura griega, Clío es la musa de la historia y de la poesía heroica. Hija de Zeus y madre de Jacinto, príncipe de Macedonia, se la representa como una muchacha coronada con laureles, con una trompeta en la mano derecha y un libro de Tucídides en la izquierda. A estos atributos se unen el globo terráqueo y el Tiempo, para mostrar que la Historia abarca todos los lugares y todas las épocas.

En la República del Paraguay, cuyo devenir fue una mezcla de azar y tragedia, el papel de la historia fue siempre central en la educación, la política y la convivencia cotidiana.

Tan fuerte es la memoria colectiva que una guerra finalizada hace más de 150 años todavía enciende polémicas como si las heridas fuesen recientes. Sin embargo, hubo que esperar el cuarto centenario de la fundación de Asunción, madre de ciudades y centro de la colonización del Río de la Plata, para la formalización solemne de una institución que tuviera la historia profesional como eje de valiosas contribuciones académicas.

No obstante, la historia profesional para entonces ya llevaba casi medio siglo de vigencia desde que Blas Garay publicara en España los primeros libros de Historia Paraguaya en base a investigaciones en el Archivo de Indias de Sevilla. De cualquier manera, en toda la evolución de la historia nacional, desde sus orígenes, el extranjero tuvo papel preponderante. Cronistas como Ulrico Schmidl, Ruy Díaz de Guzmán, criollo asunceno, los demarcadores de límites Azara y Aguirre, los evangelizadores jesuitas Nicolás del Techo, Francisco Charlevoix o Antonio Ruy de Montoya, son algunos ejemplos. Y, en la época independiente, el escritor foráneo también dejó una estela de libros, como los firmados por los hermanos Robertson, Rengger, Du Graty, Carlyle, Demersay y muchos otros.

Por ello, no fue sorprendente que el principal motivador para la fundación del Instituto Paraguayo de Investigaciones históricas en 1937 fuera el historiador argentino don Enrique de Gandía, presente en Asunción en aquella época inestable y cambiante del final del gobierno revolucionario del coronel Rafael Franco como corresponsal especial del diario La Nación de Buenos Aires.

La fundación del Instituto tuvo lugar el 15 de agosto en el célebre Hotel Colonial. La asamblea eligió como presidente honorario al historiador De Gandía y una directiva conformada por Adolfo Aponte como presidente, Ramón Indalecio Cardozo como primer vicepresidente e Hipólito Sánchez Quell como vicepresidente segundo. R. Antonio Ramos, Eduardo Amarilla Fretes y Andrés Barbero fueron nombrados secretarios. Entre los firmantes del acta de fundación estuvieron el ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, Luis A. Argaña, Carlos R. Centurión, Ramón Lara Castro y Viriato Díaz Pérez. En el mismo acto fueron designados como miembros correspondientes en el exterior Luis Alberto de Herrera en Uruguay, Ricardo Lafuente Machaín en Argentina, y Walter de Acevedo en Brasil, entre otros.

Conforme a la época, se fueron agregando a la lista de académicos personalidades de relieve, algunos póstumos, como don José Segundo Decoud. Además, figuran Cecilio Báez, José Félix Estigarribia, Juan Manuel Sosa Escalada, Enrique Bordenave, Arsenio López Decoud, y el inolvidable José Doroteo Bareiro, autor de la excelente catalogación existente de la era independiente. Olinda Massare de Kostianovsky fue la primera mujer presidenta de la Academia Paraguaya de la Historia, e Idalia Flores de Zarza incursionó en el tema de género en el marco de dicho espacio académico.

Curiosamente, por los enfrentamientos faccionalistas todavía vigentes en la época, don Juan E. O’leary fue admitido casi una década después de la fundación del Instituto, cuando muchos de los fundadores estaban en el exilio.

La sangrienta guerra civil de 1947, lejos de resolver las controversias, las exacerbó, y comenzó a extenderse un pensamiento cuasi totalitario que dividía a la sociedad entre justos y réprobos, patriotas y legionarios. En ese ambiente, en 1948 se fundó la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional, siendo habilitada una sección de historia.

Gracias al apoyo de la Fundación La Piedad, en memoria del recordado filántropo y académico de número don Andrés Barbero, la valiosa revista especializada Historia Paraguaya tuvo publicación ininterrumpida a pesar de los críticos años de crispación política.

El 28 de octubre de 1965, con el voto de los miembros de número y correspondientes en magna asamblea, se decidió convertir el anterior Instituto en la actual Academia Paraguaya de la Historia bajo la presidencia del doctor Julio César Chaves, que lo fue hasta 1972. Antes, en ocasión del sesquicentenario de la independencia nacional, en el año 1961, la contribución de la Corporación con estudios novedosos y críticos de aquella gesta tuvo como protagonistas a autores clásicos como Efraín Cardozo, H. Sánchez Quell, Eduardo Amarilla Fretes, R. Antonio Ramos y el propio doctor Julio César Chaves. Por el valor de dichas contribuciones, algunas fueron reimpresas en ocasión del bicentenario patrio recientemente conmemorado.

En el octogésimo aniversario de la Academia Paraguaya de la Historia, en un país en el que la disciplina atrae la atención de estudiosos y aficionados, es menester rendir un emocionado homenaje a las grandes figuras intelectuales de la patria que no por coincidencia fueron también historiadores. Muchos sufrieron el exilio, y tuvieron que publicar sus obras con editoriales extranjeras. Entre estos nombres sobresalen el de Carlos Pastore, autor del clásico La lucha por la tierra en el Paraguay, y Rafael Eladio Velázquez, mentor de juventudes y magnifico rector de la Universidad Católica. Pese a su temprana partida, Alfredo Seiferheld legó una valiosa contribución a la historiografía paraguaya. Hoy la historia paraguaya ha trascendido los límites nacionales para atraer la atención internacional. Universidades europeas, norteamericanas y asiáticas, además de las regionales, publican con regularidad estudios enjundiosos sobre diversos aspectos del devenir paraguayo. En este contexto, el desafío para los autores locales es inmenso, pues deben suplir la carencia de medios y políticas institucionales con esfuerzo intelectual y creatividad a fin de que sus investigaciones y publicaciones estén a la altura que en el presente esta disciplina requiere.

Bibliografía

Liliana Brezzo, Historia Paraguaya, vol. 52, 2012.

Archivos de la Academia Paraguaya de la Historia.

Cátedra de Historiografía Paraguaya. Facultad de Filosofía de la Universidad Católica.

beagbosio@gmail.com

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