Marx en la isla rodeada de tierra

Mediante el establecimiento de la relación dialéctica entre las circunstancias ajenas al libre albedrío, que se nos imponen, y la capacidad colectiva de transformar las relaciones sociales, el pensamiento filosófico de Karl Marx (1918-1883) nos enfrenta a la posibilidad de ser dueños de nuestro destino como sociedad, nos dice Najeeb Amado en el siguiente artículo.

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Paraguay participó de las conmemoraciones internacionales del Bicentenario de Marx con una noche de ponencias y debates en la Escuela de Ciencias Políticas y Sociales de la UNA el pasado viernes 4 de mayo. Pero iniciar un conversatorio a un día del bicentenario del nacimiento de Marx en Paraguay genera algunas contradicciones que dan vitalidad a la praxis marxiana. Como, por ejemplo, que también un 4 de mayo, pero del año 1954, se realizaba el golpe de Estado encabezado por el tirano militar Alfredo Stroessner. Y las fuerzas golpistas stronistas asesinaban al colorado Roberto L. Petit, para luego convertirse en el motor económico, político y cultural del Partido Colorado. Y también un 4 de mayo, pero del año 2012, se legalizaba el Partido Comunista Paraguayo, contra el cual Stroessner centralizó su política represiva valiéndose del marco de la Guerra Fría para profundizar su política de entrega, saqueo y terrorismo de Estado, enriqueciendo así a una camarilla de delincuentes junto a un pequeño entorno e inaugurando el narcotráfico, la triangulación y el contrabando a gran escala, además del control latifundista de la tierra.

Es fundamental expresar aquí el complejo entramado de conflictos, luchas y relaciones que forman parte del desarrollo de la humanidad a lo largo y ancho del mundo y de la historia, porque una de las ideas centrales de Marx es la condición de ser social del ser humano. Aquella famosa frase de El 18 Brumario de Luis Bonaparte, «Los hombres hacen su propia historia, pero no a su libre arbitrio, en circunstancias elegidas por ellos, sino en aquellas con las que se encuentran inexorablemente, que existen y les han sido legadas por el pasado», encierra cuando menos dos reflexiones. Una es que los seres humanos no somos «dueños de nuestro destino» como individuos. No elegimos dónde nacer (territorio, momento histórico, familia, situación socioeconómica y cultural), ni la carga genética y biológica que nos toca, ni las circunstancias de nuestros primeros años de vida. Entonces, aquella creencia según la cual «el que quiere, puede» es engañosa dados los múltiples condicionamientos con los que nos encontramos inexorablemente. Y la otra reflexión es que, al mismo tiempo y sin embargo, «Los hombres hacen su propia historia» como seres sociales, que de manera colectiva sí somos potencialmente dueños de nuestro destino, dependiendo de nuestra capacidad histórica de formular una cosmovisión y un proyecto coherente y capaz de enriquecerse activando la creciente participación de mujeres y hombres en un determinado momento de la historia.

Práctica revolucionaria

Ese hilo conductor, la condición de ser social del ser humano, lleva a la tercera tesis sobre Feuerbach: «La teoría materialista de que los hombres son producto de circunstancias distintas y de una educación modificada olvida que son los hombres, precisamente, los que hacen que cambien las circunstancias y que el propio educador necesita ser educado. Conduce pues, forzosamente, a distinguir la sociedad en dos partes, una de las cuales está por encima de la sociedad. La coincidencia de la modificación de las circunstancias y la modificación de la actividad humana solo puede concebirse y entenderse racionalmente como práctica revolucionaria».

Con la relación dialéctica entre las circunstancias y la capacidad colectiva de transformar las relaciones, Marx aporta elementos para superar ese reduccionismo dogmático que da a las fuerzas productivas carácter absolutamente determinante y condicionante de las relaciones sociales. Las relaciones sociales de producción, enmarcadas en el carácter privado de las fuerzas productivas, encierran la gran contradicción del modo de producción capitalista y le aportan perspectiva al pensamiento crítico marxista. Por ello son centrales, aunque no totalmente determinantes.

Para Marx, el elemento determinante, en clave revolucionaria, es la lucha de clases, que, cuando adquiere carácter consciente en la praxis de las mayorías trabajadoras, es capaz de voltear radicalmente la situación de dominación y poder.

En la isla

El método dialéctico y el abordaje materialista de la historia permitieron a Marx confrontar su filosofía de la praxis con sus propias impresiones positivistas y modernas inscriptas en el Manifiesto Comunista (1848), hasta romper en su madurez con la idea de progreso lineal que había afirmado en su juventud al analizar la emergencia del modo de producción capitalista en su fase industrial.

