Nictálopes y fantasmas

En estas semanas, los seres cuyos ojos pueden ver en las tinieblas y los póras y las leyendas tradicionales paraguayas están más cerca que nunca. Su presencia nos invade por varios flancos casi simultáneamente, desde la muestra fotográfica recientemente inaugurada de Fredi Casco Nyctalops, hasta el lanzamiento, mañana lunes, del libro de Clotilde Cabral y Miguel Cabral Nuestros fantasmas.

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«VINO VIEJO…

La noche, sabido es, tiene la capacidad de transformar, y a veces transforma (si uno la deja, si desea dejarla) las habituales imágenes del mundo de todos los días («del mundo de todos los días» tanto en el sentido de «diario» como en el de «diurno») en algo que es en parte otra cosa, y esa suerte de imaginario poético, a veces muy pictórico, otras muy cinematográfico, a veces grato y acogedor, otras sobrecogedor y siniestro, genera –y refleja (o viceversa)– diversos estados de insólitas regiones del interior (no del país –aunque también–, sino del alma).

La noche cruza las fronteras entre la realidad y la imaginación, y es zona de paradojas; escenario por excelencia del amor como pasión, que es expresión de placer y vitalidad, y, a la vez, por su silencio, oscuridad y quietud, momento por antonomasia de todo lo relativo a los muertos y a la muerte.

Por eso la figura del nictálope, tanto en la naturaleza (el gato es el nictálope más próximo y seductor en la vida cotidiana –si bien entre los seres alados de la noche hay aves que, por nictálopes, como el búho y la lechuza, simbolizan la luz que ve en las sombras y, por ello, la sabiduría), como en leyendas y mitos, fascina e inquieta.

La figura del nictálope recorre la literatura y el arte modernos, el cómic y el cine, al menos desde que, en 1911, Jean de la Hire –uno de los pseudónimos (entre otros, como Edmond Cazal, el Comandante Cazal o John Vinegrower, por citar algunos) delescritor y editor Adolphe d’Espie (1878-1956)– inicia una serie de novelas sobre Nyctalope, el héroe que ve en la oscuridad: las Grandes aventures du Nyctalope.

Aunque el término se popularizaría recién con Superman a partir de 1938, quizá Nictálope fue el primer superhéroe. (Añado que en el mismo año y también en Francia nace el que tal vez fuera el primer supervillano –mi favorito–, engendrado en 1911 por Marcel Allain y Pierre Souvestre, Fantômas, «la amenaza elegante», genio del mal que planea los robos y crímenes más inteligentes, brillantes, ingeniosos, y auténtico maestro del disfraz con identidades infinitas, tan imposible para la policía de vencer, capturar o detener como una revolución o una tormenta.)

Nyctalops es también el clásico fanzine editado en los años 70 y 80 del siglo XX por Harry O. Morris y Edward Paul Berglund y dedicado a H. P. Lovecraft y su círculo (Clark Ashton Smith, Robert Bloch, etcétera) en el cual publicaron –al tiempo que en Grimoire, Eldritch Tales, Fantasy Macabre, Dark Horizons, etcétera– sus primeros relatos autores hoy muy de moda, como, por citar al más conocido, Thomas Ligotti, entre otros.

…EN ODRES NUEVOS»

El terror es una parte vital de las pasiones y los instintos más potentes de la humanidad, una parte a la que cada cultura da formas propias. En Paraguay, dos programas, primero, desde 1993 hasta 1996, Sombras en la noche, y después, desde 1997, Nuestros fantasmas, trajeron a la televisión narraciones atravesadas por historias y figuras legendarias y mágicas extraídas directamente de la tradición oral, como el Karai Pyhare, por ejemplo, o el Luisón, entre otros entes sobrenaturales, a veces aterradores, a veces ambiguos; las póras que pueblan desde hace generaciones la memoria popular pasaron a las pantallas para sumarse al incipiente relato audiovisual de un pueblo que aún busca su propia imagen y su definición a través de las más diversas expresiones creativas.

Ese con frecuencia extraordinario actor, de carrera lamentablemente trunca, que fue Beto Ayala (1967-2012), así como el recordado «Visoka», Rubén Vysokolán (1955-2007), y otros importantes intérpretes –Margarita Irún, Jorge Báez, Mercedes Jané, Regina Bachero, Silvio Rodas, Lourdes García, Jesús Pérez, Arturo Fleitas, Amada Gómez, Patricia Reina, Jorge Ramos, Ramón del Río, Alicia Guerra, Miguel Gómez– fueron parte de una serie que –pese a que en Paraguay en ese entonces la producción audiovisual estaba, con todo (todo) lo que esto implica, en sus inicios– dejó nuevas encarnaciones de fantasmas eternos y ancestrales en el imaginario de las generaciones del presente.

Los corredores en penumbra y los barrios en ese indescriptible silencio recogido, casi como de provincia, que aún existe en nuestro país, los muebles y utensilios que no habíamos visto nunca, pese a que –o, mejor dicho, porque– nos rodeaban, y de los que cobramos consciencia solo cuando la pantalla los reflejó ante nosotros, el mate y el tereré y los ritos y la atmósfera y el estado propio de ánimo y el ambiente asociados a estos brebajes tan sociales (el segundo, al menos), los mostradores gastados de las despensas oscuras, las tormentas olímpicas en su intempestiva furia subtropical desatada, la siesta que nubla el juicio y que –encarnada en la horrible alegría y la engañosa inocencia del Jasy Jatere (¡brrrr!)– pierde al incauto –pierde, por lo general, lo que es más espantoso aún, al niño–, los espléndidos, lujosos plenilunios paraguayos, los atardeceres más rojos que el barro seco de las rutas: todo esto fue visto y reconocido en el lenguaje contemporáneo por excelencia, el lenguaje audiovisual, y pasó a configurar la existencia consciente de un país.

La idea de hacer ficción acerca de las criaturas mitológicas y las leyendas, cuenta la actriz Clotilde Cabral en un reportaje recientemente publicado en este diario, surgió en 1991 y fue llevada al poeta cordobés Hernán Jaeggi –Hernán vivía en ese entonces en Asunción–, que hizo los guiones de Sombras en la Noche. Luego, Clotilde Cabral, cuenta ella en ese reportaje, se hizo cargo sola del proyecto desde 1996 hasta 1997, año en el que surgió Nuestros fantasmas.

Y mañana, lunes 13 de octubre, volverán a visitarnos la Mala Visión, el Pombéro y todos Nuestros fantasmas, porque será lanzado en el Teatro Municipal el libro del mismo título, de Clotilde Cabral y Miguel «Cholo» Cabral, con un cedé con doce temas musicales (letra y música de Miguel Cabral, grabados por el Dúo Paravera, con dirección del maestro Silvio Turró). El libro Nuestros fantasmas será presentado por el periodista y escritor (y autor, también, del prólogo) Carlos Martini, y el disco, por Mario Rubén Álvarez, en el marco de un espectáculo musical con personajes de nuestros mitos y leyendas ancestrales. La entrada será libre y gratuita pero el acceso a los asientos será por orden de llegada y las puertas del teatro se abrirán a las 19:45 horas, así que mañana lunes nos veremos allí mismo antes del grito En sus marcas… Listos… ¡Fuera!

montserrat.alvarez@abc.com.py

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