Manuel Riquelme, la Facultad de Filosofía y la educación superior

La educación ha sido siempre un problema en el desarrollo de la sociedad paraguaya. Sin el Colegio Jesuítico (y, en menor medida, el Franciscano) y las hazañas de algunas escuelas de primeras letras, la historia del naciente Paraguay hubiera sido escenario de brillantes batallas para defender el dominio de la Gobernación, pero casi de nada más.

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La expulsión de los jesuitas de España y sus dominios en 1767 y la dictadura del Doctor Francia (1814-1840) son los momentos más difíciles de la educación en el país. Expulsados los jesuitas, se abre el Real Colegio y Seminario de San Carlos, que, bajo la dictadura de Francia, es cerrado (1823) hasta la apertura del Colegio Nacional (1877), el primero esencialmente laico y con pautas de enseñanza internacional. Entre 1870 y el inicio de la reconstrucción nacional, son las mujeres las que proponen planes de enseñanza. Así las hermanas Adela y Celsa Speratti, y Rosa Peña González, formadas en Argentina, donde la educación tiene la tutela de Sarmiento. Los varones no son ajenos a esa labor (José Segundo Decoud, Benjamín Aceval, Ramón Zubizarreta), pero, aparte de enseñar y escribir, se dedican a la política y a la administración pública, entonces tarea exclusiva de varones.

En 1882, con la Escuela de Derecho, comienza la educación universitaria. En ese momento aparece la increíble figura de Manuel Riquelme Noguera. En su familia brilla también su no menos ilustre hermano, el doctor Víctor B. Riquelme, magistrado, catedrático y periodista.

Manuel Riquelme nació en Asunción en 1885. Se formó en la Escuela Normal, en la que obtuvo el título de maestro. Beca mediante, cuidadoso de sus magros recursos, se traslada a la Escuela Normal de Profesores de Paraná (en esa época los más destacados educadores se formaban en esa mesopotamia argentina, donde también estaba el Centro Educativo de Concepción del Uruguay), y egresa con los títulos de maestro normal y maestro medio. Vuelto al país, no pudo concluir sus estudios de Abogacía, pues al poco tiempo comenzó a ocupar cargos en la Dirección de Escuelas y en el Consejo Nacional de Educación. De afiliación liberal, fue diputado por poco más de un lustro.

Iniciado muy joven en su principal tarea, estuvo esta signada por la búsqueda de programas de estudios acordes al país. Una muestra de la funcionalidad de sus ideas son sus libros de uso en las escuelas, que emociona ver hoy por lo asimilable de su didáctica. Luego de él vinieron doña Concepción Leyes de Chaves y el maestro Ramón Indalecio Cardozo, algo mayor que Riquelme, autor de la mecánica educativa de las Escuelas Activas. Ellos señalan las épocas de oro de la educación primaria en nuestro país, que concluyen con los regímenes de fuerza y las ideas totalitarias que se imponen gradualmente desde 1940, pero singularmente desde la reforma educativa de 1957.

No le bastó velar por los programas educativos: los practicó, enseñando en la Escuela Normal, el Colegio Nacional y la Escuela Militar (que podía jactarse en esa época de tener los mejores profesores del país). En lo literario, aparte de colaborar en la buena prensa de ese tiempo, dirige la revista Letras, fugaz pero interesante. Fue un hombre del Gimnasio Paraguayo (1913-1934), que hoy prosigue su obra en el Ateneo Paraguayo.

Cuestiones políticas lo alejan del país en 1922 y marcha a la Argentina, donde es profesor en la Facultad de Ciencias de la Educación de Entre Ríos y luego catedrático en la capital. Vuelto al país, es llamado a trabajar en el Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública, donde función valiosísima le cupo al doctor Justo P. Prieto. Evolución Histórica de la Facultad de Filosofía de la UNA (diciembre, 2013), de la doctora Mary Monte López Moreira, documenta el servicio prestado por el profesor Manuel Riquelme al pensamiento paraguayo con la sistematización del estudio de Humanidades, y menciona que en 1934, en plena Guerra del Chaco, el ministro Justo Prieto envía a la Segunda Conferencia Interamericana de Educación, que se estaba celebrando en Santiago de Chile, un proyecto, redactado por el profesor Riquelme, para crear una Escuela de Educación, Historia y Letras y un curso especial de Historia Americana. El proyecto fue publicado en 1936 en Asunción. Sumada a la Paz Armada con Bolivia, que recién concluirá en 1938, la revolución de 1936 posiblemente impidió realizarlo. No obstante, ya presidente, el doctor Félix Paiva (1937-1939) remitió al Congreso el proyecto de creación de la Facultad Libre de Humanidades, sobre la base del proyecto de Riquelme, con su plan de estudios y el hecho nuevo de que el director de la nueva facultad sería el propio profesor Riquelme. Tras el gobierno del doctor Paiva, el breve gobierno del mariscal José Félix Fernández Estigarribia y el inicio de la Segunda Guerra Mundial, en 1943 se inician las clases de la Facultad de Humanidades en el Ateneo Paraguayo, ex palacete Venancio Barrios (Presidente Franco e Independencia Nacional). El director fue, desde luego, Manuel Riquelme. Pero a los dos años el gobierno de Higinio Morínigo, tal vez por la visita del presidente brasileño Getulio Vargas, resuelve abrir la Escuela Superior de Humanidades y recibe para eso apoyo de la Misión Cultural Brasilera. Vienen profesores, como el profesor Guy de Hollanda, de inestimable valor para el desarrollo de la Facultad de Filosofía.

La lista de profesores de esta época heroica de las ciencias del pensamiento es valiosísima: Manuel Riquelme, Osvaldo Chaves, Mariano Morínigo, Walter Wey, Viriato Díaz Pérez, Hermógenes Rojas Silva, César Garay, Silvio González Fretes, Manuel M. de Carvallo, Sergio Sispanou, por citar solo algunos de ellos.

El 16 de febrero de 1948 se crea la Facultad de Filosofía. Están al frente, sucesivamente: Juan Vicente Ramírez, Carlos Álvarez, Juan del Rosario Martínez, Gladis Solano López, Olinda Massare de Kostianovsky, Stella Maris Bueno de Solís, Haydée Carmagnola de Aquino, Rita Laura Wattiez, Celsa Quiñónez de Bernal y María Angélica González de Lezcano (en función).

Sirva este recordatorio para señalar el valor de la figura del profesor Manuel Riquelme en el desarrollo de la educación nacional, y rescatar los setenta y nueve años de aplicación de un programa educativo básicamente hecho sobre el plan del profesor Riquelme, verdadero faro intelectual del crecimiento de las letras y la filosofía nacionales. El profesor Manuel Riquelme muere en 1961. Su vida, su obra y su memoria merecen los honores de una exégesis profunda, puesto que se entroncan con el pensamiento nacional contemporáneo.

e_juridico_asuncion@hotmail.com

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