Manuel Domínguez, el “más poderoso cerebro” del país

Hoy se cumple otro aniversario del fallecimiento del doctor Manuel Domínguez (1866-1935), “el más poderoso cerebro que haya producido el Paraguay”, al decir de Juan E. O´Leary. Entre sus muchas actividades, estudió y defendió los derechos paraguayos sobre el Chaco Boreal.

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Esta labor le consumió gran parte de su tiempo y de su talento de investigador tenaz y riguroso. Fue también la expresión de su patriotismo ejemplar. Quiso que la razón y el derecho estuvieran por encima de aventuras bélicas para zanjar el pleito. No lo consiguió. Vivió para ver, y padecer, los tres años que desangraron a su país y a Bolivia.

En 1927 dio a conocer El Chaco Boreal fue, es y será del Paraguay. De este libro dice Natalicio González: “Epítome de sus diversos estudios sobre el Chaco. Lo menos breve de este opúsculo es el título. No es posible condensar en menor espacio mayor sabiduría ni inculcar conocimientos de por sí tan áridos con más intensa gracia poética. Las palabras se precipitan desnudas de adjetivos, henchidas de datos, evocando la rauda sucesión de los siglos.

(…) Leyendo el opúsculo, el lector no sabe cuál preferir: si la ciencia del erudito o si el arte del escritor. Pero advierte algo que le seduce más, el alma emocionada del patriota” (Introducción a El Paraguay, sus grandezas y sus glorias Edit. Ayacucho, Buenos Aires, 1946). De “los diversos estudios” a los que se refiere Natalicio González, son sus 10 conferencias, en 1919, publicadas con el título de “Paraguay- Bolivia”; en 1926 dio a conocer El Chaco Boreal. Sobre ellos, Natalicio agrega: “Su erudición, con ser pasmosa, no abruma con el peso ostentoso de su dilatado saber. Cada capítulo es un modelo de investigación y de crítica, y el libro, en su conjunto, señala nuevos rumbos en el estudio de la historia americana”.

Este aniversario coincide con un ambiente enrarecido que evoca, sin quererlo, la contienda del 32 al 35. Esta atmósfera, que todavía no es preocupante, se instaló innecesariamente en la región por la insensatez de los gobiernos venezolano y boliviano. Nuestros países necesitan impulsar su economía, no embarcarse en una alienada carrera armamentista a costa de agravar su pobreza, mayoritariamente extrema.

La suerte del Dr. Manuel Domínguez es la misma que acompaña a quienes se dieron íntegros a la patria: el olvido. Es posible que la mayoría de los paraguayos conozca su nombre sólo por una calle céntrica de la capital. Y nada más.

El Dr. Domínguez nació en Pilar. Fue hijo “natural” –como se decía entonces– del coronel Matías Goiburú. Por no haberlo reconocido, e incumplir las demás responsabilidades paternas, perdió el honor de que su apellido estuviese adherido “al más poderoso cerebro que haya producido el Paraguay”.

De una infancia difícil ascendió a la más legítima fama de la intelectualidad. Como la mayoría de sus colegas, Domínguez se inició muy joven en el periodismo. En él desarrolló la inmensidad de su talento. Ningún asunto le era desconocido aunque centró su interés en la historia, la filosofía, la literatura, la política. Fue polemista temible por sus conocimientos, su lógica, su ironía que llegaba a la mordacidad. Y sobre todo, por el admirable uso del idioma. Fue un artífice del castellano. Aunque muchos de los temas tratados por él dejaron hoy de tener el mismo interés de antes, leer sus libros sigue siendo un deleite insuperable.

Se le critica a Domínguez, como a otros de su generación, haber querido adormecer al pueblo paraguayo con la fantasía de su heroísmo; con el mito de su fuerza espiritual para vencer las derrotas del pasado y proyectarse luminoso hacia el porvenir.

Copiamos algunos párrafos de El Paraguay, sus grandezas y sus glorias, capítulo XVIII. “Síntesis y conclusiones: ¿Dónde, en América, como en el Paraguay, se construyeron tantos caminos, puentes, iglesias, hierro, fábrica de papel, azufre, pólvora, etc.? ¿Dónde, cuándo, se repartieron al pueblo tierras, dinero, vestuario, herramientas y, sobre todo, ganado vacuno? ¿Dónde todo el mundo es propietario? En ninguna parte se crearon tantos factores de progreso, marina, vía férrea, telégrafo. ¿Cuántos ferrocarriles había en el Brasil, la Argentina, el Perú, etc., en 1865? Ninguno. ¿Qué lista de extranjeros útiles contratados en Europa puede compararse a la del Paraguay? En casi toda América se les negaba el derecho de adquirir propiedad y hasta se les colgaba de los árboles.

El Paraguay era el único país con moneda sana y ninguno competía con él en producción. Nadie le ganó ni le gana en trabajo, en resistencia, inteligencia natural.

¿Qué nación era más hospitalaria que el Paraguay? ¿Dónde se concedía protección a los emigrados políticos en masa, ni ayer ni hoy? En algunos países deben darse por bien servidos si no los reciben a palos o los echan al agua.

En fin, ¿en qué lugar del planeta eran tan puras las costumbres como en el Paraguay? ¿Qué pueblo guerrero, desde Esparta y Tebas hasta los pueblos modernos más valientes, puede compararse con el Paraguay? Y las conclusiones son ciertas, irreductibles:

a) El Paraguay era superior a todos los demás países americanos, en todo concepto. Sólo en el Paraguay se vieron y se realizaron todas las cosas grandes, buenas y bellas que hemos visto. Era el pueblo más civilizado de la América del Sur, en el sentido más elevado y evangélico del vocablo.

b) Superó a todas las naciones europeas en instrucción primaria y trabajo obligatorios, escuela- taller, hospitalidad, protección a los emigrados, ausencia de crímenes y delitos. Y en la guerra eclipsó a todas las glorias militares que en el mundo hubo. El Paraguay es el Walhalla, Paraíso de Odin donde viven los dioses de la guerra”.

La intención de superar el desánimo

Sin duda las palabras de Domínguez son hiperbólicas, aunque basadas en algunos aspectos de la realidad pretérita. Pero su intención primaria fue la de infundir ánimo a un pueblo martirizado por las penalidades de cinco años de una guerra de exterminio. Si fue grande, por qué no volvería a serlo. Si fue virtuoso, podría encontrar en sí mismo la fuerza que lo levante y seguir adelante.

El ejemplo estaba encarnado en él mismo. De una infancia y juventud penosas, pasó a la primera fila entre los grandes. Comenzó de ordenanza en la redacción de La Democracia donde se le prendió para siempre el amor a las letras.

Cursó en el Colegio Nacional y luego en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional. En dicho colegio fue catedrático de Geometría, Historia, Ciencias Naturales. Enseñó Derecho Constitucional en la Facultad respectiva. Como político, fue diputado, Ministro, Vicepresidente de la República.

“Pocos hombres de esta tierra, llegados a altas posiciones públicas, podrían mostrar, como Manuel Domínguez, el antecedente honroso de haberse levantado por sí mismos y de haber ascendido en la escala social sin más apoyo que el de su propia imagen y sus propias obras” (Raúl Amaral, Escritos Paraguayos, primera parte, Ediciones Mediterráneo, Asunción, 1984).
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