El filósofo argentino Néstor Kohan escribe al respecto que «Esa inesperada novedad teórica y política está presente por ejemplo (a) en sus numerosos escritos críticos sobre el colonialismo europeo, (b) en sus análisis sobre la historia española y el papel que los delegados americanos en las cortes de Cádiz jugaron frente a la invasión napoleónica […] (c) en sus primeros borradores de El Capital de 1857-1858 […], (d) en su correspondencia sobre el modo de producción asiático, (e) en su defensa de la independencia de Polonia, (f) en sus trabajos de denuncia de la dominación británica sobre Irlanda, (g) en su crítica de la intervención colonial de Inglaterra, Francia y España en el México de Benito Juárez de 1861, (h) en El Capital, particularmente en sus capítulos […] sobre la acumulación originaria y la colonización, (i) en su carta de 1877 al periódico ruso Anales de la patria, (j) en sus apuntes etnológicos, redactados desde 1879-1880 en adelante, sobre la obra del antropólogo ruso Kovalevsky (particularmente cuando éste habla de las culturas, comunidades y civilizaciones de América), (k) en su correspondencia de 1881 con la revolucionaria rusa Vera Zasulich […] y en varios otros escritos escasamente transitados, no menos importantes, que no figuran habitualmente en sus obras “escogidas” (¿escogidas por quién y desde qué ángulo de selección?), y a veces ni siquiera en sus obras “completas”» (1).

De modo que en un Paraguay donde la población económicamente activa comprende aproximadamente 2.276.332 personas (2), de las cuales solo el cinco por ciento están sindicalizadas y se encuentran amenazadas permanentemente por el terrorismo patronal que conculca el derecho a la libertad sindical, además de pretender utilizar a favor de sus intereses los fondos jubilatorios; donde la pobreza afecta a 2.156.312 personas (1.273.338 en áreas urbanas y 882.974 en el área rural); donde el 2,5 por ciento de la población es dueña del 85 por ciento de las tierras; donde la mafia y el narcotráfico son el eje articulador de todo el modelo «productivo», que incluye triangulación y contrabando a gran escala, así como emergencia de empresas maquiladoras, el pensamiento y la militancia del principal fundador de la Asociación Internacional de Trabajadores (1864) se constituyen en un potencial horizonte de liberación para las mayorías trabajadoras a la vez que perturban y embrutecen la conciencia de la lumpen-burguesía que opera en nuestro país y que hace síntesis en una dictadura mafiosa de fachada democrática.

Y a propósito del concepto de lumpen-burguesía, en La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850 Marx realiza un premonitorio abordaje de lo que se estaba gestando con el dinero que genera más dinero, al decir que «en las cumbres de la sociedad burguesa se propagó el desenfreno por la satisfacción de los apetitos malsanos y desordenados, que a cada paso chocaban con las mismas leyes de la burguesía, desenfreno en el que, por la ley natural, va a buscar su satisfacción en la riqueza procedente del juego, desenfreno por el que el placer se convierte en crápula y en que confluyen el dinero, el lodo y la sangre. La aristocracia financiera, lo mismo en sus métodos de adquisición, que en sus placeres, no es más que el renacimiento del lumpen-proletariado en las cumbres de la sociedad burguesa».

Es esa lumpen-burguesía mafiosa la que detenta el poder y está al frente del Estado oligárquico que opera en Paraguay, y a la cual debe enfrentarse con un proyecto integral de nueva sociedad que logre conformar una cosmovisión y una praxis consecuente, capaz de superar el estado de cosas actual, caracterizado por la agudización de la violencia y el progresivo embrutecimiento del proyecto social liderado por la narcopolítica y la mafia.

Será la praxis colectiva la que nos situará ante la posibilidad de ser dueños de nuestro destino como sociedad, reivindicando el estudio y la práctica consecuente, algo que la vida y obra de Marx reflejan y que hoy elegimos expresar mediante la segunda tesis de Marx sobre Feuerbach, que dice que «El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. El litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento que se aísla de la práctica es un problema puramente escolástico».

Notas

(1) N. Kohan: «Marx sobre nuestra América», en Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO): Nuestra América. Desafíos y Alternativas, n. 19, mayo de 2018, pp. 16-20.

(2) Dirección General de Estadística, Encuestas y Censos (DGEEC) - Secretaría Técnica de Planificación de la Presidencia de la República: Principales Resultados Encuesta Continua de Empleo, Paraguay, 2017.

*Najeeb Amado es miembro de la Sociedad de Economía Política del Paraguay (Seppy) y secretario general del Partido Comunista Paraguayo (PCP).

cpueblo@gmail.com

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