Mujeres de cine

Una vieja caja de hojalata que guardaba un tesoro infantil nos revela la historia de los modelos de femineidad desarrollados por la industria cinematográfica en las primeras décadas del siglo XX.

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En los años 20, entre los aficionados al cine que llenaban el desaparecido Coliseo Olympia de la Gran Vía de Granada, había un niño, José Romero Sampedro. Su primo trabajaba allí como proyeccionista y le regalaba revistas, programas, afiches y cuanto material relacionado con el cine le podía conseguir. José coleccionaba todo eso en una caja de hojalata, incluyendo muchos fotogramas, más de trescientos, de primeros planos de actrices, que clasificó por sus nombres. La caja se le fue llenando de vampiresas misteriosas, de frágiles, dulces heroínas tradicionales, de modernas y audaces flappers aficionadas a placeres –fumar, beber, tener sexo por diversión– «viriles» para los estereotipos decimonónicos todavía vigentes a principios del siglo XX, y cuando aquel niño creció le entregó a su hijo, José Romero Solís, el viejo tesoro de su infancia, que hoy da origen a una exposición, abierta al público hasta el 15 de diciembre en la Sala Goya del Centro Cultural de España Juan de Salazar.

Tal es la preciosa historia que el curador, Eugenio Fontaneda, a cuyas manos, como amigo de la familia Romero, llegó ese rico registro visual del cine que se veía en España entre 1914 y 1936, nos contó la noche de la inauguración, el pasado jueves 22 de noviembre.

El hallazgo de esta caja –cuya historia reclama por sí sola una película– dio también lugar a un libro, publicado por la Agencia Española de Cooperación, sobre el papel del cine como promotor del cambio del modelo de femineidad en España durante el primer tercio del siglo XX.

Aunque en esos años el tejido comercial y publicitario dirigido al sector femenino fue favoreciendo la superación de ciertos tabúes y la construcción de una imagen de mujer cuya participación en la vida social dejaba las labores del hogar en segundo plano, y pese a los avances iniciados en la Primera República, la sociedad española distaba aún de sintonizar con movimientos como el de las sufragistas, que irrumpían ya en el resto de Europa, y la mujer seguía confinada al hogar y subordinada en él a la autoridad del jefe de familia.

Sin embargo, el cine comenzaba a mostrar un nuevo tipo de mujer, independiente, cosmopolita, hedonista. En el periodo que esta exposición abarca, en el mundo cambiaron los mapas, las alianzas políticas, la economía y la vida cotidiana. Automóviles y bicicletas acortaban distancias y la radio, el periodismo moderno y el cine inundaban la sociedad en esas décadas de jazz, foxtrot, tango y charleston bailados por todos, si bien en distintos escenarios: verbenas y plazas de pueblo para los unos, salones y clubes exclusivos para los otros, mientras en las grandes ciudades mujeres de pelo y pollera cortos bebían y fumaban en público, rompiendo con el pasado a través de sus actos y de su estética.

En Hollywood, la industria fabricaría figuras acordes a esas novedades, mujeres decididas, con las manos en el volante de sus coches y de sus vidas.

Formada en 1912 por Adolph Zukor y Daniel Frohman, la productora Famous Players Lasky (llamada después Paramount) dio forma a un sistema basado en explotar la imagen de sus estrellas, de la que los ingresos en taquilla dependían: el público no sabía que estaba viendo una película de Famous Players, pero sí que era de Mary Pickford. El público la quería a ella, a ese prototipo de joven tierna y bondadosa, como quería a Anita Stewart, emblema de la mujer libre y dinámica, como quería a Theda Bara –anagrama de «arab death»–, hija de un sastre Cincinnati que se tiñó el cabello de negro para ser la femme fatale del cine mudo hasta que las vampiresas cedieron el paso a las flappers.

En ese proceso de unificación de gustos y de síntesis de prototipos participaron el público, los productores, los estudios, los cineastas y las estrellas. Como escribió Dalí en un artículo publicado en La Gaceta Literaria en 1927, las «emociones e imágenes-tipos, propias, completamente definidas y claras en el concepto común de los miles de gentes que forman los grandes públicos cinemáticos» son producto de la «creación orgánica y homogénea, producto de anónimas aportaciones y de un perfeccionamiento logrado por el camino de la estandarización». En la gestación del star system tuvieron parte también las revistas para los admiradores del cine y de sus estrellas, revistas que nunca olvidaron el interés principal de todos los implicados en el circuito, los ingresos que esta industria empezaba a generar. No habrá detalle demasiado indecoroso o banal para lograrlo. «Alarmados nos escriben gran número de lectores», cuenta Buñuel en sus «noticias» recién llegadas de la meca del cine en La Gaceta Literaria, «para cerciorarse respecto al dentífrico empleado por Mary Pickford». Desde su origen, el cine ha fabricado ídolos y modelos que el espectador en general adopta, en gran medida inconscientemente, para forjar su identidad. Muestras como la que en estos días se expone en la Sala Goya ponen estos interesantes temas ante nuestros ojos.

La muestra

«Mujeres de Cine. Ecos de Hollywood en España 1914-1936» puede ser visitada en la Sala Goya del Centro Cultural de España Juan de Salazar (Herrera 834 casi Tacuarí, Asunción) de lunes a viernes de 15:00 a 21:00 horas y los sábados de 10:00 a 18:00 horas hasta el 15 de diciembre. El acceso es libre y gratuito.

El libro

El libro que dio origen a esta exposición se puede descargar en este enlace: https://goo.gl/YKCXT8

montserrat.alvarez@abc.com.py

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