Luis de Góngora, por siempre

Que los mejores poetas de las grandes épocas generan enojos entre sus pares, es cosa cierta. Este es el caso del poeta español Luis de Góngora, nacido en Córdoba el 11 de julio de 1561, y fallecido en su ciudad natal el 23 de mayo de 1627.

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Tuvo que vérselas con dos grandes enemigos, mejor dicho, dos de los mejores exponentes de la poesía española: Francisco de Quevedo y Lope de Vega, quienes lo ridiculizaron, al mismo tiempo que eran ridiculizados por él. Pienso que la palabra, para ser más puntual, la ironía, en la pluma versificadora de esos genios de España, ha sido un excelente disparador de enfrentamientos, para entretenimiento y diversión de los lectores, como ocurre generalmente.

Pero como no hay mal que por bien no venga, del legendario odio entre los tres citados, se hicieron famosas algunas sátiras, y estas, por su calidad literaria, tienen valor, obviamente, dentro de la literatura.

¿Cómo no querer reírnos, por qué no lanzar carcajadas, cuando el genial Francisco de Quevedo, burlándose de la manera difícil de poetizar de Góngora, satiriza imaginariamente cómo éste pediría que le prepararan dos yemas de huevo?

Las ingeniosas palabras de Francisco de Quevedo sobre la supuesta petición gastronómica de Góngora son toda una ocurrencia:

“Traedme dos globos (dos huevos) de la mujer del gallo (la gallina) quita las no ocultas (las claras) y adereza el remanente pajizo (las yemas)”.

Góngora, hombre muy inspirado ciertamente, repartió su tiempo entre las actividades propias de su cargo eclesiástico, la escritura, las corridas de toros, la equitación, y el juego de naipes, que le dejarían casi arruinado. Según puede verse era un hombre de carne y hueso. Desengañémonos: las actitudes de los poetas, quienes son simples mortales -al fin y al cabo- no se caracterizan, precisamente, por una conducta estoica, salvo excepciones.

Al poeta cordobés le criticaban su estilo, muy alambicado. De cualquier manera, su enorme talento era manifiesto. Escribió 94 romances, 167 sonetos, 3 poemas extensos: “Soledades”, “Fábula de Polifemo y Galatea” y “Panegírico al Duque de Lerma”, entre otras obras.

Duramente cuestionado por sus pares y también por los críticos literarios de la época, su poesía, en el tercer centenario de su muerte, fue objeto de rehabilitación por los integrantes de la generación del 27, de enorme influencia poética, como Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Miguel Cernuda, Manuel Altolaguirre.

No se puede dejar de mencionar a un calificado estudioso de la producción literaria de Góngora, el poeta y crítico español Dámaso Alonso.

Concluyendo: La obra de Góngora, tan objetada en su tiempo, tan burlada, ha sobrevivido a los años, a las críticas, a todo.


La dulce boca

La dulce boca que a gustar convida
un humor entre perlas destilado
y a no invidiar aquel licor sagrado
que a Júpiter ministra el garzón de Ida,

amantes no toquéis si queréis vida;
porque entre un labio y otro colorado
Amor está, de su veneno armado,
cual entre flor y sierpe escondida.

No os engañen las rosas, que a la Aurora
diréis que alfajoradas y olorosas
se le cayeron del purpúreo seno;

manzanas son de Tántalo, y no rosas,
que después huyen del que incitan ahora,
y sólo del Amor queda el veneno.
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