Yo soy Marcela del Río, escritora. Escribo novelas, teatro, poesía, cuento, ensayo, también pinto y soy profesora, se presenta la escritora.
- Pero, ¿qué eres esencialmente?
- Creo que en mi caso, lo fundamental es el trasfondo de la poesía, porque escriba yo cuento, teatro, novela o lo que sea, la poesía se filtra, como agua, por todos lados.
Pienso que básicamente soy poetisa. Empecé escribiendo poesía desde niña. Mi primer premio fue una flor natural en los Juegos Florales, en Matzaclán, a la edad de 14 años. Estudié teatro en la Academia Cinematográfica de México. Tuve la suerte de trabajar con mi tío abuelo, el escritor Alfonso Reyes. Catalogaba los libros de su biblioteca. Tenía, más o menos, cuarenta mil volúmenes en sus estantes.
- Ilustras el semblante, la mirada de una artista consumada.
- Sí. Me decía Esther de Izaguirre: Desde que uno te ve se ve que estás íntegramente imbuida de literatura. Y yo le dije, qué bueno que se vea, porque mi vida es la literatura.
- La literatura en algunos escritores es un sacerdocio.
- Yo llevo una vida monástica.
- ¿Cuál es tu sistema de trabajo?
- Mira, mi sistema de enseñanza lo debo alternar con la literatura. Soy más bien del tipo búho. Trabajo mucho a la noche. Y creo que tengo los circuitos cerebrales cruzados, porque cuando escribo poesía -sobre todo-, escribo imágenes, y cuando pinto, pinto ideas.
LOS CONSEJOS DEL TIO ALFONSO REYES
Al referirse a su tío Alfonso Reyes, la escritora recuerda:
- Cuando me fui a catalogar su biblioteca, tenía la oportunidad, por ejemplo, de oírlo hablar con toda la gente que llegaba a verlo. Desfilaban las visitas. Un día era Ramón Girao, otro día Raquel Pirol, y otro día Emanuel Carballo; en fin, investigadores, profesores y autores iban a buscarlo. De vez en cuando, en la mañana, cuando llegaba a trabajar, me decía: ¡Te voy a leer lo que escribí! Y yo le preguntaba: Pero tío, ¿a qué hora escribes? Escribo a la noche, cuando la gente se va, respondía tranquilamente. Trabajaba, a veces, hasta las cinco de la mañana.
-¿Alguna anécdota?
- Más que anécdotas, tengo recuerdos de sus conversaciones, de sus pláticas y de sus conferencias. Fue un hombre muy irónico, con gran sentido del humor. Pero hay algo que te voy a contar. Como fue embajador en varios países, le dije una vez: Oye, tío, yo quiero entrar en la diplomacia. Y él me responde: Pues, sí; eso estaría bien. No obstante, tienes que pensar en algo: arriba del letrero donde pongas Marcela del Río -Cónsul de México, escribe abajo Se remiendan zapatos, porque estamos muy mal pagados. Otro día le pregunté: Dame el gran consejo para ser muy buena escritora. El consejo que me va a servir en la vida. Y él me respondió: Busca un buen principio, encuentra un buen final, y ¡rellénalo con talento! Es fácil.
- ¿Cuál es el libro que te ha dado más satisfacción?
- Eso es muy difícil de decir... Siempre lo que se está escribiendo, es, en ese momento, la obra maestra.
- Háblame sobre tus obras.
- Hice un libro de 52 sonetos, que ganó el Premio Olímpico, en el año 1968. Se titula: Epopeyas sobre los aztecas. Usé no endecasílabos, sino alejandrinos, por una razón: todos los nombres mexicanos de los dioses y de los reyes eran enormes. Necesitaba yo las catorce sílabas para que pudiera haber algo más que nombres. Ese libro tiene mucha relación con la numerología de los aztecas, porque 52 era el siglo azteca, que estaba formado de 4 series de 13 años cada uno. Ellos formaban el año en 18 meses. Eran 20 meses de 18 días cada uno. Entonces había 5 días que sobraban; son los días que bautizaron con el nombre Nemóntemi, los días aciagos.
Sin embargo, gracias a esos días, el calendario era más perfecto que el nuestro, de los 365 días. Ellos no tenían que estar corrigiendo el calendario, como nosotros, cada cuatro años. La historia, para mí, ha sido siempre muy importante. La novela que presento en el Simposio de Literatura es histórica. Tengo una obra histórica de teatro. Tlacaelel es una obra mía. Tlacaelel fue el consejero de un rey; merced a su consejo este rey se volvió poderoso, y consiguió crear el imperio azteca. Vivió 98 años. Fue quien creó la mística guerrera. Era un guerrero por excelencia. También escribí sobre Benito Juárez.
EL CAPITAN NEMO
- ¿Tus lecturas favoritas?
- En cada edad uno tiene sus escritores favoritos. No existe el libro por el que uno diga Este es el de toda la vida. Yo leía las aventuras de Salgari, y jugaba, poniéndome en el papel del Corsario Negro, el pirata. Usaba una espada, y un cuello que lo armé con encajes de periódicos. Después pasé a Julio Verne; ya era el Capitán Nemo. Luego entré en las aventuras de Los tres mosqueteros, ese libro era mi tesoro; lo había tenido mi abuela, y luego mi madre. Naturalmente, adopté la personalidad de Dartagnan. Llegó también mi época de leer el Lobo estepario y la poesía de Octavio Paz. Arreola me gustaba muchísimo. Tuve la suerte de que me dieran la beca del Centro Mexicano de Escritores, en el 65. Los mentores del Taller eran Juan Rulfo, Juan José Arreola y Francisco Monte, presidente de la Academia de la Lengua.
- ¿Cómo era Juan Rulfo?
- Muy hermético. Serio. Su mundo interior no lo mostraba conversando. Era muy escueto para hablar. Cuando los discípulos de aquellos tres mentores terminábamos de leer los trabajos literarios, ellos hacían las críticas, el comentario apropiado. Juan Rulfo decía cuatro cosas. Tal, tal y tal. En cambio, Juan José Arreola era un manantial de palabras. Partía de una idea y regresaba al punto final pasando por un lenguaje preciso y enriquecedor. Yo lo adoré a pesar de que era bastante misógino. El decía que adoraba a las mujeres, pero siempre las hacía sufrir. Fue un devoto de las mujeres, pero así como era devoto, las criticaba.
- ¿Cómo haces para distraerte? ¿Tienes algo pasatista y entretenedor?
- Jugar al billar. Tengo mi mesa de billar. Después de comer y antes de pintar, juego. No me gusta dormir la siesta. Yo tengo dos nombres: Marcela Yolanda. Marcela juega contra Yolanda. Yolanda siempre le gana. Esa es la tragedia.
BREVE RESEÑA BIOGRAFICA DE MARCELA DEL RÍO (REYES)