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En su artículo «El espacio insular idealizado» (2010), Ignacio Roldán Martínez establece un recorrido por obras literarias de posguerra, y del exilio (que sucedió a la Guerra contra la Triple Alianza) que él denomina «literatura de consolación». En esta literatura que existiría un llamado a «levantar» el Paraguay –en la connotación de reconstrucción– apelando a descripciones idílicas desde una perspectiva de altura. Roldán Martínez comenta sobre todo obras de carácter nacionalista y nostálgico, entre ellas la novela Viaje nocturno de Gualberto ó Recuerdos y reflecciones (sic) de un ausente (1877) de Juan Crisóstomo Centurión, publicada en Nueva York (Estados Unidos) bajo el seudónimo de J. C. Roenicunt y Zenitram.
La novela narra, entre reflexiones sobre la Guerra contra la Triple Alianza, y sobre la guerra en general, el viaje del protagonista, Gualberto, por cielos interestelares y terráqueos, hasta el Paraguay. Combatiente exiliado, posiblemente en la ciudad portuaria de Santiago, en Cuba, las vistas a vuelo de pájaro, en su viaje sobre el Paraguay, arrojan imágenes idílicas; aunque, a veces, las descripciones presentadas en clave de pasado visitado entran en cortocircuito y son súbitamente sustituidas por el presente de la narración: paisajes catastróficos y lúgubres de posguerra.
La que suele ser considerada la primera novela de un autor paraguayo imagina la más dramática e imposible ascensión, mucho antes de que los aviones acortaran las distancias geográficas; y, puede parecer exacerbado, pero coincide con ese llamado a «levantar» el Paraguay al que se refería Roldán Martínez.
Asimismo, es paradójico el que esta suerte de obra-fundacional-sin-serlo (1) evoque motivos insulares y de aislamiento –aspectos que según el crítico Ian Watt, autor de The Rise of the Novel: Studies in Defoe, Richardson and Fielding (1957), están presentes en la ascensión de la novela como género dominante–. En efecto, Viaje nocturno… puede ser leída como una metáfora fundacional del género, si no en el Paraguay, en la voz de los paraguayos: no es de extrañar que los novelistas modernos canónicos del siglo XX escribieran, como Gualberto, desde el exilio. Sin embargo, esta novela también constituye una excusa ideal para pensar las principales identidades y funciones asociadas a los textos narrativos: el escritor, el autor, el narrador y el personaje.
El carácter autorreferencial de la novela (su tendencia autobiográfica) aparece en diversos planos: Juan Crisóstomo era exiliado, y quizás sufría los mismos sentimientos de nostalgia que Gualberto, el protagonista, pero no sólo eso. El seudónimo bajo el que se publica originalmente el libro es una tentativa de velar el nombre verdadero del autor mediante la abreviatura del primer y segundo nombre, el anagrama (trasposición de letras) del primer apellido y un palíndromo bifronte (inversión) del segundo apellido: J. C. (Juan Crisóstomo) Roenicunt (Centurión) y Zenitram (Martínez).
Enseguida, la novela es introducida por un narrador-testigo, amigo y confidente del protagonista, que expone el impacto que la guerra habría causado sobre el espíritu noble y extrovertido de su amigo: condición que le habría empujado a un aislamiento contemplativo de la naturaleza y del espacio, y particularmente del cielo. Así, el narrador-testigo describe la cualidad de carácter de Gualberto, y pasa luego a hablar de la depresión provocada por el exilio, a enumerar los síntomas caracterizados por paseos solitarios, y el interés del protagonista por la contemplación del cielo y los astros. Los síntomas de esta depresión, así como el interés general de Gualberto por la contemplación van más allá de la mirada dirigida a espacios reales: el narrador-testigo revela que el protagonista es dado a contemplaciones de índole abstracta, como viajes espirituales: «Parecia que se complacia en hacer vagar su espíritu por la inmensidad del universo : en elevarse en las regiones etéreas ó engolfarse en el abismo del océano» (2); se trataría, en todo caso, de una forma de liberación del alma oprimida del protagonista frente a la nostalgia del país distante. Aunque este narrador tratase de imponer un segundo velo sobre la identidad, desviándola en dirección a un personaje, al describir el espíritu de Gualberto, un juego de aliteraciones parece esconder el nombre de Juan Crisóstomo: «Su sencillez y su cándida franqueza le hacían aparecer en sus relaciones sociales con una claridad comparable con la del cristal, porque en ella se veía retratado con toda su alma»; y, constantemente benevolente con la autorrepresentación, hasta un nivel casi mesiánico: «como Cristo nos enseña».
