¿Mba’e piko la crecimiento?

Contra el imperativo del crecimiento ilimitado y ante la necesidad de un cambio cultural que nos permita enfrentar los problemas de un planeta al borde del colapso, este artículo es una invitación a redefinir conceptos como «bienestar», «felicidad» o «riqueza».

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En las aldeas indígenas, consideradas ahora como islas del futuro, el sol, la tierra, el agua, el aire, los seres humanos, los vegetales y los animales constituyen un continuum existencial armónico que hunde sus raíces en la sacralidad del cosmos. En ellas, cuando la brisa vespertina acaricia el rostro mientras la melodía de las aves anuncia el deseado descanso nocturno y el crepitar del fuego conserva los párpados vigilantes y la mente soñadora, hombres y mujeres comparten fácilmente experiencias, pensamientos, cavilaciones, dudas y preguntas.

Los pãi tavyterã, uno de los veinte pueblos indígenas de Paraguay, viven en comunidades esparcidas principalmente en el departamento del Amambay. Allí, sus chamanes cuidan con amor el cerro sagrado Jasuka Venda, recuperado de otros propietarios en la década de 1990, declarado patrimonio cultural-religioso y devuelto a sus ancestrales habitantes. El Jasuka Venda en su mitología es el centro del mundo, residencia de Ñande Ru Guasu, lugar desde donde el Creador dio origen al universo con todos sus seres animados e inanimados.

Yo acababa de regresar de una visita a las cuevas rocosas de los cerros, con las famosas incisiones rúnicas hechas siete mil años atrás por los protopobladores de la zona, vestigios de la más antigua presencia humana en Paraguay.

Descansando en mi hamaca y navegando por tiempos sin tiempo y espacios sin límites, la voz de un joven indígena me trajo a la realidad con la pregunta:

–¿Mba’e piko la crecimiento?

–¿Dónde escuchaste esa palabra? –fue mi respuesta.

–En la radio esta mañana –respondió–. Hablaban de economía. Dijeron que Paraguay había crecido económicamente y que había disminuido la pobreza.

–Nosotros –intervino otro joven– usamos esta palabra para hablar de los chicos que crecen y se hacen grandes y también del desarrollo de las plantas y los animales. Para nosotros es un concepto vinculado a la naturaleza. Pero, respecto a la economía, aunque esta crezca nosotros seguimos tan pobres como siempre. Entonces, ¿qué es lo que crece?

Realmente, los términos crecimiento y desarrollo provienen de la biología. Sabemos que el crecimiento es la transformación cuantitativa de un organismo en el tiempo y que no puede ser ilimitado. Una semilla crece hasta ser planta conforme a su especie y luego ya no crece, sino que permanece así hasta que muere. La euforia de un crecimiento ilimitado se aguó cuando Richard Heinberg publicó el libro La fiesta terminó, título alusivo a la fiesta iniciada con los pozos de petróleo, que terminará cuando este se agote. Es bastante lógico deducir que el crecimiento económico no puede ser ilimitado en un planeta limitado.

No hace mucho tiempo, un amigo rabino me decía picarescamente que los mandamientos entregados por Dios a Moisés ya no son diez, sino once. Se les ha añadido el undécimo: «Respeta el crecimiento económico», estimado como el más importante y sagrado.

Entre 1995 y 2000, el crecimiento económico de Paraguay fue de 1,5%; entre 2006 y 2010, de 5,4%; y para el 2017 se prevé que será de 4,3 %, según el FMI. El objetivo central de los países es crecer ilimitadamente, tanto en la producción, explotando los recursos naturales renovables y no renovables, como en el consumo, que genera cada vez más necesidades y deseos. A estas dos ilimitaciones indefectiblemente las acompaña una tercera: la de los desechos, con la contaminación del aire, el agua y los océanos, invadidos por enormes islas flotantes de plástico, y el deterioro, desertificación y envenenamiento de la tierra.

El economista Serge Latouche, profesor emérito de la Universidad de París-Sur, explica que las ilimitaciones del crecimiento y del consumo son artificialmente inducidas por la publicidad y el crédito. La primera tiene la función de estimular en nosotros el deseo de los productos que nos son ofertados como expresiones de bienestar y de felicidad. Vivimos en una sociedad en la que abundan los bienes materiales pero reinan la insatisfacción y la frustración por no poder adquirirlos todos. El segundo es un instrumento traicionero. Se nos ofrece generosamente para poder comprar todo aquello que la publicidad nos hace desear. Pero la fiesta se transforma en pesadilla cuando tenemos que pagar deudas e intereses en interminables cuotas.

La conversación proseguía animadamente mientras otros se acercaban para enterarse de los temas debatidos.

–¿Cómo se explica –preguntó el cacique Eulogio– que la riqueza aumente, pero también la pobreza? Nuestro ambiente se ha deteriorado, en los arroyos ya no hay peces, todo está contaminado, el trabajo asalariado es escaso y comemos peor que antes.

–Nuestros jóvenes –intervino doña Isabel–, encandilados por motos, celulares, equipos de música que difícilmente logran comprar, andan tristes y desilusionados. Varios de ellos señalan como una desgracia haber nacido indígenas y aspiran a vivir en las ciudades.

–La desgracia no es nacer indígenas –intervine yo prontamente–, la desgracia es el sistema económico mundial excluyente, donde los estratos pobres se empobrecen más y la minoría privilegiada se enriquece más. En las últimas tres décadas, llamadas las «décadas de oro» y marcadas por un sostenido crecimiento en varios países, hemos asistido a la destrucción del ambiente y a dolorosas disgregaciones sociales. Han disminuido los puestos de trabajo y faltan recursos para financiar la educación, la salud, la cultura y la vivienda.

La sociedad del crecimiento se está acabando, según prevén y advierten economistas de todo el mundo. Sin embargo, no se mira a la realidad sino que se la sigue evadiendo con el mito del crecimiento sin preocuparse por salir de la trampa. Estamos bloqueados en la sociedad del crecimiento sin crecimiento integral. Es urgente iniciar debates y discusiones sobre estos temas para depurar el imaginario del economicismo imperante y creer que otro mundo es posible.

Bibliografía

Serge Latouche: Il pianeta dei naufraghi, Turín, Bollati Boringhieri, 2016, 279 pp.

–––-Per un’abbondanza frugale, Turín, Bollati Boringhieri, 2012, 150 pp.

–––-La decrescita prima della decrescita, Turín, Bollati Boringhieri, 2016, 200 pp.

josezanardini@hotmail.com

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