Aparece, entonces, el tercer diferimiento identitario: la voz de Gualberto, devenido narrador-protagonista, que, durante un paseo, motivado por lo que sería un paisaje análogo al de su país, se dirige a sus amigos para confesar una experiencia: un viaje de naturaleza etérea hasta el Paraguay, que habría experimentado la noche anterior al presente de la narración. Gualberto sugiere que el viaje habría sido inspirado por un libro de astronomía que leyera para distraer su nostalgia; a partir de esta lectura, el personaje comenzaría a imaginarse a sí mismo viajando por planetas distantes, para ver, luego, desde una perspectiva exterior, el propio planeta Tierra. Gualberto imaginó entonces la posibilidad de viajar volando por la Tierra: «ya he dado un vuelo por la inmensidad, ahora voy á revolver el mundo».
Decíamos que la elevación y la insularidad son una constante en la ascensión de la novela como género. En el Viaje nocturno… dichas insularidades se expresan en el acto cognitivo evasivo, separador y casi místico de Gualberto; en su fuerza capaz de sobreponer la memoria a la nostalgia; y en la oposición entre el espacio particular frente a una espacialidad total y abarcadora; en las reflexiones acerca de los mundos, a partir de su imaginario viaje interestelar, cuya multiplicidad sugiere la posibilidad de imaginar las individualidades humanas como pequeños mundos también. «En tal caso yo también lo soy», diría Gualberto.
Asediado por su espíritu nacionalista, Gualberto no concibe perderse en los límites sin límites de su introspección y decide dirigir su vuelo imaginario al Paraguay, llegando a compararse con un Ulises ansioso por el retorno, acaso a su isla. Gualberto pasa entonces por amplitudes condensadas en la imagen del mar y las selvas americanas, hasta llegar a la frontera líquida y turbulenta del Paraguay: «Dicho y hecho, con un vuelo del pensamiento estaba en la márgen derecha del caudaloso rio Paraná».
Hay una clave de lectura en la descripción de este primer paisaje local: Divisado en el vuelo de Gualberto –se trata de un paisaje selvático–, dominado por una exaltación de pretensión idílica y un éxtasis romántico: se trata, es cierto, de un espejismo, en el que la imagen del agua funciona, de hecho, como un espejo, capaz de reflejar y duplicar tanto el paisaje como las propias figuras humanas. Es en este momento en el que se insinúa no sólo un gesto narcisista de la naturaleza volcada sobre sí en un beso en-si-mismado, sino que se metaforizan –sobre las turbulentas aguas del Paraná, el río de todos los colores posibles– las potenciales variaciones deformes –las reflexiones, como bien se invoca en el título del libro– de aquellas identidades unas veces escamoteadas, ausentes, y que otras parecieran tocarse en la superficie del reflejo.
Apuntes sobre una reedición
Son raras las oportunidades de reeditar originales en una escena editorial tan limitada como la del Paraguay. Por esta razón, se podría sugerir que todo esfuerzo invertido en empresas de esta índole merecería celebración. Sin embargo, también es necesario contribuir haciendo hincapié en aquellos aspectos que puedan mejorarlas.
Probablemente el Viaje nocturno de Gualberto… no sea una obra maestra. Se trata, eso sí, de una rareza, sobre todo por su perfil fantástico; aspecto que, como se ha mencionado antes, podría guardar relación con patrones vinculados con la ascensión del género novelesco y con las historias de las culturas (3). Sin embargo, además de la anécdota del viaje aéreo al Paraguay, hay que hacer constar que uno de los atributos de esta pieza es su juego especular, los espejismos y re-flexiones de las identidades, que son finalmente los que sostienen la obra y la vuelven un objeto de interés. Se ignora cuáles hayan sido las razones que pudieran haber impulsado las decisiones del autor por velar una identidad, aunque se puede sospechar que hayan existido motivaciones políticas; éstas forman parte, no obstante, del proceso de la escritura de ficción, y devienen decisiones poéticas.
Los seudónimos, los heterónimos y todas las formas de distinción, proliferación o rodeo de la identidad autoral, y de integración del autor con funciones de narrador o personaje, son creaciones literarias que forman parte de la obra y que merecen consideración; salvo que exista constancia de otra decisión (4). Caben, eso sí, ediciones comentadas o críticas que permitan entender la obra en un contexto histórico, abordando los distintos aspectos de su producción, y que permitan su inscripción cabal tanto en la historia de la literatura, así como materias para el disfrute lector.
Es precisamente este aspecto el que es desestimado en la presente reedición (5), con lo cual se compromete la posibilidad de leer la obra en tanto literatura, desde su tendencia biográfica hasta el nombre del autor.
Notas
(1) Dado que no sólo se publica fuera de Paraguay sino que prácticamente no circula en el país.
(2) Las citas conservan la grafía original.
(3) Otros casos de ascensión en la poesía pueden observarse en el cancionero popular nacionalista del período dictatorial stronista.
(4) De conocerse esta voluntad de Juan Crisóstomo, en razón de su carácter histórico, lo correcto hubiese sido dejar constancia de ello en la presente edición.
(5) Viaje nocturno de Gualberto o recuerdos y reflexiones de un ausente, Asunción, Sociedad de Escritores del Paraguay (SEP) / Servilibro, 2018.